sábado, 27 de diciembre de 2014

27 de Diciembre - Lorena Fusconi

Lorena Fusconi, Beata
Religiosa, 27 de Diciembre

Monja del siglo XV, de esta Beata se conoce que nació en Norcia, en Umbría, el lugar de nacimiento de San Benito, era hija de uno de las familias más importantes de la ciudad. Su padre, Giovanni Fusconi era senador de Roma. Amigo del Papa Urbano VI, fue él quien se las arregló para salvar al Papa de un peligroso atentado urdido en su contra.
Sin duda fue en la casa de su padre, un senador cristiano ejemplar, que Lorena cultivó las primeras semillas de su propia vocación religiosa. No fue un paso fácil para ella el que dio cuando, siendo aún muy joven, alrededor del año 1400, decidió dejar a su familia para entrar en un convento dominico.
Vistió el hábito blanco y negro de las hijas de Santo Domingo en Norcia, en la iglesia suburbana dedicada -en ese entonces- a San Vicente y hoy dedicado a Nuestra Señora del Rosario. Junto a la iglesia, se había construido un convento dominico, que florecía en esos momentos. Ella sería la primera postulante del convento, y con el tiempo fue la primera monja que profesaría sus votos en él. Allí sirvió durante treinta años, hasta su muerte en 1430. Durante treinta años, la hija de la senatorial familia Fusconi fue un ejemplo de intensidad en la oración, a perseverancia en la penitencia, de delicada pureza, de heroísmo en la cotidiana caridad.
Aquellas con las virtudes que secretamente brillaron en quien parecía haber nacido para brillar en la pompa y admiración mundana, la chica que había salido de la opulencia de su casa patricia a la pobreza del asilo dominico, que había renunciado a un magnífico lugar en el mundo por la oscuridad y el silencio de un monasterio. Pero -como dicen los hagiógrafos- las renuncias hechas por amor a Dios, nunca se hacen en vano, siempre encuentran un premio sin parangón: la dulce satisfacción del alma, en esta vida, y de la felicidad eterna en la siguiente.
El mundo en su tiempo, y también el de hoy, no llega a entender tales renuncias, pero somos testigos que su nombre ha pasado a la historia, se mantiene vivo el recuerdo y admiración que su sencilla vida genera, su memoria a trascendido a cualquier vivencia mundana. La pequeña flor de Norcia del gran árbol dominico aún irradia su delicada belleza y aun perdura su tierna fragancia.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario