Dilucidar la verdad histórica
Dilucidar la verdad histórica (31-03-15)
La Iglesia es una sociedad viva que atraviesa los siglos, y a través de ese caminar por la historia, no puede evitar que el grano bueno esté mezclado con la cizaña, que la santidad se establezca junto a la infidelidad y el pecado.
Clarificar la verdad hará que la luz destaque más sobre las sombras, porque, junto a sus fallos, destacarán sus grandes méritos. No puede olvidarse que es la Iglesia quien inició los hospitales, los hospicios, las escuelas, las universidades; que millones de cristianos, en todo el mundo, se han dedicado a una tarea misionera que era también una tarea de asistencia, de caridad, muchas veces heroica hasta el martirio. Hay que evitar tanto una apologética que pretenda justificarlo todo, como una culpabilización indebida, propia de cristianos acomplejados.
La Iglesia no tiene miedo a la verdad que emerge de la historia. Está dispuesta a reconocer equivocaciones allí donde se hayan verificado. Pero desconfía de los juicios generalizados de absolución o de condena respecto a las diversas épocas históricas. Confía en la investigación paciente y honesta sobre el pasado, libre de prejuicios de tipo confesional o ideológico.
Su petición de perdón no es ostentación de humildad ficticia, ni retractación de su historia, ciertamente rica en méritos en el terreno de la caridad, de la cultura, de la santidad. Responde más bien a una irrenunciable exigencia de verdad, que, junto a los aspectos positivos, reconoce los límites y las debilidades humanas de las sucesivas generaciones de cristianos.
El hecho de que algunas veces a lo largo de la historia la verdad se haya alzado con aires o con hechos de intolerancia, e incluso que en su error haya llegado a llevar hombres a la hoguera, no es culpa de la verdad, sino de quienes no supieron entenderla. Todo, hasta lo más grande, puede degradarse. Es cierto que el amor puede hacer que un insensato cometa un crimen, pero no por eso hay que abominar del amor, ni de la verdad, que nunca dejarán de ser las raíces que sostienen la vida humana. AA
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