“Entonces
se acercó a Él la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos, y se postró para
hacerle una petición. Él le preguntó: ¿Qué quieres? Ella le dijo: Di que estos
dos hijos míos se sienten en tu Reino, uno a tu derecha y otro a tu izquierda” (Mt). La petición
es sorprendente. De una parte se advierte el cariño de aquella mujer y de sus
hijos por Jesús y su adhesión a la nueva doctrina del maestro. Quieren estar
cerca del Maestro, pero también del nuevo rey. Y se deslizan, casi
insensiblemente, las ideas humanas sobre el reino. Jesús no les riñe por la
extraña petición, quizá por ser hecha por una mujer tan buena como la madre de
los dos discípulos. Por eso respondió: “No sabéis lo que pedís”. Ante
sus ojos está la cruz con todo su dolor e ignominia; éste va a ser el trono de
la nueva realeza, un verdadero altar sangriento. Los mira, pues los conoce bien
y les dice: “¿Podéis beber el cáliz que yo he de beber?” ¿Estáis
dispuestos a amar con un amor total que no se reserve nada en la entrega? Ellos
con audacia y algo de inconsciencia le contestan: “Podemos”. Jesús
ve su amor encendido, sabe las pruebas que van a pasar y les ve dispuestos a
todo; por eso añadió: “Mi cáliz sí lo beberéis; pero sentarse a mi
derecha o a mi izquierda no me corresponde concederlo, sino que es para quienes
ha dispuesto mi Padre”(Mt).
Lugar para todos
En el cielo y en la
tierra hay lugar para todos, cada uno tiene que ser fiel a su propia vocación.
El Padre elige y da las fuerzas. Ellos tienen que responder con ese entusiasmo,
y, con la ayuda divina, podrán porque tendrán una fuerza sobrenatural que va
más allá de los pobres intentos humanos.
No ha venido a ser servido
“Al
oír esto, los diez se indignaron contra los dos hermanos. Pero Jesús les llamó
y les dijo: Sabéis que los que gobiernan los pueblos los oprimen y los
poderosos los avasallan. No ha de ser así entre vosotros; por el contrario,
quien entre vosotros quiera ser el primero, sea vuestro esclavo. De la misma
manera que el Hijo del Hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y dar
su vida en redención por muchos” (Mt). Este es modo divino de reinar:
servir. Ponerse a los pies de los menos dignos, y de los indignos, para
lavarles el alma y el cuerpo. Se trata de un amor excedente, generoso, en el
que cuenta más el dar que el recibir; y crear así un nuevo modo de pisar en la
tierra. Cristo rey es el servidor de todos. Los poderosos de la tierra deben
servir desde sus puestos. Los humildes deben usar sus limitaciones para amar de
ese modo nuevo. El nuevo reino es un reino de servidores, es decir, de personas
que saben amar de verdad, con obras y de corazón. Este modo de vivir es una
auténtica revolución entre los hombres. La pregunta de la madre de Juan y
Santiago ha dado para mucho; ya está más claro en qué consiste estar a la
derecha o la izquierda de Jesús, el Rey del nuevo reino de Dios. EC
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