viernes, 5 de julio de 2013

Proverbio 5

Capítulo 5: Proverbios 5

Los falsos encantos de la mujer adúltera
5 1 Hijo mío, atiende a mi sabiduría, inclina tu oído a mi inteligencia, 2 para que guardes la debida discreción y tus labios conserven la ciencia. 3 Porque los labios de la mujer ajena destilan miel y su paladar es más suave que el aceite, 4 pero al final, ella es amarga como el ajenjo, cortante como una espada de doble filo. 5 Sus pies descienden a la Muerte, sus pasos se precipitan en el Abismo; 6 ella no tiene en cuenta el sendero de la vida, va errante sin saber adónde. 

Los peligros del adulterio
7 Por eso, hijos, escúchenme y no se aparten de las palabras de mi boca. 8 Aleja de ella tu camino y no te acerques a la entrada de su casa, 9 no sea que entregues a otros tu honor y tus años, a un hombre cruel; 10 que gente extraña se sacie con tu fuerza y tus trabajos vayan a parar a casa ajena, 11 y que al fin tengas que gemir, cuando estén consumidos tu cuerpo y tu carne. 12 Entonces dirás: "¿Cómo aborrecí la instrucción y mi corazón despreció las advertencias? 13 Yo no escuché la voz de mis maestros ni atendí a los que me enseñaban. 14 Faltó poco para que estuviera en el colmo de la desgracia, en medio de la asamblea y de la comunidad". 

La fidelidad conyugal
15 Bebe el agua de tu cisterna y la que fluye de tu propio pozo. 16 Que tus fuentes no se dispersen hacia afuera ni tus corrientes de agua, por las calles. 17 Que ellas sean para ti solo y que no haya extraños junto a ti. 18 ¡Bendita sea tu fuente, y encuentra tu alegría en la mujer de tu juventud, 19 cierva amable, graciosa gacela! Que en todo tiempo te embriaguen sus amores y estés siempre prendado de su afecto. 20 Hijo mío, ¿por qué te dejarás prendar por la mujer ajena y abrazarás los pechos de una extraña? 21 Los caminos del hombre están bajo la mirada del Señor y él tiene en cuenta todos sus senderos. 22 El malvado será presa de sus propias faltas y quedará atrapado en los lazos de su pecado. 23 Morirá por falta de instrucción y se extraviará por su gran necedad. 

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