miércoles, 14 de junio de 2017

Diagnósticos dos veces asesinos


Hay diagnósticos prenatales peligrosos. A veces, porque la misma técnica usada provoca daños o incluso la muerte del embrión, como ocurre, por ejemplo, en la amniocentesis y en otras técnicas invasivas. Otras veces, porque los instrumentos usados son malos o porque el especialista carece de la habilidad y la experiencia necesarias para no dañar al hijo o a la madre.
Otras veces, y eso es mucho más grave, el diagnóstico es “peligroso” porque busca encontrar defectos en el embrión para sentenciarlo a muerte en el caso de que el resultado sea “positivo”, es decir, cuando se descubra en el hijo un defecto o una característica no deseada por sus padres.
Un artículo publicado en Gran Bretaña mostraba en parte esta situación. El artículo llevaba como título “Down's tests are great risk for all babies” (The Observer, 14-09-2008). Digo “en parte”, porque denunciaba justamente el gran número de hijos sanos que mueren por culpa de algunas técnicas diagnósticas, mientras se veía como algo normal el que fueran eliminados los hijos enfermos con el síndrome de Down descubiertos gracias a las técnicas usadas.
Así, leemos en este artículo, con una fórmula engañosa que mira sólo una parte del drama y olvida la otra, que una investigación reciente muestra cómo “para detectar y prevenir el nacimiento de 660 bebés Down, se pierden 400 fetos sanos”, fetos sanos que mueren por culpa de las técnicas diagnósticas utilizadas.
Ante esta situación, el Profesor Kypros Nicolaides, jefe del Harris Birthright Centre at King's College Hospital (Londres) declaraba en el artículo antes citado que era “completamente inaceptable” constatar la pérdida de tantos bebés sanos.
Para remediar la pérdida de hijos sanos, el artículo insiste en la necesidad de desarrollar y aplicar técnicas mejores y más seguras. Pero guarda un silencio cómplice ante el lado oscuro de la noticia: el que se busque eliminar, de modo sistemático, a los bebés que tiene síndrome de Down (u otras enfermedades que pueden ser descubiertas a través de los diagnósticos prenatales).
Es señal de hipocresía denunciar la muerte “accidental” de unos hijos, los sanos, y mostrar indiferencia ante la muerte provocada de otros, los enfermos. La sociedad está herida en sus raíces más profundas cuando acepta la eliminación sistemática de embriones y fetos indefensos simplemente porque no llegan a un nivel de salud o de “calidad” exigido por los adultos.
Vivimos en un mundo en el que muchos diagnósticos prenatales son doblemente asesinos. Porque provocan muertes inútiles, por culpa del uso de técnicas de las que se pudo prescindir (no siempre es necesario hacer un diagnóstico). Y porque buscan y persiguen sistemáticamente identificar a quienes serán víctimas de un aborto, a los hijos defectuosos.
Frente a esta situación, no sólo hay que mejorar las técnicas de diagnóstico prenatal para que no dañen a ningún embrión ni a ninguna madre. Lo más urgente es promover una cultura del respeto y de la justicia, que supere discriminaciones asesinas.
Hay que tomar, con urgencia, dos decisiones valientes que fomentarán el bien de todos y el respeto hacia los más débiles e indefensos. La primera: renunciar al uso (al abuso) de aquellas técnicas que impliquen serios peligros para la salud del hijo y que no permitan ninguna ventaja terapéutica. La segunda: promover leyes concretas y un sistema sanitario orientado a acoger, respetar, atender y cuidar la vida de todos los hijos, sanos o enfermos, sin discriminaciones. FP

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