Según estimaciones del Instituto de Neurociencias de Buenos Aires, en la Argentina un 25% de la población adulta es fumadora y alcanza el 30% de prevalencia en el grupo de 25 a 34 años, mientras que unos 40.000 fumadores activos mueren al año, el equivalente a 110 personas por día.
Cada año, un 5% más de chicos tienen problemas respiratorios como asma o sibilancias por estar expuestos al humo del cigarrillo, afirmaron especialistas, que destacaron que los menores de 3 años son los más perjudicados.
“Se calcula que los cuadros de asma y sibilancias aumentan anualmente alrededor de un 5%, y en la mayoría de los casos afectan a niños fumadores pasivos. Sin embargo, los riegos van más allá de la inhalación del humo, porque una vez que el cigarrillo se apaga, las sustancias tóxicas perduran en todo tipo de superficies”, explicó la Dra. Natalia Escobar, pediatra del Hospital Gutiérrez.
“Tenemos unas 800 consultas por mes en el Gutiérrez de chicos con patologías respiratorias y la gran mayoría tiene relación con la exposición al humo del tabaco”, afirmó la médica, quien destacó que también “se les explica a los padres que sacar el cigarrillo por la ventana al fumar no elimina los riesgos del tabaco en el hogar”.
“Lo ideal sería que dejaran de fumar, pero si no fuera posible, hay medidas que se pueden tomar para dañar a sus hijos los menos posible con el humo”, destacó.
Para minimizar el impacto del humo la pediatra recomendó “cambiarse la ropa que se usó al fumar, enjuagarse la boca, ventilar los ambientes, fumar en espacios abiertos y evitar al máximo el contacto entre los chicos y la gente que haya fumado”.
Suele desconocerse que además del humo ambiental del tabaco -también llamado “de segunda mano”-, existe el humo de “tercera mano”: la mezcla de gases y partículas que quedan adheridas en la ropa, muebles, alfombras, tapizados y hasta electrodomésticos.
Esos materiales absorben las toxinas del humo del tabaco y los liberan gradualmente, lo que afecta a los niños que llevan esos objetos a su boca o están en contacto con superficies contaminadas cuando gatean o juegan en el piso.
“Los lactantes y los menores de tres años son los más perjudicados. Ellos no pueden elegir estar expuestos o no al humo, suelen llevarse objetos contaminados a la boca y tienen mayor predisposición a tener broncoespasmo que los adultos”, afirmó la Dra. Escobar.
Señalaron además que las principales consecuencias que el humo de tabaco -de segunda o tercera mano- puede ocasionar en los niños son: caída de la función pulmonar, sibilancias, tos crónica, aumento de episodios de asma, bronquitis, infecciones severas, neumonía y otitis.
También aumenta el riesgo de padecer el síndrome de muerte súbita del lactante, principal causa de muerte en el primer año de vida.
En el caso del tabaquismo en el embarazo, los hijos de las madres que fuman durante el período de gestación tienen cuatro veces más riesgo de padecer muerte súbita, mientras que en aquellas que son fumadoras pasivas, el riesgo es de dos veces.
Durante el embarazo las sustancias tóxicas pasan al feto a través de la placenta, lo que reduce la llegada de oxígeno, acelera su ritmo cardíaco y altera el normal desarrollo de algunos órganos, como los pulmones.
También se ve disminuida la circulación de sangre por la placenta, por lo que el feto recibe menos nutrientes y altera su desarrollo cognitivo e inmunológico.
Las sustancias tóxicas presentes en el humo del cigarrillo incluyen metales pesados, toxinas e incluso materiales radioactivos, que pueden permanecer hasta dos semanas después de que se haya ventilado la habitación donde se fumó.
Se calcula que a nivel mundial, entre el 40 y el 50% de los chicos están regularmente expuestos al humo de tabaco, principalmente de padres fumadores u otros miembros del hogar.
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