Compartir, ayudar y motivar son las prioridades de este blog, tratando de iluminar el camino de nuestros semejantes con nuestra pequeña luz interior, basados en tres pilares fundamentales: "Respeto, Humildad y Honestidad"
sábado, 30 de septiembre de 2017
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01 de Octubre - Juan de Palafox y Mendoza
Juan de Palafox y Mendoza, Beato
Obispo, 01 de Octubre
En Osma, España, Siervo de Dios Juan de Palafox y Mendoza, primer obispo de Puebla de los Ángeles y después obispo de Osma. (1659)
Fecha de beatificación: 5 de junio de 2011 durante el pontificado de Benedicto XVI.
Hijo natural del marqués de Ariza, el decimoprimer arzobispo de México nació en Fitero el 24 de junio de 1600. Los primeros años de su vida era conocido como Juan Navarro porque Pedro y María Navarro, criados del marqués, lo recogieron y adoptaron como hijo suyo. A los diez años de edad, el marqués de Ariza reconoció a Juan quien tomó los apellidos Palafox y Mendoza.
A temprana edad Don Juan mostró interés por dedicarse a la carrera militar, pero, obedeciendo los deseos de su padre, decidió asistir a las universidades de Salamanca y Alcalá.
Los años que pasó en la universidad fueron buenos en el aspecto académico, pero Don Juan también se entregó a los placeres mundanos. De él se dice que era un caballero galante, aunque nunca traspasó los límites de las conveniencias sociales y evitó el escándalo.
En 1626 el Ministro supremo del rey Felipe IV lo invitó a Madrid para que ahí pudiera emplear mejor todas sus capacidades. Tan pronto llegó a la capital española se le dio el puesto de Fiscalía del Consejo de Guerra y poco después la del Consejo de Indias.
Después de trabajar algún tiempo en la Corte, Don Juan de Palafox decidió seguir la vocación eclesiástica. En 1629 el rey lo nombró capellán y limosnero de María de Austria. Debido a este encargo, viajó a Alemania, Italia, Francia, entre otros países europeos.
A su regreso fue presentado como nuevo obispo de Puebla. La ceremonia de consagración tuvo lugar en Madrid el 27 de diciembre de 1639 y a cargo estuvo el cardenal Agustín Espínola, arzobispo de Toledo.
El obispo de Puebla llegó a México el 24 de junio de 1640 y entró a su diócesis el 22 de julio. No sólo llegó al país con el título de obispo de Puebla, sino también con el de visitador y Juez de Residencia de los virreyes.
En Puebla uno de sus mayores logros fue la conclusión de la construcción de la catedral. En 1649, tan sólo nueve años después de su llegada, celebró la dedicación del santuario.
Durante su gobierno pastoral se erigió el Colegio de San Pedro y San Pablo y logró que el rey le diera a las nuevas instituciones el título de Real. El obispo dotó al Colegio de San Pablo con una enorme biblioteca, hoy conocida como Palafoxiana. De la misma forma, fundó el convento de religiosas dominicas de Santa Inés, un colegio de niñas huérfanas y formó las ordenanzas del hospital de San Pedro.
En esta época España estaba en guerra con Portugal. Cualquier funcionario del que se sospechara tener simpatías con el enemigo sería removido de su cargo. Don Juan, por encargo del rey, se dedicó a espiar al virrey Don Diego López Pacheco Cabrera y Bobadilla, quien era miembro de una familia portuguesa.
El 12 de noviembre de 1643, después de la muerte de Feliciano de la Vega, el cabildo eclesiástico nombró a Palafox de Mendoza nuevo Arzobispo de México. Tan pronto llegó a la ciudad destituyó al virrey por simpatizar con los portugueses y tomó en sus manos el poder civil convirtiéndose en nuevo gobernante de la Nueva España. Cinco meses duró su gobierno como virrey y como Arzobispo de México, tiempo en el cual estableció doce compañías de milicias, visitó colegios, dio leyes a la Universidad y continuó con las visitas a los tribunales. Renunció a su cargo de virrey y de arzobispo.
Durante su estancia en Puebla, Don Juan de Palafox tuvo muchos problemas con los miembros de la Compañía de Jesús. El obispo llegó a suspender las licencias que tenían los jesuitas para predicar, lo cual provocó un enorme escándalo en toda la Nueva España.
El 6 de febrero de 1648 llegó a Puebla una carta del rey mediante la cual mandaba llamar a Don Juan a Madrid para rendir un informe de sus acciones.
Después de haber sido Arzobispo de México, obispo de Puebla y virrey de la Nueva España, Palafox llegó a Madrid y fue tratado con desprecio por el rey, quien lo nombró obispo de Osma. El prelado siguió ejerciendo la caridad en el pobre obispado de Osma hasta su muerte el 1 de octubre de 1659.
El sábado 27 de marzo de 2010, S.S. Benedicto XVI firmó el decreto referente a un milagro atribuido a la intercesión del Venerable Juan de Palafox, la ceremonia de beatificación se realizó en Soria (España) el 5 de junio de 2011.
Un proceso iniciado en 1666
El proceso de beatificación se inició en 1666 y fue interrumpido varias veces a lo largo de los últimos tres siglos y medio. Según Moriones, diversas circunstancias han contribuido a prolongar el caso. Por ejemplo, en 1699 la muerte del entonces Papa, del cardenal ponente de la Causa y del obispo de Sevilla, que fungía como su patrocinador.
Por ello la introducción del expediente en el Vaticano se atrasó hasta 1726, bajo el pontifi-cado de Benedicto XIII. Luego, diversos episodios históricos como la Revolución Francesa, el exilio de los Papas y la guerra de unidad de Italia interrumpieron el análisis. A pesar de todo la Causa nunca se interrumpió ni tampoco perdieron su validez ninguno de los pasos aportados en el proceso.
El milagro aprobado
El milagro estudiado y aprobado por el Vaticano se refiere a la curación de Lucas Fernández de Pinedo, un sacerdote de 66 años de edad, párroco de Fuentemolinos de la entonces Diócesis de Osma. En noviembre de 1766 el párroco había sido desahuciado por los médicos tras 40 días de lucha contra una probable forma de tuberculosis, incurable en aquella época.
Según relata el postulador de la Causa, el padre Moriones, el cura había hecho su testa-mento y recibido los últimos sacramentos y se había despedido de sus parroquianos cuando su sobrino, también sacerdote y vicario parroquial, le trajo una reliquia de Palafox.
El enfermo la recibió, se encomendó y se quedó dormido mientras los síntomas de la enfermedad que lo tenían insomne desde hacía semanas desaparecieron instantáneamente y, al cabo de cuatro horas, se encontraba perfectamente.
Su médico de Fuentemolinos (Soria), otro de la cercana aldea de Roa y un tercero describieron al tribunal todos los síntomas de un enfermo terminal de tuberculosis. La detallada documentación de esta curación inexplicable respalda el milagro que permite beatificar a Palafox, modelo de político honrado y buen obispo.
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¿Nuestro matrimonio se volvió una rutina?
¡La rutina son hábitos adquiridos de hacer las cosas sin necesidad de reflexión!
La rutina en el matrimonio es una actitud lamentablemente muy común en muchos matrimonios hoy en día. Es una especie de adormecimiento de la relación conyugal.
La ajetreada vida moderna, el estrés, los compromisos sociales, tantas noticias y tantas cosas que estimulan tu pensamiento, hace que muchas personas caigan en una rutina de vida. Muchas personas simplemente existen; trabajan, estudian, corren, compran, viajan, pero su vida es una vacía rutina.
La rutina es una manera tediosa y vacía de vivir y tiene mucho que ver con el egoísmo. Cada quien se concentra en sus propias actividades y descuida la actividad más importante de la vida: relacionarse bien con su familia. No toman en cuenta la opinión o el interés del otro en algún tema específico.
La rutina hace que te olvides de los detalles que mantienen viva una relación. Por ejemplo nos olvidamos de prepararle un desayuno especial a nuestro cónyuge de vez en cuando. Nos olvidamos de decirle a nuestro cónyuge cuanto le amamos y cuán importante es para nosotros. Los hombres nos olvidamos de traerle unas flores a la esposa, o alguna muestra de afecto. Las mujeres se olvidan de acariciar a su esposo. Una de las áreas más afectadas por la rutina es el área sexual. Cuando la rutina afecta esta área, se lesionan las emociones del matrimonio y la pareja tiende a separarse emocionalmente.
Proverbios 5:18-19: ¡Sea bendito tu manantial y alégrate con la mujer de tu juventud, cierva amada, graciosa gacela! Que sus caricias te satisfagan en todo tiempo y en su amor recréate siempre. 1 Corintios 7:5: No os neguéis el uno al otro, a no ser por algún tiempo de mutuo consentimiento, para ocuparos sosegadamente en la oración. Luego volved a juntaros en uno, para que no os tiente Satanás a causa de vuestra incontinencia.
Para vencer la rutina, deben tomarse decisiones radicales que los saquen de ese aburrido medio de vida. Una de nuestras primeras sugerencias es que tomen la decisión de sacar un día a la semana para la pareja. Hagan que para esa noche les cuiden los niños y la pareja haga una cita a cenar, a caminar por un parque, a compartir unas horas en la noche solamente para ellos dos. Debe ser planificada con detalles y sorpresas bonitas. Es una noche con fines románticos.
Los hombres vuelvan a ser románticos con su esposa, tenga detalles con ella, exactamente como cuando la conquistó. Las mujeres pónganse lindas, arréglense para su esposo, prepárenle esa comida que a él le gusta. Ambos, procuren acciones de amor a favor del otro, para incentivar la llama del amor y vencer la rutina.
Vencer la rutina trae muchos beneficios al matrimonio y la familia. Traerá gozo a la relación, estimulará el buen trato, mantiene la llama de la pasión viva, trae mejor salud al cuerpo.
Si tu matrimonio sufre de rutina, habla con tu cónyuge hoy mismo y decidan tomar decisiones de cambio para volver a poner la relación en un plano de gozo y alegría. LyHF
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Evangelio del Domingo 01 de Octubre
Día Litúrgico: Domingo XXVI (A) del tiempo ordinario
Texto del Evangelio (Mt 20,28-32): En aquel tiempo, Jesús dijo a los sumos sacerdotes: «¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Llegándose al primero, le dijo: ‘Hijo, vete hoy a trabajar en la viña’. Y él respondió: ‘No quiero’, pero después se arrepintió y fue. Llegándose al segundo, le dijo lo mismo. Y él respondió: ‘Voy, Señor’, y no fue.
»¿Cuál de los dos hizo la voluntad del padre?». «El primero», le dicen. Díceles Jesús: «En verdad os digo que los publicanos y las rameras llegan antes que vosotros al Reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros por camino de justicia, y no creísteis en Él, mientras que los publicanos y las rameras creyeron en Él. Y vosotros, ni viéndolo, os arrepentisteis después, para creer en Él».
«¿Cuál de los dos hizo la voluntad del padre?»
Comentario: Dr. Josef ARQUER (Berlin, Alemania)
Hoy, contemplamos al padre y dueño de la viña pidiendo a sus dos hijos: «Hijo, vete hoy a trabajar en la viña» (Mt 21,29). Uno dice “sí”, y no va. El otro dice “no”, y va. Ninguno de los dos mantiene la palabra dada.
Seguramente, el que dice “sí” y se queda en casa no pretende engañar a su padre. Será simplemente pereza, no sólo “pereza de hacer”, sino también de reflexionar. Su lema: “A mí, ¿qué me importa lo que dije ayer?”.
Al del “no”, sí que le importa lo que dijo ayer. Le remuerde aquel desaire con su padre. Del dolor arranca la valentía de rectificar. Corrige la palabra falsa con el hecho certero. “Errare, humanum est?”. Sí, pero más humano aún —y más concorde con la verdad interior grabada en nosotros— es rectificar. Aunque cuesta, porque significa humillarse, aplastar la soberbia y la vanidad. Alguna vez habremos vivido momentos así: corregir una decisión precipitada, un juicio temerario, una valoración injusta... Luego, un suspiro de alivio: —Gracias, Señor!
«En verdad os digo que los publicanos y las rameras llegan antes que vosotros al Reino de Dios» (Mt 21,31). San Juan Crisóstomo resalta la maestría psicológica del Señor ante esos “sumos sacerdotes”: «No les echa en cara directamente: ‘¿Por qué no habéis creído a Juan?’, sino que antes bien les confronta —lo que resulta mucho más punzante— con los publicanos y prostitutas. Así les reprocha con la fuerza patente de los hechos la malicia de un comportamiento marcado por respetos humanos y vanagloria».
Metidos ya en la escena, quizá echemos de menos la presencia de un tercer hijo, dado a las medias tintas, en cuyo talante nos sería más fácil reconocernos y pedir perdón, avergonzados. Nos lo inventamos —con permiso del Señor— y le oímos contestar al padre, con voz apagada: ‘Puede que sí, puede que no…’. Y hay quien dice haber oído el final: ‘Lo más probable es que a lo mejor quién sabe…’.
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viernes, 29 de septiembre de 2017
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Tu cerebro tiene...
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30 de Septiembre - Simón de Crépy
Simón de Crépy, Santo
Monje Eremita, 30 de Septiembre
Martirologio Romano: En Roma, san Simón, monje, antes conde de Crépy, en Francia, que, renunciando a la patria, al matrimonio y a todo, eligió la vida monástica y después la eremítica en las montañas del Jura, y reclamado muchas veces como legado de paz para conciliación entre príncipes, murió finalmente en Roma, siendo sepultado en la Urbe, en la basílica de San Pedro (1082).
Simón, conde de Crépy, en la región de Valois, estaba emparentado con Matilde, la esposa de Guillermo el Conquistador, y se educó en la corte de ese rey. Gozaba de la confianza y los favores de Guillermo, quien le llevó consigo a las campañas contra Felipe I de Francia para arrojarlo de las tierras de Normandía. Se dice que al término de aquella guerra, el padre de Simón murió en la localidad de Montdidier y éste se propuso transportar el cadáver hasta las tierras de Crépy para sepultarlo; y sucedió que en el largo trayecto el cuerpo del conde entró en descomposición y su hijo, después de velarlo toda la noche en solitaria meditación sobre lo transitorio de esta vida, sepultó los restos en el campo y regresó a la corte decidido a hacerse monje. Asimismo se afirma que acabó por convencer a su prometida, la hija de Hildeberto, conde de Auvernia, para que ingresara a un convento y así, un buen día, los dos novios huyeron juntos de la corte, pero no para casarse, como lo pensaban todos los cortesanos, sino para entregarse a la vida del claustro. La joven quedó a buen resguardo con las monjas, pero cuando Simón se dirigía a otro monasterio para hacer lo propio, fue alcanzado por los enviados del rey, quienes le llevaron de nuevo a la corte. Ahí Guillermo el Conquistador le reveló al noble joven que deseaba casarlo con su propia hija Adela. Simón no se atrevió a rechazar directamente los ofrecimientos de su real benefactor, pero trató de demorar la boda y partió en viaje a Roma con el pretexto de averiguar en la Santa Sede si su proyectado matrimonio era legal en vista de que la hija del rey era su pariente. Pero ni siquiera llegó a la mitad del camino, porque a su arribo a la ciudad de Condal, en el Jura, se hospedó en la abadía de Saint-Claud, ahí tomó el hábito y no lo abandonó jamás.
Lo mismo que a muchos otros monjes pertenecientes a la nobleza, los superiores y los familiares de Simón insistieron para que emplease su influencia en arreglar discordias y restablecer los derechos. San Hugo de Cluny le envió ante el rey de Francia para que recuperase unas tierras que habían sido quitadas al monasterio y, asimismo, intervino activamente para obtener la reconciliación entre Guillermo el Conquistador y sus hijos.
Cuando el Papa San Gregorio VII, en conflicto con el emperador, decidió concertar un acuerdo con Roberto Guiscard y sus normandos que ocupaban parte del territorio de Italia, mandó llamar a San Simón para que le ayudase en las negociaciones. Estas concluyeron felizmente en la ciudad de Aquino, en 1080 y, desde entonces, el Papa conservó a su lado a Simón. Este murió en Roma y recibió los últimos sacramentos de manos del propio San Gregorio.
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Jesús y la ley
Jesús se presenta en el mundo predicando la conversión. Pero, ¿en qué consiste la conversión que anuncia? ¿Desea únicamente que la vieja ley de Moisés se cumpla mejor? ¿Trata de retocarla o adaptarla en detalle? ¿O propone, más bien, la liberación de la ley, creando algo radicalmente distinto?
La respuesta a estas preguntas no es tan simple como suele creerse y decirse. Porque la libertad evangélica no puede interpretarse como puro subjetivismo, no puede someterse al capricho personal de cada uno.
Para entenderlo tenemos que ver un momento el sentido y espíritu de la ley judía. La ley de Moisés reflejaba el sentir de Dios y expresaba sus designios divinos. Por eso se inspiraba en la obediencia a Yahvé. Y esa actitud de obediencia sumisa era para el pueblo fuente de luz y bienestar.
Pero resulta que ya desde el comienzo se registraron dos graves desviaciones de este espíritu:
- La primera con relación al concepto de Dios: esa obediencia se debía, para los judíos, a un Dios - terror, a un Dios siempre amenazante, extremadamente justiciero.
- La segunda desviación fue el desmesurado culto a la norma, que llevó a la pura aceptación externa de las normas legales, sin encuentro interior con Dios.
Los profetas intentaron mitigar estos dos peligros insistiendo en la obediencia del corazón. Pero en la época de Jesús dominaba la religión del terror y el culto al formalismo legal. A eso se agregaba el incumplimiento de la ley en gran parte del pueblo, decepcionado de una religión que le ataba, más que acercarle a su Dios.
En esta situación, ¿cuál es la postura de Jesús ante la ley? ¿Es un conservador, un liberal, un radical? No es ninguna de las tres cosas, y es las tres cosas a la vez.
- Parece ser un conservador en su conducta y en su doctrina, cumple fielmente con los preceptos y ritos de la ley.
- Pero, junto a esto, vemos a Jesús a veces ante la ley como un liberal: está transgrediendo con mucha libertad sus preceptos (p.ej. del sábado, o de las purificaciones rituales antes de las comidas).
- Y Jesús es, al mismo tiempo, un radical. No viene a abolir la ley. Viene a darle plenitud, viene a darle su verdadero sentido, su madurez. La ley del Sinaí es para Él sagrada: es el alimento de su vida. Pero le quita todo lo inhumano y todo lo que no es de Dios en ella. Rescata todo lo positivo y puro y le da un nuevo espíritu. Y en eso consiste su radicalismo: porque cambiar el espíritu con que se vive una ley es mucho más revolucionaria que cambiar una ley por otra.
¿Y como hace esto? Cambiando, ante todo, el concepto de Dios. Pasando del Dios-terror al Dios-AMOR y manifestando que el eje central de toda ley tiene que ser ese amor. Porque al amor de Dios ya no se puede responder con el simple cumplimiento, sino con otro amor, con una fe hecha vida.
Así Jesús, en la ley, introduce 3 cambios fundamentales: la personaliza, la relativiza, la radicaliza.
1. La personaliza. Se pone Él en lugar de la ley. El cumplimiento de la ley es Cristo, dice San Pablo en la carta a los Romanos (10,4). Cumplir la ley ya no será cumplir gestos, sino amarle, participar de su vida. Cristo es la ley del cristiano, como el amado es la ley del amante. Cuando dos se amen, entre ellos no hay ley, el amor sustituye a toda ley.
2. Jesús, en segundo lugar, relativiza la ley. Esta se vuelve esclavizadora cuando se la convierte en absoluto. Y Jesús somete la ley al relativismo del amor. La ley es confirmada o suspendida según sirva a la maduración o al encadenamiento del hombre. Para Jesús, la ley no es algo absoluto. Absoluto es sólo Dios.
3. Además, Jesús la radicaliza. Es necesario subrayar esto, porque hay quienes piensan que relativizar la ley es implantar el libertinaje. Pero esto sólo sucede cuando, en lugar de la ley, se coloca el capricho. Sin embargo, cuando la ley es sustituida por la fe y la caridad, todo se hace más arduo, más radical. La fe va mucho más allá que la obediencia legal; la caridad es mucho más exigente que el simple cumplimiento. Porque la ley indica de dónde no se puede pasar, y el evangelio hasta dónde hay que llegar: hasta ser perfectos, hasta lo imposible.
De este modo, Jesús ni recorta ni suaviza la ley, sino la lleva hasta sus límites, hasta la locura, hasta la entrega total. Pide algo que el hombre nunca podrá alcanzar por sí solo y para lo que necesitará inevitablemente la ayuda y gracia de Dios.
En el Sinaí, Dios había pedido a los hombres que llegaran hasta donde pudieran. Pero Jesús, en el monte de las bienaventuranzas, lanzó una consigna más radical, más difícil, más cristiana: llega hasta donde no puedas. Es decir: aquí estoy yo, con mi gracia, para que juntos lleguemos hasta lo humanamente imposible e insoñable. Es así como Jesús da plenitud a la ley judía. Es así como Jesús nos trae una ley mejor, una ley más alta. Trae el evangelio, trae su amor y su redención.
Queridos hermanos, aprovechemos este tiempo de conversión, para ir perfeccionándonos e ir creciendo en amor, entrega y santidad. Y pidámosle a la Virgen María que nos ayude regalándonos la gracia de la transformación interior. Así podremos avanzar un poco más en nuestro largo caminar hacia la meta: ser perfectos como es perfecto nuestro Padre Celestial.
Mediante ella, la Virgen quiere acompañarnos, fortalecernos, para que podamos avanzar y madurar hacia un amor maduro y perfecto. NS
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Evangelio del Sábado 30 de Septiembre
Día Litúrgico: Sábado XXV (A) del tiempo ordinario
Texto del Evangelio (Lc 9,43b-45): En aquel tiempo, estando todos maravillados por todas las cosas que Jesús hacía, dijo a sus discípulos: «Poned en vuestros oídos estas palabras: el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres». Pero ellos no entendían lo que les decía; les estaba velado de modo que no lo comprendían y temían preguntarle acerca de este asunto.
«El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres»
Comentario: Rev. D. Antoni CAROL i Hostench (Sant Cugat del Vallès, Barcelona, España)
Hoy, más de dos mil años después, el anuncio de la pasión de Jesús continúa provocándonos. Que el Autor de la Vida anuncie su entrega a manos de aquéllos por quienes ha venido a darlo todo es una clara provocación. Se podría decir que no era necesario, que fue una exageración. Olvidamos, una y otra vez, el peso que abruma el corazón de Cristo, nuestro pecado, el más radical de los males, la causa y el efecto de ponernos en el lugar de Dios. Más aún, de no dejarnos amar por Dios, y de empeñarnos en permanecer dentro de nuestras cortas categorías y de la inmediatez de la vida presente. Se nos hace tan necesario reconocer que somos pecadores como necesario es admitir que Dios nos ama en su Hijo Jesucristo. Al fin y al cabo, somos como los discípulos, «ellos no entendían lo que les decía; les estaba velado de modo que no lo comprendían y temían preguntarle acerca de este asunto» (Lc 9,45).
Por decirlo con una imagen: podremos encontrar en el Cielo todos los vicios y pecados, menos la soberbia, puesto que el soberbio no reconoce nunca su pecado y no se deja perdonar por un Dios que ama hasta el punto de morir por nosotros. Y en el infierno podremos encontrar todas las virtudes, menos la humildad, pues el humilde se conoce tal como es y sabe muy bien que sin la gracia de Dios no puede dejar de ofenderlo, así como tampoco puede corresponder a su Bondad.
Una de las claves de la sabiduría cristiana es el reconocimiento de la grandeza y de la inmensidad del Amor de Dios, al mismo tiempo que admitimos nuestra pequeñez y la vileza de nuestro pecado. ¡Somos tan tardos en entenderlo! El día que descubramos que tenemos el Amor de Dios tan al alcance, aquel día diremos como san Agustín, con lágrimas de Amor: «¡Tarde te amé, Dios mío!». Aquel día puede ser hoy. Puede ser hoy. Puede ser.
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jueves, 28 de septiembre de 2017
Quién no esté dispuesto...
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Nadie es más feliz...
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Lo que no edifica...
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No tengas miedo... 02
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No pienses tanto
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29 de Septiembre - Juan de Dukla
Juan de Dukla, Santo
Presbítero Franciscano, 29 de Septiembre
Martirologio Romano: En Lviv, en Polonia (hoy en Ucrania), san Juan de Dukla, presbítero de la Orden de Hermanos Menores, que vivió una vida oculta y ascética según usanza de los Observantes, con ferviente dedicación pastoral a la cura de almas y fomento de la unidad de los cristianos (1484).
Fecha de beatificación: Culto confirmado por el Papa Clemente XII el 21 de ene de 1733
Fecha de canonización: el 10 de junio de 1997 por S.S. Juan Pablo II.
Sacerdote profeso de la Orden de los Frailes Menores, primero Conventual y luego Observante o Bernardino.
Nació alrededor del año 1414 en Dukla (Polonia), cerca de las fronteras de Eslovaquia y de Ucrania. Después de una breve experiencia de vida eremítica, ingresó en la Custodia de los Frailes Menores de Rusia (Rutenio). Ordenado sacerdote, se dedicó a la predicación y al servicio pastoral en los vastos territorios de las actuales repúblicas de Ucrania, Moldavia y Bielorrusia. Fue guardián de varios conventos, entre ellos el de Krosno, y gobernó la custodia de Leópoli. Perdió la vista varios años antes de morir.
Falleció el 29 de septiembre de 1484 en Leópoli (hoy, Lvov, Ucrania), recitando los salmos penitenciales con sus hermanos. Tras su muerte, su fama de santidad se convirtió muy pronto en culto público en toda la región. Su tumba se encuentra en el convento franciscano de su ciudad natal, Dukla.
Clemente XII confirmó su culto inmemorial el 21 de enero de 1733, y lo proclamó copatrono principal del reino de Polonia y del gran ducado de Lituania el 5 de septiembre de 1739.
El proceso de canonización se interrumpió con la repartición de Polonia, y se reanudó en 1945. Juan Pablo II lo canonizó en Krosno (Polonia) el 10 de junio de 1997.
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El aborto como imposición
Una mentira no se convierte en verdad, aunque sea repetida mil veces.
Decir que ir contra el aborto es imponer una idea religiosa a toda la sociedad es una de esas mentiras que corre como moneda falsa por aquí y por allá.
Porque ir contra el aborto es defender el derecho a la vida. Y defender el derecho a la vida no es algo reservado a los creyentes, a las personas que tienen una religión, sino a cualquier ser humano que trabaja por construir un mundo más justo y más inclusivo.
La verdadera imposición consiste en declarar que el aborto sería un “derecho”, un asunto sobre el que la mujer decide libremente, sin interferencias de nadie.
Porque es imposición decidir la muerte de un ser humano inocente, de un hijo que no puede defenderse por sí mismo.
Porque es imposición obligar al personal sanitario a practicar abortos que van contra la justicia, contra la ética médica y contra la propia conciencia.
Porque es imposición decir que la mujer hace con su cuerpo lo que quiere, cuando con esta frase se quita el derecho del embrión o del feto a conservar la integridad de su cuerpo pequeño y frágil. ¿Es que el embrión no tiene también un cuerpo?
Porque es imposición querer silenciar a los defensores de la vida con mentiras y con calumnias que reflejan el deseo prepotente de los defensores del aborto, con el que buscan eliminar a los más indefensos y desvalidos.
Frente a la imposición abortista necesitamos dar un sí decidido y generoso a la vida, a la salud, a la solidaridad, a la justicia, a la sociedad abierta e inclusiva, porque no excluye al ser humano más cercano y más débil: el hijo antes de nacer.
Sólo cuando decimos un “no” decidido al aborto damos un importante paso para garantizar a todas las mujeres (sin exclusiones) el respeto a la propia integridad física, también cuando son un embrión de pocas semanas. Porque ese “no”, para ser coherente y completo, deberá estar acompañado con ayudas concretas y eficaces para las mujeres que inician un embarazo en situaciones de dificultad.
Evitaremos así imposiciones arbitrarias e injustas, y permitiremos que nazcan tantos miles de seres humanos que merecen ser respetados en sus derechos fundamentales, entre ellos el derecho básico a vivir, respirar y ser acogidos en un mundo a la medida de todos, sin exclusiones. FP
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Evangelio del Viernes 29 de Septiembre
Día Litúrgico: Viernes XXV (A) del tiempo ordinario
Texto del Evangelio (Jn 1,47-51): En aquel tiempo, vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él: «Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño». Le dice Natanael: «¿De qué me conoces?». Le respondió Jesús: «Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi». Le respondió Natanael: «Rabbí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel». Jesús le contestó: «¿Por haberte dicho que te vi debajo de la higuera, crees? Has de ver cosas mayores». Y le añadió: «En verdad, en verdad os digo: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre».
«Veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre»
Comentario: + Cardenal Jorge MEJÍA Archivista y Bibliotecario de la S.R.I. (Città del Vaticano, Vaticano)
Hoy, en la fiesta de los Santos Arcángeles, Jesús manifiesta a sus Apóstoles y a todos, la presencia de sus ángeles y la relación que con Él tienen. Los ángeles están en la gloria celestial, donde alaban perennemente al Hijo del hombre, que es el Hijo de Dios. Lo rodean y están a su servicio.
«Subir y bajar» nos recuerda el episodio del sueño del Patriarca Jacob, quien dormido sobre una piedra durante su viaje a la tierra de origen de su familia (Mesopotamia), ve a los ángeles que “bajan y suben” por una misteriosa escalera que une el cielo y la tierra, mientras Dios mismo está de pié junto a él y le comunica su mensaje. Notemos la relación entre la comunicación divina y la presencia activa de los ángeles.
Así, Gabriel, Miguel y Rafael aparecen en la Biblia como presentes en las vicisitudes terrenas y llevando a los hombres —como nos dice san Gregorio el Grande— las comunicaciones, mediante su presencia y sus mismas acciones, que cambian decisivamente nuestras vidas. Se llaman, precisamente, “arcángeles”, es decir, príncipes de los ángeles, porque son enviados para las más grandes misiones.
Gabriel fue enviado para anunciar a María Santísima la concepción virginal del Hijo de Dios, que es el principio de nuestra redención (cf. Lc 1). Miguel lucha contra los ángeles rebeldes y los expulsa del cielo (cf. Ap 12). Nos anuncia, así, el misterio de la justicia divina, que también se ejerció en sus ángeles cuando se rebelaron, y nos da la seguridad de su victoria y la nuestra sobre el mal. Rafael acompaña a Tobías “junior”, lo defiende y lo aconseja y cura finalmente al padre Tobit (cf. Tob). Por esta vía, nos anuncia la presencia de los ángeles junto a cada uno de nosotros: el ángel que llamamos de la Guarda.
Aprendamos de esta celebración de los arcángeles que “suben y bajan” sobre el Hijo del hombre, que sirven a Dios, pero le sirven en beneficio nuestro. Dan gloria a la Trinidad Santísima, y lo hacen también sirviéndonos a nosotros. Y, en consecuencia, veamos qué devoción les debemos y cuánta gratitud al Padre que los envía para nuestro bien.
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miércoles, 27 de septiembre de 2017
No hay desesperación tan absoluta...
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El tiempo 06
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28 de Septiembre - Exuperio
Exuperio, Santo
Obispo, 28 de Septiembre
Martirologio Romano: En Toulouse, de Aquitania (hoy Francia), san Exuperio, obispo, que dedicó una basílica en honor de san Saturnino, defendió acérrimamente su ciudad ante la invasión de los bárbaros y, al decir de san Jerónimo, fue tan parco consigo mismo como dadivoso con los demás (post 411).
Es probable que Exuperio haya nacido en Arreau, localidad de los Altos Pirineos, donde hay una capilla erigida en su honor, que es centro de peregrinaciones. Exuperio llegó a ocupar la sede episcopal de Toulouse, alrededor del año 405, cuando murió el obispo San Silvio. Durante su gobierno, terminó la construcción de la gran iglesia de San Saturnino (Sernin) que había iniciado su predecesor. La generosidad parece haber sido su virtud característica. Con frecuencia, enviaba presentes a los monjes de Egipto y Palestina, con lo cual se conquistó el agradecimiento de San Jerónimo, quien le dedicó su comentario sobre Zacarías y, con referencia a la famosa caridad de Exuperio, escribió estas palabras: “Para aliviar el hambre de los pobres, la sufre él mismo. La palidez de su rostro muestra el rigor de sus ayunos, pero aún se duele por el hambre de los demás. Todo lo que tiene, lo da a los pobres de Cristo; pero muy rico es el que lleva el Cuerpo del Señor en un cesto de mimbre y Su Sangre en un frasco de vidrio. Su caridad no conoce límites; busca sus objetivos en las partes más remotas y aún los solitarios de Egipto llegaron a sentir sus benéficos efectos”. Por cierto, que lo mismo en su sede que fuera de ella, había un amplio campo para que se ejerciera la caridad de Exuperio, puesto que, por aquel entonces, las Calías sufrían la desolación de las invasiones de los vándalos.
San Exuperio escribió al Papa Inocencio I para pedirle instrucciones sobre diversos asuntos de la disciplina y para solicitarle algunas aclaraciones sobre los cánones referentes a las Sagradas Escrituras. Como respuesta, el Pontífice le envió una lista de los auténticos libros de la Biblia, tal como por aquel entonces se tomaban en Roma y, como se ha podido comprobar, aquella lista era exactamente igual a la actual, incluso los libros deuterocanónicos. Se desconocen el lugar y la fecha de la muerte del obispo Exuperio y se tiene entendido que, antes de morir, estuvo en el exilio. San Paulino de Nola se refiere a él como a uno de los más ilustres obispos de la Iglesia en las Calías y, hacia mediados del siglo sexto, se la tributaban los mismos honores que a San Saturnino en la iglesia de Toulouse.
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Una cuestión inexcusable
Algunos consideran que el embrión es un adulto en potencia, necesitado de cierto respeto, pero apenas hacen nada por protegerlo. Utilizan la expresión en potencia como una curiosa pirueta del lenguaje, puesto que manipular un ser humano en potencia es manipular un ser humano, de la misma manera que manipular un bebé -es un adulto en potencia- es también manipular a un ser humano.
El hecho de que un ser humano esté aún en proceso de formación no atenúa un ápice la responsabilidad de eventuales manipulaciones, sino más bien lo contrario: tiene el agravante de ser la violación de un indefenso. Para llegar a unas normas éticas serias sobre la vida humana, es necesario precisar qué es el hombre. Y ahí acaba siempre por plantearse una cuestión inexcusable: una de dos, o el hombre es digno del máximo respeto -y más cuando está comenzando a existir bajo la forma misteriosa y frágil de un embrión-, o no es más que un conglomerado de partículas, en cuyo caso no hay objeción alguna a que se manipule para un supuesto provecho y mejoramiento de la especie, como se hace con los animales o las plantas.
Quizá corresponda a la presente generación, por el momento histórico actual, pronunciarse con vigor sobre la esencia misma del hombre, defender aquello que lo hace diferente de los animales y condenar las prácticas que pretenden manipularlo desde su concepción, o incluso antes, actuando sobre sus células reproductivas.
No se trata de ciencia-ficción ni de pesadillas apocalípticas. La programación de abortos para trasplantes de células fetales mediante vivisección, el alquiler de vientres maternos, la utilización industrial de embriones, la clonación, la implantación de embriones humanos en animales para la gestación, la creación de híbridos de células animales y humanas, etc., son problemas hoy muy reales, como reales son las serias consecuencias que tienen y pueden tener más adelante para el hombre.
Quizá se acuse a las normas éticas de que limitan la investigación y entorpecen el progreso de la ciencia. Pero nunca esa justificación será excusa para dejar campo libre a que una multitud de manipuladores se entregue a las experiencias más degradantes. AA
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Evangelio del Jueves 28 de Septiembre
Día Litúrgico: Jueves XXV (A) del tiempo ordinario
Texto del Evangelio (Lc 9,7-9): En aquel tiempo, se enteró el tetrarca Herodes de todo lo que pasaba, y estaba perplejo; porque unos decían que Juan había resucitado de entre los muertos; otros, que Elías se había aparecido; y otros, que uno de los antiguos profetas había resucitado. Herodes dijo: «A Juan, le decapité yo. ¿Quién es, pues, éste de quien oigo tales cosas?». Y buscaba verle.
«Buscaba verle»
Comentario: Rev. P. Jorge R. BURGOS Rivera SBD (Cataño, Puerto Rico)
Hoy el texto del Evangelio nos dice que Herodes quería ver a Jesús (cf. Lc 9,9). Ese deseo de ver a Jesús le nace de la curiosidad. Se hablaba mucho de Jesús por los milagros que iba realizando a su paso. Muchas personas hablaban de Él. La actuación de Jesús trajo a la memoria del pueblo diversas figuras de profetas: Elías, Juan el Bautista, etc. Pero, al ser simple curiosidad, este deseo no trasciende. Tal es el hecho que cuando Herodes le ve no le causa mayor impresión (cf. Lc 23,8-11). Su deseo se desvanece al verlo cara a cara, porque Jesús se niega a responder a sus preguntas. Este silencio de Jesús delata a Herodes como corrupto y depravado.
Nosotros, al igual que Herodes, seguramente hemos sentido, alguna vez, el deseo de ver a Jesús. Pero ya no contamos con el Jesús de carne y hueso como en tiempos de Herodes, sin embargo contamos con otras presencias de Jesús. Te quiero resaltar dos de ellas.
En primer lugar, la tradición de la Iglesia ha hecho de los jueves un día por excelencia para ver a Jesús en la Eucaristía. Son muchos los lugares donde hoy está expuesto Jesús-Eucaristía. «La adoración eucarística es una forma esencial de estar con el Señor. En la sagrada custodia está presente el verdadero tesoro, siempre esperando por nosotros: no está allí por Él, sino por nosotros» (Benedicto XVI). —Acércate para que te deslumbre con su presencia.
Para el segundo caso podemos hacer referencia a una canción popular, que dice: «Con nosotros está y no lo conocemos». Jesús está presente en tantos y tantos hermanos nuestros que han sido marginados, que sufren y no tienen a nadie que “quiera verlos”. En su encíclica Dios es Amor, dice el Papa Benedicto XVI: «El amor al prójimo enraizado en el amor a Dios es ante todo una tarea para cada fiel, pero lo es también para toda la comunidad eclesial». Así pues, Jesús te está esperando, con los brazos abiertos te recibe en ambas situaciones. ¡Acércate!
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martes, 26 de septiembre de 2017
Oremos por México
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Un libro es...
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Ser amable...
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Humildad 07
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El peligro del formalismo y legalismo
1. En el Evangelio, Jesús se enfrenta de nuevo con los fariseos. Para gran escándalo de ellos, Él se presenta como dueño del sábado. Así nos manifiesta que lo importante no es la ley, sino el espíritu de la ley; que lo decisivo no es el cumplimiento al pie de la letra, sino el amor al Legislador.
2. En el Antiguo Testamento vemos los preceptos de la ley respecto al sábado. De ahí se llegó a un minucioso catálogo de acciones lícitas y prohibidas para este día sagrado.
Arrancar espigas, lo que hicieron los apóstoles caía bajo la prohibición de cosechar en sábado. Curar una mano paralizada era practicar la medicina en sábado, cosa igualmente prohibida.
Los fariseos habían inventado un código de prácticas y prohibiciones tan ingenioso que bastaba con respetarlo para estar en regla con Dios. No interesaba ya que el corazón estuviera endurecido, ni la fe apagada: lo único importante eran los gestos y ritos.
Entendemos bien que así la fidelidad a la letra hizo olvidar el espíritu de la ley.
3. Jesús, en cambio, nos manifestó, por su actitud, la libertad cristiana frente a la letra de la ley. Él nos descubre, más allá de ello, la intención de Dios en la institución del sábado. “El sábado ha sido hecho para el hombre y no el hombre para el sábado”.
El día del descanso libera al hombre de su carga diaria. Es un regalo de Dios para alegría del hombre. Y, además, debe hacerlo libre para Dios. Pero ser libre para Dios significa mucho más que el observar preceptos y ritos. No está libre para Dios quien por tantos ritos no ve ya al hombre, su hermano. Por eso, hacer el bien - como lo hizo Jesús en el Evangelio de hoy - no rompe el descanso del sábado. El amor el prójimo no admite descanso.
4. Ahora la pregunta es: ¿Qué quiere decirnos Cristo a nosotros por medio de este Evangelio de hoy? Me parece que Él quiere nuestra atención sobre un peligro inherente del cristianismo: el peligro del formalismo y del legalismo. Es el peligro de toda religión: realizar fiestas y ritos, pero sin cambiar en nada la vida de cada día, sin cambiar en nada la actitud frente a Dios y a los demás.
5. Así es como el cristianismo muere. El mayor enemigo de la Iglesia no es el odio, ni la persecución. Al contrario, estas adversidades son un estímulo y una ocasión para renovarnos. Tampoco lo es el pecado, porque todo pecado puede convertirse en una falta bendita, gracias al arrepentimiento y el perdón.
El mayor enemigo del cristianismo es la rutina. Ella se insinúa sin que nos demos cuenta.
Es ella la que reseca el corazón y corrompe los mejores anhelos. La rutina nos hace rezar sin respeto, nos hace asistir a misa sin gozo, sin acción de gracias y sin provecho. Nos hace venir a la Iglesia con el corazón cerrado y nos obliga a marcharnos tal como hemos llegado.
6. Sin embargo, creemos que estamos asegurando nuestra salvación yendo a misa todos los domingos. Pero de nada nos servirá el haber asistido a misa, si al salir no ha cambiado nada en nuestro corazón, en nuestra conducta, en nuestras costumbres.
¿Para qué comulgar con el Cuerpo de Cristo y encontrarse en Él con todos sus miembros, nuestros hermanos, si al salir quedamos guardando rencor contra uno de ellos, si no nos amamos un poco más que antes, si no nos sentimos más cerca unos de otros? ¡Qué así sea! NS
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Evangelio del Miércoles 27 de Septiembre
Día Litúrgico: Miércoles XXV (A) del tiempo ordinario
Texto del Evangelio (Lc 9,1-6): En aquel tiempo, convocando Jesús a los Doce, les dio autoridad y poder sobre todos los demonios, y para curar enfermedades; y los envió a proclamar el Reino de Dios y a curar. Y les dijo: «No toméis nada para el camino, ni bastón, ni alforja, ni pan, ni plata; ni tengáis dos túnicas cada uno. Cuando entréis en una casa, quedaos en ella hasta que os marchéis de allí. En cuanto a los que no os reciban, saliendo de aquella ciudad, sacudid el polvo de vuestros pies en testimonio contra ellos». Saliendo, pues, recorrían los pueblos, anunciando la Buena Nueva y curando por todas partes.
«Convocando Jesús a los Doce, les dio autoridad y poder sobre todos los demonios,
y para curar enfermedades»
Comentario: Rev. D. Jordi CASTELLET i Sala (Sant Hipòlit de Voltregà, Barcelona, España)
Hoy vivimos unos tiempos en que nuevas enfermedades mentales alcanzan difusiones insospechadas, como nunca había habido en el curso de la historia. El ritmo de vida actual impone estrés a las personas, carrera para consumir y aparentar más que el vecino, todo ello aliñado con unas fuertes dosis de individualismo, que construyen una persona aislada del resto de los mortales. Esta soledad a la que muchos se ven obligados por conveniencias sociales, por la presión laboral, por convenciones esclavizantes, hace que muchos sucumban a la depresión, las neurosis, las histerias, las esquizofrenias u otros desequilibrios que marcan profundamente el futuro de aquella persona.
«Convocando Jesús a los Doce, les dio autoridad y poder sobre todos los demonios, y para curar enfermedades» (Lc 9,1). Males, estos, que podemos identificar en el mismo Evangelio como enfermedades mentales.
El encuentro con Cristo, que es la Persona completa y realizada, aporta un equilibrio y una paz que son capaces de serenar los ánimos y de hacer reencontrar a la persona con ella misma, aportándole claridad y luz en su vida, bueno para instruir y enseñar, educar a los jóvenes y a los mayores, y encaminar a las personas por el camino de la vida, aquélla que nunca se ha de marchitar.
Los Apóstoles «recorrían los pueblos, anunciando la Buena Nueva» (Lc 9,6). Es ésta también nuestra misión: vivir y meditar el Evangelio, la misma palabra de Jesús, a fin de dejarla penetrar en nuestro interior. Así, poco a poco, podremos encontrar el camino a seguir y la libertad a realizar. Como ha escrito San Juan Pablo II, «la paz ha de realizarse en la verdad (...); ha de hacerse en la libertad».
Que sea el mismo Jesucristo, que nos ha llamado a la fe y a la felicidad eterna, quien nos llene de su esperanza y amor, Él que nos ha dado una nueva vida y un futuro inagotable.
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lunes, 25 de septiembre de 2017
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26 de Septiembre - Lucía de Caltagirone
Lucía de Caltagirone, Beata
Terciaria Franciscana, 26 de Septiembre
Martirologio Romano: En Salerno, de la Campania, en Italia, beata Lucía de Caltagirone, virgen de la Tercera Orden Regular de San Francisco (1400).
Lucía nació en Caltagirone, Sicilia, hacia el año 1360. Sus padres la educaron en la piedad y ella supo maravillosamente corresponder a sus esperanzas. Ellos eran devotos de San Nicolás de Bari y experimentaron varias veces su protección. Un día en que Lucía se subió a una higuera para recoger frutas fue sorprendida por un furioso temporal con granizo y rayos. Un rayo cayó sobre el árbol donde estaba Lucía, la cual se precipitó a tierra medio muerta. En su mente vio perfilarse la figura de un santo anciano, San Nicolás de Bari, quien la tomaba de una mano y la entregaba de nuevo a la familia.
Hacia los 13 años abandonó su pueblo natal en Sicilia para seguir a una piadosa terciaria
franciscana de Salerno. Al poco tiempo se le murió esta guía espiritual y Lucía entró en un convento salernitano de Hermanas que seguían la regla franciscana. Allí se distinguió por la fiel práctica de sus deberes y en especial por el amor a la penitencia, a la cual se había comprometido para expiar los pecados de la humanidad, y sobre todo por una más íntima participación en los dolores de Cristo. Por algún tiempo ejerció el oficio de maestra de novicias. La fama de su virtud se difundió. Muchos recurrían a ella para pedirle oraciones y consejo. Dedicaba mucho tiempo a la oración, a la meditación y a la contemplación de las cosas del cielo. A menudo flagelaba su cuerpo virginal; la desnuda tierra le servía de lecho; un poco de pan y agua eran su sustento diario.
Los nobles acudían a ella, y ella consolaba a los afligidos, llamaba a penitencia a los pecadores, edificaba a los piadosos. Dios confirmó con prodigios su santidad. Había llegado a los cuarenta años y ya estaba lista para el cielo. Su vida austera, los prolongados y dolorosos sufrimientos minaron su salud. A la invitación del esposo celestial, su alma gozosa voló al Paraíso para unirse al coro de las Vírgenes a las cuales ha sido dado seguir al Cordero divino.
Lucía, terciaria regular, murió en Salerno el año 1400. Después de su muerte obró diversos prodigios. El culto y la veneración hacia ella siempre fueron extendiéndose en el pueblo salernitano y en las regiones vecinas hasta que el Sumo Pontífice León X el 4 de junio de 1514 concedió en su honor el oficio y la misa.
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