Sergio de Radonezh, Santo
Abad, 25 de Septiembre
Martirologio Romano: En el monasterio de la Santísima Trinidad, en la región de Moscú, en Rusia, san Sergio de Radonezh, que elegido como abad, propagó la vida eremítica y cenobítica que él había practicado primero, y hombre de carácter afable, fue consejero de príncipes y consolador de fieles cristianos (†1392).
Fecha de canonización: En el año 1449, siendo Papa Nicolás V.
San Sergio de Radonezh es uno de los santos más venerados en toda Rusia. Nació en el año de 1319 en la familia de los muy distinguidos nobles y piadosos Cirilo y María. Desde muy temprana edad Bartolomé, nombre con el que fue bautizado, deseaba consagrar toda su vida al servicio de Dios. Sin embargo, Cirilo y María por mucho tiempo desaprobaron que su hijo se entregara a la vida monástica. Sólo un poco antes del deceso de sus padres, san Sergio y su hermano mayor, Esteban, se retiraron a una colina perdida en la espesura del bosque. El futuro Santo Patrono de Rusia contaba entonces con apenas 23 años.
Con sus propias manos, los hermanos construyeron en este sitio una iglesia y un aposento, consagradas a la Santísima Trinidad. La vida en el retiro no fue nada fácil para Esteban, el hermano mayor de san Sergio y muy pronto se alejó de esos lugares. El Santo se quedó en completa soledad y con mayor celo se entregó al ayuno y a la oración. Muy pronto se cumplieron los más anhelados deseos del joven: Mitrofan, el padre superior de uno de los monasterios cercanos, le entregó los hábitos. San Sergio no pasaba ninguna hora del día en vano o en la ociosidad. Combinaba sabiamente la oración y el trabajo, el canto de los Salmos y la lectura de los libros sagrados, cada vez más iba en aumento su erudición y cada día de su vida se acercaba más y más a Cristo.
Cada paso en su vida monástica procuraba llevarlo a cabo tomando ejemplo de lo escrito por los devotos de los primeros siglos del cristianismo tales como: los Santos Antonio y Macario Magnos; san Juan Clímaco, el abad Doroteo y muchos otros más. San Sergio también era muy devoto de los primeros prosélitos del monaquismo ruso: Antonio y Teodosio Pecherski y a sus innumerables seguidores. El Santo se esforzaba por lograr en su vida aquel ideal de santidad, que habían logrado todos ellos, marchando siempre hacia Dios por el camino riguroso de la concordancia con las enseñanzas de nuestro Salvador. Valerosamente, resistió toda tentación, con su mirada fija en el Cristo celestial y se entregaba con todas sus fuerzas en búsqueda de Dios, objetivo único en la vida de todo hombre.
Pese a que San Sergio no lo buscara, por todas las ciudades cercanas y lejanas se propagó el rumor de que en el bosque de Radonezh vivía un extraordinario hombre muy devoto. Muy pronto el Santo comenzó a rodearse de personas ansiosas por ser salvadas bajo su guía. San Sergio, por el deseo insistente de sus discípulos, se convierte en sacerdote y superior del monasterio fundado por él mismo.
En la biografía del Santo, compuesta por su discípulo, Epifanio el Sabio, hay muchas referencias a la humildad que adornaba a San Sergio, veamos uno de esos relatos: En una ocasión, en vida de san Sergio, llegó al convento un campesino que había escuchado acerca de las proezas y la gloria del padre superior. El hombre pidió a un hermano que le mostrara al padre Sergio. Los monjes le señalaron a un hombre de edad avanzada con vestiduras remendadas y muy sencillas que estaba arrimando unas tablas al lado de la barda del monasterio. El campesino incrédulo y exaltado, exclamó: “¡Se burlan de mí! Yo vine hasta aquí para ver a un ilustre padre, opulentamente vestido, rodeado de servidumbre y ustedes me enseñan a un campesino cualquiera, seguramente el más ínfimo del monasterio”. San Sergio al escuchar las quejas del visitante, abandonó su tarea, amablemente lo saludó y lo invitó a pasar al comedor. Le dijo entonces: “No te aflijas hermano, –lo consoló el Santo– Dios es tan benevolente en su casa, que nadie sale de ella con angustia. Y muy pronto Él te mostrará a aquél al que buscas”. En el momento de su charla, al monasterio llegó un príncipe rodeado de un numeroso séquito. El príncipe se tiró a los pies del hombre de Dios, pidiendo su bendición. Entonces el campesino entendió de quien se trataba ese humilde hortelano. Después de la partida del príncipe, con lágrimas rogaba a san Sergio le perdonara por su osadía e ignorancia. “No te aflijas, hijo mío –le dijo el humilde padre–, solamente tú me has juzgado cabalmente, ya que más bien los equivocados son ellos”.
La dirección del monasterio no le atraía mucho a san Sergio, más bien le agobiaba. Cuando al convento llegó la discordia y ante el intento de sublevación de algunos monjes en contra de su superior, san Sergio abandonó el monasterio estableciéndose en la espesura del bosque a la orilla del río Kirzhach. Sólo después de 3 o 4 años ante la intervención del padre Alejo de Moscú, regresó san Sergio a su convento.
San Sergio falleció el 25 de septiembre de 1392. Antes de su muerte, dispuso a los hermanos, ante todo, preservar con rigurosidad la fidelidad a la ortodoxia de la fe. El Santo encomendó también preservar la vida en comunión, la pureza espiritual y corporal, alejarse de los malos deseos, la abstención en la comida y la bebida, tener la aplicación hacia la humildad y el peregrinaje.
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