La montaña de basura
La montaña de basura (22-12-13)
Un día antes de pasar el camión de la basura el padre de Jaime ayudaba a hacer sus tareas en la casa. “Detesto hacer esto”, dijo Jaime, en tanto que clasificaba y colocaba las latas en un bote de basura y las botellas en otro.
- “Sería más fácil si no hubieras dejado acumular todo lo de una semana”, replicó su padre.
- “Me gustaba mucho más cuando tirábamos toda la basura en una de esas grandes bolsas de plástico”, dijo Jaime refunfuñando.
- “Pues si no reciclamos la basura todo lo más que podamos muy pronto llegará el momento en que ya no habrás más espacios en los basureros”, le dijo su padre.
- “Sí, yo lo sé”, dijo Jaime asintiendo con la cabeza. “El autobús del colegio pasa todos los días por un botadero de basura. Siempre se ve una montaña inmensa de basura. Los muchachos de la escuela le dicen la montaña de basura”.
- “¿Qué es eso que hay allá?”, preguntó el padre señalando hacia una bolsa de papel color café.
- “Ah, son algunas cosas que no supe cómo clasificar”, dijo entre dientes. “Después me ocuparé de eso”.
- “Veamos qué tenemos aquí “, dijo el padre. “¡Hmmmm. Discos, algunos casetes y revistas ¡Show! Estas revistas de verdad son basura. ¿Las has estado leyendo?”
- “Algunos de los muchachos me las dieron”, contestó Jaimito avergonzado.
- “¿Te gustan esas cosas?, preguntó el padre.
- “Al leerlas en un principio me hacían sentir como un adulto”, admitió Jaime. “Pero luego no me gustaron las cosas que venían a mi mente. Voy a botar todas esas cosas y no volveré a aceptar algo por el estilo”.
- “Me alegro”, dijo el padre. “Cosas como esas pueden hacer que tu mente y tu corazón se llenen de tanta basura que pueden desplazar a Dios”.
¿QUÉ TAL NOSOTROS?
¿Hemos botado toda la basura de nuestra vida? Aseguremos de que nuestros libros, revistas, casetes y programas de televisión no sean los equivocados. Pidamos a Dios que nos diga de qué tenemos que deshacernos. Él nos guiará al orar y leer la Biblia.
No llenemos la vida de montañas de basura.
Limpiémonos de toda contaminación de carne y del espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios. 2 Corintios 7:1
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