miércoles, 11 de febrero de 2015

Jueces 6

Jueces 6: Capítulo 6

Gedeón y Abimélec: la opresión de los madianitas
1 Los israelitas hicieron lo que es malo a los ojos del Señor, y él los entregó en manos de Madián durante siete años.
2 Los madianitas oprimieron a Israel, y para librarse de ellos, los israelitas se hicieron escondites en las cuevas de las montañas, en las cavernas y en los lugares escarpados.
3 Cada vez que Israel sembraba, venían los madianitas, los amalecitas y los Orientales, y los invadían.
4 Acampaban frente a ellos y destruían los productos del suelo hasta los confines de Gaza. No dejaban víveres, ovejas, bueyes ni asnos en Israel,
5 porque subían con su ganado y sus tiendas de campaña, y eran numerosos como langostas. Tanto ellos como sus camellos eran incontables, y entraban en el país para devastarlo.
6 Israel quedó muy debilitado a causa de Madián, y los israelitas clamaron al Señor.

Intervención de un profeta
7 Cuando los israelitas clamaron al Señor a causa de Madián,
8 el Señor les envió un profeta, que les habló en estos términos: «Así habla el Señor, el Dios de Israel: Yo los hice subir de Egipto y los saqué de un lugar de esclavitud;
9 los libré del poder de los egipcios y de las manos de sus opresores. Los expulsé a ellos para entregarles a ustedes su territorio.
10 Y también les dije: «Yo soy el Señor, su Dios. No adoren a los dioses de los amorreos, en cuyo territorio habitan». Pero ustedes no escucharon mi voz».

Vocación de Gedeón
11 El Ángel del Señor fue a sentarse bajo la encina de Ofrá, que pertenecía a Joás de Abiézer. Su hijo Gedeón estaba moliendo trigo en el lagar, para ocultárselo a los madianitas.
12 El Ángel del Señor se le apareció y le dijo: «El Señor está contigo, valiente guerrero».
13 «Perdón, señor, le respondió Gedeón; pero si el Señor está con nosotros, ¿por qué nos sucede todo esto? ¿Dónde están todas esas maravillas que nos contaron nuestros padres, cuando nos decían: «El Señor nos hizo subir de Egipto?» Pero ahora él nos ha desamparado y nos ha entregado en manos de Madián».
14 El Señor se volvió hacia él y le dijo: «Ve, y con tu fuerza salvarás a Israel del poder de los Madianitas. Soy yo el que te envío».
15 Gedeón le respondió: «Perdón, Señor, pero ¿cómo voy a salvar yo a Israel, si mi clan es el más humildes de Manasés y yo soy el más joven en la casa de mi padre?».
16 «Yo estaré contigo, le dijo el Señor, y tú derrotarás a Madián como si fuera un solo hombre».
17 Entonces Gedeón respondió: «Señor, se he alcanzado tu favor, dame una señal de que eres realmente tú el que está hablando conmigo.
18 Te ruego que no te muevas de aquí hasta que yo regrese. En seguida traeré mi ofrenda y la pondré delante de ti». El Señor le respondió: «Me quedaré hasta que vuelvas».
19 Gedeón fue a cocinar un cabrito y preparó unos panes sin levadura con una medida de harina. Luego puso la carne en una canasta y el caldo en una olla; los llevó debajo de la encina y se los presentó.
20 El Ángel del Señor le dijo: «Toma la carne y los panes ácimos, deposítalos sobre esta roca y derrama sobre ellos el caldo». Así lo hizo Gedeón.
21 Entonces el Ángel del Señor tocó la carne y los panes ácimos con la punta del bastón que llevaba en la mano, y salió de la roca un fuego que los consumió. En seguida el Ángel del Señor desapareció de su vista.
22 Gedeón reconoció entonces que era el Ángel del Señor, y exclamó: ¡Ay de mí, Señor, porque he visto cara a cara al Ángel del Señor!».
23 Pero el Señor le respondió: «Quédate en paz. No temas, no morirás».
24 Gedeón erigió allí un altar al Señor y lo llamó: «El Señor es la paz». Todavía hoy se encuentra ese altar en Ofrá de Abiézer.

Destrucción del altar del Baal
25 Aquella misma noche, el Señor dijo a Gedeón: «Toma el novillo de tu padre y otro toro de siete años. Luego destruirás el altar del Baal que pertenece a tu padre y cortarás el poste sagrado que está junto a él.
26 Después edificarás al Señor, tu Dios, en la cima de esta altura escarpada, un altar muy bien construido. Entonces tomarás el otro toro y lo ofrecerás en holocausto, con la leña del poste sagrado».
27 Gedeón reunió a diez de sus servidores e hizo lo que el Señor le había dicho. Pero por temor a su familia y a la gente de la ciudad, en lugar de hacerlo de día, lo hizo durante la noche.
28 A la mañana siguiente, toda la gente vio que el altar del Baal estaba destruido y que habían cortado el poste sagrado que estaba junto a él. Vieron también que un novillo había sido ofrecido en holocausto sobre el altar que acababa de ser edificado.
29 Entonces se preguntaron: « ¿Quién habrá hecho esto?». Después de averiguarlo, supieron que había sido Gedeón, el hijo de Joás.
30 En seguida dijeron a Joás: «Trae aquí a tu hijo. ¡El debe morir, porque ha derribado el altar del Baal y ha cortado el poste sagrado que estaba junto a él!».
31 Pero Joás respondió a los que estaban delante de él: « ¿Acaso a ustedes les corresponde defender al Baal? ¿Son ustedes los que tienen que salvarlo? Si Baal es Dios, que se defienda solo, ya que Gedeón derribó su altar. El que pretenda defenderlo, morirá antes del amanecer».
32 Por eso, a partir de ese momento, Gedeón se llamó Ierubaal, porque decían» « ¡Que Baal se defienda de él, ya que él derribó su altar!».

Preparativos para el combate
33 Todo Madián, Amalec y los Orientales se reunieron de común acuerdo, cruzaron el Jordán y acamparon en la llanura de Izreel.
34 Entonces el espíritu del Señor descendió sobre Gedeón: el tocó la trompeta, y los de Abiézer se reunieron detrás de él.
35 Envió mensajeros por todo el territorio de Manasés, y ellos también se le unieron. Lo mismo hizo en Aser, en Zabulón y en Neftalí, y todos ellos acudieron al encuentro.

La prueba del vellón de lana
36 Gedeón dijo a Dios: «Si realmente vas a salvar a Israel por mi intermedio, como lo has prometido, concédeme esto:
37 Yo voy a tender un vellón de lana sobre la era; si cae rocío solamente sobre el vellón, y todo el resto queda seco, sabré que tú salvarás a Israel por mi intermedio, como lo has dicho».
38 Así sucedió: Gedeón se levantó de madrugada, exprimió el vellón para sacarle el rocío y llenó con él una copa de agua.
39 Después le dijo a Dios: «No te enojes conmigo si me atrevo a hablarte nuevamente. Quisiera hacer otra prueba con el vellón: Que sólo el vellón quede seco y todo el suelo se cubra de rocío».
40 Así lo hizo Dios aquella noche: sólo el vellón quedó seco, mientras que el suelo estaba cubierto de rocío.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario