Celia Guérin, Santa
Madre y Esposa, 28 de Agosto
Martirologio Romano: En Burdeos, Francia, beata Celia Guérin, esposa de Luis Martin y madre de santa Teresa del Niño Jesús, que con su marido son ejemplo de matrimonio cristiano († 1877).
Fecha de beatificación: S.S. Benedicto XVI la declaró beata de la Iglesia, junto a su esposo Luis Martin, el día 19 de Octubre de 2008.
Fecha de canonización: 18 de octubre de 2015, por el Papa Francisco.
Celia, hija del fin del siglo XIX, heredera de su época
Segunda hija de Isidoro Guerin y de Luisa-Juana Macé, Acelia María Guerin (siempre se la llamará Celia) nació el 23 de diciembre de 1831 en Gandelain, que pertenecia a Saint Denis sur Sarthon, en el Orne donde su padre, antiguo soldado del imperio, se había alistado en la gendarmería.
Fue bautizada al día siguiente de su nacimiento en la Iglesia de Saint Denis sur Sarthon. Una hermana, dos años mayor que ella, fue religiosa en la Visitación de Mans con el nombre de Sor María Dositea. Diez años después nació el único hermano, Isidoro, que fue el niño mimado de la familia.
Ella misma, en una carta a su hermano, define su infancia y juventud como: « tristes como una mortaja, pues si mi madre te mimaba, para mí, tú lo sabes, era demasiado severa; era muy buena pero no sabía darme cariño, así que sufrí mucho. »
Esta educación marcará su carácter, su manera muy (¿demasiado?) escrupulosa de vivir su espiritualidad.
Celia, mujer activa, directora de empresa, comprometida con la justicia…
Después de terminar sus estudios en el convento de la Adoración Perpetua, calle Lancrel, en Alençon, se sintió llamada a la vida religiosa pero, ante la negativa de la superiora, se orientó hacia la formación profesional iniciándose con gran éxito en la fabricación del famoso encaje de Alençon. Hacia finales de 1853 se instaló como « fabricante de encaje de Alençon » en la calle San Blas, número 36 y dio trabajo a domicilio a unas encajeras. La calidad de su trabajo hizo que su taller alcanzara mucha fama. Las relaciones que tuvo con su personal laboral, al que decía era preciso amar como a los miembros de su propia familia, con los vecinos y conocidos, nos la muestra siempre dispuesta a combatir las injusticias y a sostener a las personas que tenían necesidad. La doctrina evangélica conduce sus acciones.
Celia, amante esposa
En el mes de abril de 1858, Celia Guerin se cruza en el puente San Leonardo con un joven cuyo porte le impresiona… Es el relojero Luis Martin. Tres meses más tarde, el 12 de julio de 1858, tuvo lugar el matrimonio civil a las diez de la noche y, dos horas más tarde, ya 13 de julio y en la intimidad, se celebró el matrimonio religioso en la iglesia de Nuestra Señora bajo la presidencia del abate Hurel, párroco de San Leonardo. El amor que sentía por su marido se puede ver en sus cartas: « Tu mujer que te ama más que a su vida » , « Te abrazo tanto como te amo ». Y esto no son sólo palabras: su más grande alegría fue estar juntos y compartir la vida cotidiana bajo la mirada de Dios.
Celia madre gozosa y probada
Celia experimentará alegrías y sufrimientos al ritmo en el que tienen lugar los nacimientos y las muertes en la familia. Así podemos leer en su correspondencia: « Amo a los niños con locura, he nacido para tenerlos… », Luego, después del nacimiento de Teresita, su última hija: « He sufrido mucho en mi vida ». La educación de sus hijas moviliza toda la energía de su corazón. La confianza era el alma de esta educación. Deseaba lo mejor para sus hijos… que fueran santos. Esto no le impide organizar fiestas, juegos… La familia sabe divertirse.
Celia, enferma pero llena de confianza
Desde 1865, un ganglio en el seno derecho que degenerará en un cáncer traerá mucho sufrimiento a Celia. « Si Dios quiere curarme, estaré muy contenta pues, en el fondo de mi corazón, deseo vivir; lo que me cuesta es dejar a mi marido y a mis hijas. Pero, por otra parte, me digo: si no me curo es que, quizá, será más útil que yo me vaya ».
El 28 de agosto de 1877 a las 12, 30 de la noche, rodeada de su marido y de su hermano, Celia entregó su alma a Dios.
Dejemos a Teresita las últimas líneas: “De mamá me gustaba la sonrisa, la mirada profunda que parecía decir: La eternidad me llena de alegría y me atrae. Quiero ir al cielo a ver a Dios”.
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