Llegué ayer del Hospital a mi casa. Hoy es jueves Señor, y voy a estrenar mi silla de ruedas. Voy a ocupar un lugar del cual ya no me moveré.
Hoy es jueves y muchas personas al comenzar el día se habrán levantado de su cama, habrán puesto los pies en el suelo y comenzado a hacer una y mil actividades distintas... seguro que no se han detenido a gustar de ese milagro: ¡poder caminar! A mí me han tenido que traer a esta Capilla para contarte mis “cosas”.
Hoy es jueves Señor, y recuerdo que también era jueves el día en que por primera vez fui a tu encuentro en mi Primera Comunión, después... ¡cuánto brinco, cuántos juegos, cuántas carreras, cuántos bailes...! Y años después, la “palomilla” escogió un día jueves para ir por primera vez un rato a la “disco” de moda...
Hoy es jueves también pero estoy atado a mi silla de ruedas. Voy a estar en ella para siempre. Y hoy, mientras te miro me he puesto a pensar en Ti, Señor, y he sentido que como aquel día de mi Primera Comunión, no soy yo el que voy a Ti. Tú eres el que viene a mí. Te acercas a mí porque sabes de mi sufrimiento, de mi dolor. Y yo te voy a hacer una pregunta, no ¿por qué, por qué a mí? Eso sólo lo sabes Tú. Te voy a preguntar, ¿para qué, para qué me tienes prisionero sin que mis pies vuelvan a pisar el campo, las playas... a correr, a caminar? Y al hacerte esa pregunta queda inherente a ella mi entrega, mi aceptación, porque en mi se está haciendo Tu voluntad. Y sigue la pregunta, ¿para qué este cambio radical en mi vida?
Tu Jesús, me lo vas a decir. Soy todo oídos, mi alma está alerta, mi corazón preparado. Tú me vas a decir qué quieres de mí en esta nueva forma de vida.
Dicen que hay pocos misioneros, que allá en las tierras donde están hace mucho calor, que se enferman, que sufren... que hasta los matan. Yo puedo ser misionero como lo fue la Santa de Lisieux, la pequeña Teresita sin salir del Convento, porque puedo ofrecer mi inmovilidad por el sufrimiento de unos pies hinchados, cansados de caminar por brechas y caminos lodosos para llevar la Palabra del Señor al corazón de los hombres y mujeres que no lo conocen.
Señor, Tú estás junto a mí y ya me estás hablando... porque antes nunca pensé en estas cosas. Mi vida era alocada, vacía estéril... Ahora soy tierra fértil para la semilla de Tu palabra. La llama del dolor quemó en mi corazón toda la mala hierba y ahora lo siento acrisolado y limpio. Soy hombre nuevo.
Hoy es jueves, Señor, y voy a tender las alas de mi espíritu para adorarte aquí, para acompañarte en todos los Sagrarios del mundo, para hacerte compañía en Tu soledad, en Tu eterna espera, en Tu absoluta entrega. También te veo en la Cruz, inmóvil, clavado, así... como estoy yo. Y sin embargo tus manos y tus pies clavados nos vinieron a dar la libertad sobre la esclavitud del pecado. Nos dieron el triunfo sobre la muerte y nos hicieron hombres y mujeres nuevos.
Háblame, Señor, dime qué quieres de mi... Hoy es jueves, Señor, y yo te doy mi dolor y Tu a cambio dame conformidad para mi nueva vida y déjame Tu Paz como el mejor de los regalos. MEdeA
No hay comentarios.:
Publicar un comentario