Entre la gente que sigue y escucha al Señor, no todos tienen el mismo pensar. Algunos quieren utilizar su prestigio para conseguir ventajas materiales. Jesús no quiere ser rey al modo humano, ni tampoco juez de cuestiones temporales. Su misión es más honda; respeta la autonomía de lo creado ante lo religioso. Ocurrió que: “uno de entre la multitud le dijo: Maestro, di a mi hermano que reparta la herencia conmigo. Pero Él le respondió: Hombre, ¿quién me ha constituido juez o repartidor entre vosotros? Y añadió: Estad alerta y guardaos de toda avaricia, porque si alguien tiene abundancia de bienes, su vida no depende de aquello que posee”, “las tierras de cierto hombre rico dieron mucho fruto, y pensaba para sus adentros: ¿qué haré, pues no tengo donde guardar mi cosecha? Y dijo: Esto haré: voy a destruir mis graneros, y construiré otros mayores, y allí guardaré todo mi trigo y mis bienes. Entonces diré a mi alma: alma, ya tienes muchos bienes almacenados para muchos años. Descansa, come, bebe, pásalo bien. Pero Dios le dijo: Insensato, esta misma noche te reclaman el alma; lo que has preparado, ¿para quién será? Así ocurre al que atesora para sí y no es rico ante Dios"(Lc).
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