Compartir, ayudar y motivar son las prioridades de este blog, tratando de iluminar el camino de nuestros semejantes con nuestra pequeña luz interior, basados en tres pilares fundamentales: "Respeto, Humildad y Honestidad"
jueves, 31 de octubre de 2013
Eclesiástico 48
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Único
Único (01-11-13)
La gente de nuestro tiempo acostumbra hablar mediante clichés sin reparar en el hecho que son irreales y negativos. Estos lugares comunes por lo general aparentan ser frases altisonantes, llenas de sabiduría, pero en el fondo no son más que palabras cuidadosamente combinadas para aparentar intelectualidad.
Cuando era chico una señora mayor me enseñó que “las personas nunca cambian verdaderamente, sólo dan una imagen mejorada de sí mismas”. El presidente de un país limítrofe dijo tiempo atrás que mis compatriotas y yo éramos “todos corruptos, desde el primero hasta el último” (cuando esto se hizo público tuvo que viajar a mi nación para pedir disculpas por el trascendido…). Y hace unos meses cierta persona me dijo: “nadie es imprescindible”.
Debo admitir que estoy muy cansado del contenido que encierra este tipo de expresiones. Cansado de tanta generalización, harto de los moldes que establece la sociedad globalizada y disconforme con las mentiras que los medios de comunicación intentan hacernos creer. ¡Cuántos motivos para perdernos en la masa y ser un número más en las estadísticas!
Sin embargo, me alegró mucho redescubrir el inspirador Salmo 139, del famoso rey David. Allí escribió: “Dios mío, tú me conoces muy bien; ¡sabes todo acerca de mí! ¡Jamás podría yo alejarme de tu espíritu, o pretender huir de ti! Tú fuiste quien me formó en el vientre de mi madre, quien formó cada parte de mi cuerpo. Soy una creación maravillosa, y por eso te doy gracias”.
La religión organizada también utiliza frases hechas que pretenden condicionar nuestra forma de pensar y entender a Dios, nuestro Creador. Sin embargo, ¡qué diferencia encontramos en este poema de David, cuando concluye: “Dios mío, mira en el fondo de mi corazón, y pon a prueba mis pensamientos, dime si mi conducta no te agrada, y enséñame a vivir como quieres que yo viva”!
¿Sabe algo? ¡Todos somos imprescindibles! Si usted no existiera, el mundo no sería el mismo, porque fue creado por Dios como una persona única. Esto le otorga un gran privilegio, pero al mismo tiempo la suprema responsabilidad de relacionarse con Él de manera única, porque “sólo hay un
Dios y sólo hay uno que puede ponernos en paz con Dios: el hombre Jesucristo” (1 Timoteo 2:5). ¡Atrévase a vivir esta realidad y su vida cambiará para siempre! CF
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Evangelio del Viernes 01 de Noviembre
Día litúrgico: 1 de Noviembre: Todos los Santos
Texto del Evangelio (Mt 5,1-12a): En aquel tiempo, viendo Jesús la muchedumbre, subió al monte, se sentó, y sus discípulos se le acercaron. Y tomando la palabra, les enseñaba diciendo: «Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos».
Comentario: Mons. F. Xavier CIURANETA i Aymí Obispo Emérito de Lleida (Lleida, España)
«Alegraos y regocijaos»
Hoy celebramos la realidad de un misterio salvador expresado en el “credo” y que resulta muy consolador: «Creo en la comunión de los santos». Todos los santos, desde la Virgen María, que han pasado ya a la vida eterna, forman una unidad: son la Iglesia de los bienaventurados, a quienes Jesús felicita: «Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios» (Mt 5,8). Al mismo tiempo, también están en comunión con nosotros. La fe y la esperanza no pueden unirnos porque ellos ya gozan de la eterna visión de Dios; pero nos une, en cambio el amor «que no pasa nunca» (1Cor 13,13); ese amor que nos une con ellos al mismo Padre, al mismo Cristo Redentor y al mismo Espíritu Santo. El amor que les hace solidarios y solícitos para con nosotros. Por tanto, no veneramos a los santos solamente por su ejemplaridad, sino sobre todo por la unidad en el Espíritu de toda la Iglesia, que se fortalece con la práctica del amor fraterno.
Por esta profunda unidad, hemos de sentirnos cerca de todos los santos que, anteriormente a nosotros, han creído y esperado lo mismo que nosotros creemos y esperamos y, sobre todo, han amado al Padre Dios y a sus hermanos los hombres, procurando imitar el amor de Cristo.
Los santos apóstoles, los santos mártires, los santos confesores que han existido a lo largo de la historia son, por tanto, nuestros hermanos e intercesores; en ellos se han cumplido estas palabras proféticas de Jesús: «Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos» (Mt 5,11-12). Los tesoros de su santidad son bienes de familia, con los que podemos contar. Éstos son los tesoros del cielo que Jesús invita a reunir (cf. Mt 6,20). Como afirma el Concilio Vaticano II, «su fraterna solicitud ayuda, pues, mucho a nuestra debilidad» (Lumen gentium, 49). Esta solemnidad nos aporta una noticia reconfortante que nos invita a la alegría y a la fiesta.
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31 de Octubre - Lucilla de Roma
Lucilla de Roma, Santa | |
Virgen y mártir, 31 de Octubre | |
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miércoles, 30 de octubre de 2013
Eclesiástico 47
Capítulo 47: Eclesiástico 47
Natán
47 1 Después de él surgió Natán, para profetizar en tiempos de David.
David
2 Como se aparta la grasa del sacrificio de comunión, así fue elegido David entre los israelitas.
3 Él jugó con leones como si fueran cabritos y con osos como si fueran corderos.
4 ¿Acaso, siendo joven, no mató a un gigante y extirpó el oprobio del pueblo, cuando lanzó una piedra con la honda y abatió la arrogancia de Goliat?
5 Porque él invocó al Señor, el Altísimo, que fortaleció su brazo para exterminar a un guerrero poderoso y mantener erguida la frente de su pueblo.
6 Por eso, lo glorificaron por los diez mil, y lo alabaron por las bendiciones del Señor, ofreciéndole una diadema de gloria.
7 Porque él destruyó a los enemigos de alrededor y aniquiló a sus adversarios, los filisteos, quebrando su poderío hasta el día de hoy.
8 En todas sus obras rindió homenaje al Santo Altísimo, con palabras de gloria; cantó himnos de todo corazón, mostrando su amor por su Creador.
9 Estableció cantores delante del altar, para que entonaran cantos melodiosos;
10 dio esplendor a las fiestas, y ordenó perfectamente las solemnidades, haciendo que se alabara el santo nombre del Señor y que resonara el Santuario desde el alba.
11 El Señor borró sus pecados y exaltó su poderío para siempre, le otorgó una alianza real y un trono de gloria en Israel.
Salomón
12 Después de él surgió un hijo lleno de saber que, gracias a David, vivió desahogadamente.
13 Salomón reinó en tiempos de paz y Dios le concedió tranquilidad en sus fronteras, a fin de que edificara una Casa a su Nombre y erigiera un Santuario eterno.
14 ¡Qué sabio eras en tu juventud, desbordabas de inteligencia como un río!
15 Tu reputación cubrió la tierra, la llenaste de sentencias enigmáticas;
16 tu renombre llegó hasta las costas lejanas y fuiste amado por haber afianzado la paz.
17 Por tus cantos, tus proverbios y tus sentencias, y por tus interpretaciones, fuiste la admiración del mundo.
18 En nombre del Señor Dios, de aquel que es llamado Dios de Israel, amontonaste el oro como estaño, y como plomo acumulaste la plata.
19 Pero tuviste debilidad por las mujeres y dejaste que dominaran tu cuerpo.
20 Pusiste una mancha sobre tu gloria y profanaste tu estirpe, atrayendo la ira sobre tus hijos, y haciéndoles deplorar tu locura:
21 así la realeza se dividió en dos, y de Efraím surgió un reino rebelde.
22 Pero el Señor no renuncia jamás a su misericordia ni deja que se pierda ninguna de sus palabras: él no hará desaparecer la posteridad de su elegido, ni exterminará la estirpe de aquel que lo amó. Por eso, les dio un resto a Jacob, y a David una raíz nacida de él.
Roboám
23 Salomón fue a descansar con sus padres, dejando después de él a uno de su estirpe, al más insensato del pueblo, un hombre sin inteligencia: a Roboám, que arrastró al pueblo a la rebelión.
Jeroboám
24 Jeroboám, hijo de Nebat, hizo pecar a Israel y llevó a Efraím por el camino del mal. El pueblo cometió tantos pecados que fue expulsado de su país:
25 se entregaron a toda clase de maldades hasta que el castigo cayó sobre ellos.
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El mayor peligro
El mayor peligro (31-10-13)
Nosotros los seres humanos vivimos en un ambiente lleno de peligros.
Cuando uno se sube a un auto, nunca sabe si llegará a su destino sin accidentarse. Los riesgos en la circulación son numerosos y variados.
El peligro de adquirir alguna enfermedad también nos amenaza constantemente. Además nos acechan muchos otros.
Pero el peligro más grande de todos es estar perdido por la eternidad. Si no hacemos nada para ponernos a salvo, infaliblemente llegaremos a este punto.
Pero ningún ser humano puede salvarse a sí mismo, por más que se esfuerce.
Los pecados son un invencible impedimento para salvarse y evitar la perdición eterna. Entonces, ¿existe la posibilidad de ser salvos?
Sí, y sólo de una manera. Se halla única y exclusivamente en Aquel que vino para salvar a “su pueblo de sus pecados” (Mateo 1:21), y de quien la Escritura dice: “Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios” (1 Pedro 3:18). Y “al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él” (2 Corintios 5:21).
Jesucristo, el Hijo de Dios, es el Salvador. Dios lo envió a la tierra para que muriera en la cruz, a fin de que “todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16).
Quien lo rechaza está perdido para siempre. Él mismo dijo a los judíos de su tiempo: “Si no creéis que yo soy, en vuestros pecados moriréis” (Juan 8:24).
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Evangelio del Jueves 31 de Octubre
Día litúrgico: Jueves XXX (C) del tiempo Ordinario
Texto del Evangelio (Lc 13,31-35): En aquel tiempo, algunos fariseos se acercaron a Jesús y le dijeron: «Sal y vete de aquí, porque Herodes quiere matarte». Y Él les dijo: «Id a decir a ese zorro: ‘Yo expulso demonios y llevo a cabo curaciones hoy y mañana, y al tercer día soy consumado. Pero conviene que hoy y mañana y pasado siga adelante, porque no cabe que un profeta perezca fuera de Jerusalén’.»¡Jerusalén, Jerusalén!, la que mata a los profetas y apedrea a los que le son enviados. ¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como una gallina su nidada bajo las alas, y no habéis querido! Pues bien, se os va a dejar vuestra casa. Os digo que no me volveréis a ver hasta que llegue el día en que digáis: ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!».
Comentario: Rev. D. Àngel Eugeni PÉREZ i Sánchez (Barcelona, España)
¡Jerusalén, Jerusalén! (...) ¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos (...) y no habéis querido!
Hoy podemos admirar la firmeza de Jesús en el cumplimiento de la misión que le ha encomendado el Padre del cielo. Él no se va a detener por nada: «Yo expulso demonios y llevo a cabo curaciones hoy y mañana» (Lc 13,32). Con esta actitud, el Señor marcó la pauta de conducta que a lo largo de los siglos seguirían los mensajeros del Evangelio ante las persecuciones: no doblegarse ante el poder temporal. San Agustín dice que, en tiempo de persecuciones, los pastores no deben abandonar a los fieles: ni a los que sufrirán el martirio ni a los que sobrevivirán, como el Buen Pastor, que al ver venir al lobo, no abandona el rebaño, sino que lo defiende. Pero visto el fervor con que todos los pastores de la Iglesia se disponían a derramar su sangre, indica que lo mejor será echar a suertes quiénes de los clérigos se entregarán al martirio y quiénes se pondrán a salvo para luego cuidarse de los supervivientes.
En nuestra época, con desgraciada frecuencia, nos llegan noticias de persecuciones religiosas, violencias tribales o revueltas étnicas en países del Tercer Mundo. Las embajadas occidentales aconsejan a sus conciudadanos que abandonen la región y repatríen su personal. Los únicos que permanecen son los misioneros y las organizaciones de voluntarios, porque les parecería una traición abandonar a los “suyos” en momentos difíciles.
«¡Jerusalén, Jerusalén!, la que mata a los profetas y apedrea a los que le son enviados. ¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como una gallina su nidada bajo las alas, y no habéis querido! Pues bien, se os va a dejar vuestra casa» (Lc 13,34-35). Este lamento del Señor produce en nosotros, los cristianos del siglo XXI, una tristeza especial, debida al sangrante conflicto entre judíos y palestinos. Para nosotros, esa región del Próximo Oriente es la Tierra Santa, la tierra de Jesús y de María. Y el clamor por la paz en todos los países debe ser más intenso y sentido por la paz en Israel y Palestina.
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30 de Octubre - Alonso Rodríguez
Alonso Rodríguez, Santo | |
Viudo y Portero, 30 de Octubre | |
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martes, 29 de octubre de 2013
Eclesiástico 46
Capítulo 46: Eclesiástico 46
Josué y Caleb
46 1 Josué, hijo de Nun, fue valiente en la guerra y sucesor de Moisés en el oficio profético.Haciendo honor a su nombre, se mostró grande para salvar a los elegidos, para castigar a los enemigos sublevados y poner a Israel en posesión de su herencia.
2 ¡Qué glorioso era cuando alzaba su brazo y blandía la espada contra las ciudades!
3 ¿Quién antes de él demostró tanta firmeza? ¡Él mismo llevó adelante los combates del Señor!
4 ¿No fue por orden suya que se detuvo el sol y un solo día duró tanto como dos?
5 Él invocó al Altísimo, el Poderoso, cuando sus enemigos lo asediaban por todas partes; y el gran Señor respondió a su plegaria, arrojando granizo de una fuerza inusitada.
6 Él se lanzó contra la nación enemiga y en la pendiente aniquiló a los adversarios, para que las naciones reconocieran la fuerza de sus armas, porque hacía la guerra de parte del Señor.
7 Él siguió los pasos del Poderoso y, en tiempos de Moisés, dio prueba de fidelidad, lo mismo que Caleb, hijo de Iefuné: ellos se opusieron a toda la asamblea, impidiendo que el pueblo pecara y acallando las murmuraciones perversas.
8 Solamente ellos dos fueron salvados, entre seiscientos mil hombres de a pie, para ser introducidos en la herencia, en la tierra que mana leche y miel.
9 Y el Señor dio a Caleb la fuerza que le duró hasta su vejez, y lo hizo subir a las alturas del país, que sus descendientes retuvieron como herencia,
10 para que vieran todos los israelitas qué bueno es seguir al Señor.
Los Jueces
11 También los Jueces, cada uno por su nombre, fueron hombres que no cayeron en la idolatría ni se apartaron del Señor: ¡que sea bendita su memoria!
12 ¡Que sus huesos reflorezcan de sus tumbas, y sus nombres se renueven en los hijos de esos hombres ilustres!
Samuel
13 Samuel fue amado por su Señor; como profeta del Señor, estableció la realeza y ungió jefes para que gobernaran a su pueblo.
14 Según la Ley del Señor, juzgó a la asamblea, y el Señor intervino en favor de Jacob.
15 Por su fidelidad se acreditó como auténtico profeta, por sus oráculos, fue reconocido como un vidente digno de fe.
16 Cuando sus enemigos lo asediaban por todas partes, él invocó al Señor, el Poderoso, y le ofreció un cordero recién nacido.
17 El Señor tronó desde el cielo y con gran estruendo hizo oír su voz;
18 él aniquiló a los jefes enemigos y a todos los príncipes de los filisteos.
19 Antes de la hora de su descanso eterno, dio testimonio ante el Señor y su Ungido: "Yo no he despojado a nadie de sus bienes, ni siquiera de sus sandalias"; y nadie lo acusó.
20 Después de su muerte, todavía profetizó y anunció su fin al rey; alzó su voz desde el seno de la tierra, y profetizó para borrar la iniquidad del pueblo.
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Ambición fiel
Ambición fiel (30-10-31)
A finales del siglo XIX, un antiguo estudiante de la Universidad de Oxford se convirtió en el Jefe de la Administración de la Justicia de Inglaterra.
Uno de sus compañeros de clase se convirtió en el Secretario del Exterior de Gran Bretaña.
Un tercero se hizo de una reputación internacional como escritor.
Un cuarto, Temple Gairdner, era tal vez el más dotado entre sus compañeros de clase. Pero no alcanzó fama ni influencia. ¿Por qué? Aceptó a Cristo como Salvador y vivió como misionero en lugares oscuros y peligrosos.
Gairdner pudo haberse convertido en alguien tan conocido como sus compañeros de estudio. Pero cuando decidió hacerse misionero escribió lo siguiente a su hermana:
«Encuentro que es temiblemente difícil lidiar con la ambición. Parece tan natural, sobre todo con la crianza y la educación que uno recibió, esperar con ansias hacer una marca y un nombre, y tan terriblemente difícil resignarse a vivir y a morir metido en algún rincón.»
Nosotros probablemente no recibamos el llamamiento a hacer ese tipo de sacrificio. Pero, ¿estamos dispuestos a servir a nuestro Salvador en obediencia radical?
Para servirle fielmente debemos dejar de lado nuestros propios intereses, como hizo Pablo: «Pero jamás acontezca que yo me gloríe, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo».
Pero jamás acontezca que yo me gloríe, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo... Gálatas 6:14
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Evangelio del Miércoles 30 de Octubre
Día litúrgico: Miércoles XXX (C) del tiempo Ordinario
Texto del Evangelio (Lc 13,22-30): En aquel tiempo, Jesús atravesaba ciudades y pueblos enseñando, mientras caminaba hacia Jerusalén. Uno le dijo: «Señor, ¿son pocos los que se salvan?». El les dijo: «Luchad por entrar por la puerta estrecha, porque, os digo, muchos pretenderán entrar y no podrán. Cuando el dueño de la casa se levante y cierre la puerta, os pondréis los que estéis fuera a llamar a la puerta, diciendo: ‘¡Señor, ábrenos!’. Y os responderá: ‘No sé de dónde sois’. Entonces empezaréis a decir: ‘Hemos comido y bebido contigo, y has enseñado en nuestras plazas’, y os volverá a decir: ‘No sé de dónde sois. ¡Retiraos de mí, todos los agentes de injusticia!’. Allí será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a Abraham, Isaac y Jacob y a todos los profetas en el Reino de Dios, mientras a vosotros os echan fuera. Y vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se pondrán a la mesa en el Reino de Dios. Y hay últimos que serán primeros, y hay primeros que serán últimos».
Comentario: Rev. D. Lluís RAVENTÓS i Artés (Tarragona, España)
«Luchad por entrar por la puerta estrecha»
Hoy, camino de Jerusalén, Jesús se detiene un momento y alguien lo aprovecha para preguntarle: «Señor, ¿son pocos los que se salvan?» (Lc 13,23). Quizás, al escuchar a Jesús, aquel hombre se inquietó. Por supuesto, lo que Jesús enseña es maravilloso y atractivo, pero las exigencias que comporta ya no son tan de su agrado. Pero, ¿y si viviera el Evangelio a su aire, con una “moral a la carta”?, ¿qué probabilidades tendría de salvarse?
Así pues, pregunta: «Señor, ¿son pocos los que se salvan?» Jesús no acepta este planteamiento. La salvación es una cuestión demasiado seria como para resolverla mediante un cálculo de probabilidades. Dios «no quiere que alguno se pierda, sino que todos se conviertan» (2Pe 3,9).
Jesús responde: «Luchad por entrar por la puerta estrecha, porque, os digo, muchos pretenderán entrar y no podrán. Cuando el dueño de la casa se levante y cierre la puerta, os pondréis los que estéis fuera a llamar a la puerta, diciendo: ‘¡Señor, ábrenos!’. Y os responderá: ‘No sé de dónde sois’» (Lc 13,24-25). ¿Cómo pueden ser ovejas de su rebaño si no siguen al Buen Pastor ni aceptan el Magisterio de la Iglesia? «¡Retiraos de mí, todos los agentes de injusticia! Allí será el llanto y el rechinar de dientes» (Lc 13,27-28).
Ni Jesús ni la Iglesia temen que la imagen de Dios Padre quede empañada al revelar el misterio del infierno. Como afirma el Catecismo de la Iglesia, «las afirmaciones de la Sagrada Escritura y las enseñanzas de la Iglesia a propósito del infierno son un llamamiento a la responsabilidad con la que el hombre debe usar de su libertad en relación con su destino eterno. Constituyen al mismo tiempo un llamamiento apremiante a la conversión» (n. 1036).
Dejemos de “pasarnos de listos” y de hacer cálculos. Afanémonos para entrar por la puerta estrecha, volviendo a empezar tantas veces como sea necesario, confiados en su misericordia. «Todo eso, que te preocupa de momento —dice san Josemaría—, importa más o menos. —Lo que importa absolutamente es que seas feliz, que te salves».
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29 de Octubre - Cayetano (Gaetano) Errico
Cayetano (Gaetano) Errico, Santo | |
Presbítero y Fundador de la Congregación de los Misioneros de los Sagrados Corazones, 29 de Octubre | |
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lunes, 28 de octubre de 2013
Eclesiástico 45
Capítulo 45: Eclesiástico 45
Moisés
45 1 De él, hizo nacer a un hombre de bien, que halló gracia a los ojos de todos y fue amado por Dios y por los hombres: Moisés, de bendita memoria.
2 Le concedió una gloria igual a la de los santos y lo hizo poderoso, temido por sus enemigos.
3 Por sus palabras, hizo cesar los prodigios, y lo glorificó delante de los reyes; le dio mandamientos para su pueblo y le hizo ver algo de su gloria.
4 Por su fidelidad y mansedumbre, lo consagró y lo eligió entre todos los mortales.
5 A él le hizo oír su voz, lo introdujo en la nube oscura y le dio cara a cara los mandamientos, una Ley de vida y de entendimiento, para enseñar la Alianza a Jacob, y sus decretos a Israel.
Aarón
6 Exaltó a Aarón, un santo semejante a Moisés, su hermano, de la tribu de Leví.
7 Lo estableció en virtud de un pacto irrevocable y le confirió el sacerdocio del pueblo. Lo atavió con espléndidos ornamentos y lo ciñó con una vestidura gloriosa.
8 Lo revistió con toda magnificencia y lo confirmó con las insignias del poder: los pantalones, la túnica y el efod;
9 puso granadas alrededor de su manto y lo rodeó de numerosas campanillas de oro, para que tintinearan a cada uno de sus pasos, haciendo oír su sonido en el Templo, como memorial para los hijos de su pueblo.
10 Le dio la vestidura sagrada –obra de un bordador–tejida en oro, jacinto y púrpura; el pectoral del juicio, con el Urím y el Tumím, hecho de hilo escarlata –obra de un artesano–
11 con piedras preciosas, grabadas en forma de sellos y engarzadas en oro –obra de un joyero– para servir de memorial, por la inscripción grabada, según el número de las tribus de Israel;
12 la diadema de oro encima del turbante, grabada con la señal de su consagración: insignia de honor, trabajo magnífico, ornamento que es un placer para la vista.
13 Antes de él, no se vio nada tan hermoso, y nunca un extranjero se vistió de esa manera, sino únicamente sus hijos y sus descendientes para siempre.
14 Sus sacrificios se consumen enteramente, dos veces por día, en forma continua.
15 Moisés le confirió la investidura y lo ungió con el óleo santo. Esta fue una alianza eterna para él y para sus descendientes, mientras dure el cielo, para que sirvan a Dios como sacerdotes y bendigan al pueblo en su nombre.
16 Él lo eligió entre todos los vivientes para presentar al Señor la ofrenda, el incienso y el perfume como memorial, y para hacer la expiación en favor de su pueblo.
17 Él le confió sus mandamientos y le dio autoridad sobre los decretos de la Alianza, a fin de enseñar sus preceptos a Jacob e iluminar a Israel acerca de su Ley.
18 Unos intrusos se confabularon contra él y le tuvieron celos en el desierto: los secuaces de Datán y Abirón y la banda de Coré, ardiendo de furor.
19 Al ver esto, el Señor se disgustó y fueron exterminados por el ardor de su ira: él obró prodigios contra ellos, consumiéndolos con su fuego ardiente.
20 Aumentó más todavía la gloria de Aarón, y le concedió una herencia: le asignó como parte las primicias de los primeros frutos y le aseguró, en primer lugar, el alimento en abundancia,
21 porque ellos se alimentan de los sacrificios del Señor, que él concedió a Aarón y a su descendencia.
22 Pero en la tierra del pueblo, él no tiene herencia, ni hay parte para él en medio del pueblo, porque "Yo mismo soy tu parte y tu herencia".
Pinjás
23 Pinjás, hijo de Eleazar, fue el tercero en gloria, a causa de su celo en el temor del Señor, y porque se mantuvo firme frente a la rebelión del pueblo, con el generoso ardor de su espíritu: fue así como expió el pecado de Israel.
24 Por eso fue sellada en su favor una alianza de paz, que los hizo jefe del santuario y de su pueblo, de manera que a él y a su descendencia pertenece para siempre la dignidad de Sumo Sacerdote.
25 Hubo también una alianza con David, hijo de Jesé, de la tribu de Judá; pero esa herencia real pasa del padre a uno solo de sus hijos, mientras que la de Aarón pasa a toda su descendencia.
26 Que el Señor ponga sabiduría en sus corazones para juzgar a su pueblo con justicia,a fin de que no desaparezca su felicidad ni su gloria por todas las generaciones.
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