Etimológicamente significa “feliz”. Viene de la lengua latina.
En el Diario de Dostoievski encontramos la bella palabra hebrea “Hosanna”. Expresa una alabanza a Dios, un agradecimiento. Todo creyente, empezando por los santos son personas agradecidas.
Félix fue obispo de Como en el siglo IV. Esta preciosa ciudad ha contado a lo largo de su historia con varios obispos santos: Abundio, Ermágora y Amancio.
Pero entre todos ellos, Félix sobresalió porque llegó a muy anciano y porque fue el primer obispo de este sitio encantador.
Cada año se le recuerda en el mes de octubre. El Martirologio romano coloca su fiesta tal día como hoy.
Le tocó vivir en la mitad del siglo IV. La fecha de su muerte acaeció en el año 390.
Cuando fue elegido obispo de Como, los paganos acampaban a sus anchas. Eran mayoría absoluta.
Desde que él entró a hacerse cargo de esta pequeña diócesis, todo fue cambiando lentamente pero con firmeza.
La comunidad cristiana constituyó para muchos paganos una forma excelente de vivir la fe en el Dios que proclamaban y al que oraban varias veces al día.
Las ceremonias religiosas, sus cantos, su participación en la Eucaristía dejaba atónitos a los paganos.
Su nombramiento como obispo provenía del gran san Ambrosio de Milán.
Dice este santo milanés que Félix trabajaba tanto que ni siquiera tuvo tiempo para escribirle una carta. Toda su vida fue una pura alabanza a Dios.
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