miércoles, 30 de septiembre de 2015

Jeremías 48


1 Para Moab. Así habla el Señor de los ejércitos, el Dios de Israel: ¡Ay de Nebo, porque ha sido devastada! ¡Ha sido tomada Quiriataim, la ciudadela está humillada y deshecha!
2 ¡Ya no existe la gloria de Moab! En Jesbón traman el mal contra ella: «¡Vengan, extirpémosla como nación!». También tú, Madmén, serás reducida a silencio, la espada avanza detrás de ti.
3 Oigan el clamor de Joronaim: ¡devastación y desastre total!
4 ¡Moab ha sido destrozado, se hacen oír los gritos hasta Soar!
5 Sí, por la cuesta de Lujit la gente sube llorando; sí, por la pendiente de Joronaím se oye un grito: «¡Desastre!».
6 ¡Huyan, sálvese quien pueda, como un matorral en el desierto!
7 Por haber confiado en tus obras y en tus tesoros, también tú serás capturado. Quemós irá hacia el destierro, con sus sacerdotes y sus príncipes.
8 El devastador ocupará cada ciudad, ni una sola escapará perecerá el valle y será arrasada la meseta, como lo ha dicho el Señor.
9 Traigan sal para Moab, porque será completamente destruido; sus ciudades serán una desolación, donde nadie habita.
10 ¡Maldito el que ejecuta con negligencia el trabajo del Señor! ¡Maldito el que aparta su espada de la sangre!
11 Moab vivió tranquilo desde su juventud, él reposaba sobre sus heces; no lo trasvasaban de vasija en vasija –no había ido al destierro–. Así se conservó su sabor y no se alteró su aroma.
12 Por eso, llegarán los días –oráculo del Señor– en que yo enviaré trasvasadores que lo trasvasarán; ellos vaciarán sus vasijas y romperán sus tinajas.
13 Y Moab se avergonzará de Quemós, como la casa de Israel se avergonzó de Betel, en quien confiaba.
14 ¿Cómo pueden decir: «Somos guerreros, hombres valientes para el combate»?
15 El devastador de Moab subió contra él, lo mejor de sus jóvenes baja el matadero –oráculo del Rey cuyo nombre es Señor de los ejércitos–.
16 La ruina de Moab es inminente, se precipita su desgracia.
17 Conduélanse por él, todos ustedes, sus vecinos, todos lo que conocen su nombre. Digan: «¡Cómo se ha quebrado el cetro poderoso, el bastón lleno de gloria!».
18 ¡Baja de la gloria, siéntate en el estiércol, hija que habitas en Dibón! Porque el devastador de Moab ha subido contra ti, ha destruido tus plazas fuertes.
19 Párate en el camino, al acecho, habitante de Aroer; pregunta al fugitivo y al prófugo, dile: «¿Qué ha sucedido?».
20 ¡Moab está derrotado! ¡Sí, ha sido deshecho! ¡Lancen gritos y alaridos! ¡Anuncien sobre el Arnón: Moab está devastado!
21 Llega un juicio al país de la meseta, a Jolón e Iahsá, contra Mefaat,
22 contra Dibón, contra Nebo, contra Bet Diblataim,
23 contra Quiriataim, contra Bet Gamul, contra Bet Meón,
24 contra Queriot, contra Bosrá, y contra todas las ciudades del país de Moab, lejanas y cercanas.
25 ¡Ha sido abatido el poder de Moab y se ha roto su brazo! –oráculo del Señor–.
26 ¡Embriáguenlo, porque ha desafiado al Señor! que Moab se revuelque en su vómito y se convierta también él en un motivo de risa.
27 ¿Acaso no te reías de Israel? ¿Lo han sorprendido entre ladrones, para que siempre que hables de él sacudas la cabeza?
28 ¡Abandonen las ciudades y habiten en las rocas, habitantes de Moab! ¡Hagan como la paloma que pone su nido en las laderas de un barranco!
29 Hemos oído el orgullo de Moab, el muy orgulloso: ¡qué altanería, qué orgullo, qué arrogancia, qué altivez en su corazón!
30 Yo conozco su petulancia –oráculo del Señor– sus vanas habladurías, sus obras inconsistentes.
31 Por eso gimo a causa de Moab, lanzo gritos por todo Moab, suspiro por la gente de Quir Jaréset.
32 Lloro por ti como por Iazer, viña de Sibmá; tus sarmientos sobrepasaban el mar, llegaban hasta Iazer. Pero sobre tu cosecha y tu vendimia ha irrumpido un devastador.
33 El gozo y la alegría se han retirado de los vergeles del país de Moab. Yo hice secar el vino de las cubas, el pisador no pisa las uvas, el grito del pisador ya no es grito de vendimia.
34 El clamor de Jesbón llega hasta Elealé; alzan la voz hasta Iahás, desde Soar hasta Joronaim y Eglat Selisiá. Porque hasta las aguas de Nimrim son una desolación.
35 Yo haré desaparecer de Moab –oráculo del Señor– al que sube a los lugares altos y quema incienso a sus dioses.
36 Por eso mi corazón lanza un quejido por Moab como una flauta; mi corazón lanza un quejido como una flauta por la gente de Quir Jaréset. Por eso se han perdido las ganancias que habían obtenido.
37 Porque están rapadas todas las cabezas y raídas todas las barbas; en todas las manos hay incisiones y todos llevan cilicio.
38 Sobre los techos de Moab y en sus plazas no hay más que lamentos; porque yo he destrozado a Moab como un vaso que nadie quiere –oráculo del Señor–.
39 ¡Cómo ha quedado deshecho! ¡Giman! ¡Con qué vergüenza Moab ha vuelto la espalda! Moab se ha convertido en la risa y el espanto de sus vecinos.
40 Porque así habla el Señor: ¡Miren! El planea como un águila, extiende sus alas hacia Moab.
41 Las ciudades son tomadas, conquistadas las plazas fuertes. El corazón de los valientes de Moab, en ese día, es como el corazón de una parturienta.
42 Moab ha sido aniquilado como pueblo, por haber desafiado al Señor.
43 ¡Pánico, fosa y red sobre ti, habitante de Moab! –oráculo del Señor–.
44 El que escape del pánico caerá en la fosa; el que suba de la fosa será atrapado en la red. Porque yo atraeré esto sobre Moab, el año en que tengan que dar cuenta.
45 A la sombre de Jesbón se detienen los fugitivos exhaustos, pero sale un fuego de Jesbón y una llama de la ciudad de Sijón; ella devora las sienes de Moab y el cráneo de los turbulentos.
46 ¡Ay de ti, Moab! ¡Ha perecido el pueblo de Quemós! Porque tus hijos son llevados prisioneros, y tus hijas al cautiverio.
47 Pero yo cambiaré la suerte de Moab, en los días futuros –oráculo del Señor–. Hasta aquí el juicio de Moab.

Miguel Servet

— ¿Y esa otra vieja historia sobre Miguel Servet, que por su descubrimiento de la circulación de la sangre fue quemado en la hoguera?
Esa vieja leyenda puede rebatirse sin grandes despliegues de erudición. Para empezar, Miguel Servet no descubrió la circulación de la sangre, sino solo lo que se conoce como la “circulación menor”, es decir el paso de la sangre de un lado a otro del corazón, a través de los pulmones, donde se purifica la sangre en contacto con el aire que se respira.
Curiosamente, además, esa aportación mundial y motivo del lugar preeminente de este médico aragonés en la historia de los grandes descubrimientos, la escribió intercalada entre los párrafos de un libro de Teología dedicado a la Santísima Trinidad. Las cosas en aquellos tiempos eran así -explica Pascual Falces de Binéfar-, pues todavía dominaba la idea de que “el médico que solo sabe medicina, ni medicina sabe”. Ese libro de Miguel Server titulado “Christianismi restitutio”, cayó en manos de Juan Calvino, con su Reforma recién implantada en la ciudad de Ginebra. Calvino discrepó de tales teorías, hasta el punto de declarar públicamente que si Miguel Servet aparecía por esa ciudad, sería quemado en la hoguera, tal y como se arreglaban entonces muchas de las diferencias personales o políticas. Miguel Servet hizo caso omiso de esa advertencia, se plantó desafiante en la aburrida ciudad y ocurrió lo previsible: terminó en la hoguera y sus cenizas esparcidas por el viento sobre el lago Leman. Por eso fue ajusticiado, y no por descubrir la circulación de la sangre. Fue algo evidentemente cruel e injusto, pero ni lo hizo la Iglesia católica ni fue por descubrir la circulación de la sangre. AA

Evangelio del Jueves 01 de Octubre

Día Litúrgico: Jueves XXVI (B) del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Lc 10,1-12): En aquel tiempo, el Señor designó a otros setenta y dos, y los envió de dos en dos delante de sí, a todas las ciudades y sitios a donde él había de ir. Y les dijo: «La mies es mucha, y los obreros pocos. Rogad, pues, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies. Id; mirad que os envío como corderos en medio de lobos. No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias. Y no saludéis a nadie en el camino.
»En la casa en que entréis, decid primero: ‘Paz a esta casa’. Y si hubiere allí un hijo de paz, vuestra paz reposará sobre él; si no, se volverá a vosotros. Permaneced en la misma casa, comiendo y bebiendo lo que tengan, porque el obrero merece su salario. No vayáis de casa en casa. En la ciudad en que entréis y os reciban, comed lo que os pongan; curad los enfermos que haya en ella, y decidles: ‘El Reino de Dios está cerca de vosotros’. 
»En la ciudad en que entréis y no os reciban, salid a sus plazas y decid: ‘Hasta el polvo de vuestra ciudad que se nos ha pegado a los pies, os lo sacudimos. Pero sabed, con todo, que el Reino de Dios está cerca’. Os digo que en aquel día habrá menos rigor para Sodoma que para aquella ciudad».

«Rogad (...) al dueño de la mies que envíe obreros a su mies»

Comentario: Rev. D. Ignasi NAVARRI i Benet (La Seu d'Urgell, Lleida, España)

Hoy Jesús nos habla de la misión apostólica. Aunque «designó a otros setenta y dos, y los envió» (Lc 10,1), la proclamación del Evangelio es una tarea «que no podrá ser delegada a unos pocos “especialistas”» (Juan Pablo II): todos estamos llamados a esta tarea y todos nos hemos de sentir responsables de ella. Cada uno desde su lugar y condición. El día del Bautismo se nos dijo: «Eres Sacerdote, Profeta y Rey para la vida eterna». Hoy, más que nunca, nuestro mundo necesita del testimonio de los seguidores de Cristo.
«La mies es mucha, y los obreros pocos» (Lc 10,2): es interesante este sentido positivo de la misión, pues el texto no dice «hay mucho que sembrar y pocos obreros». Quizá hoy debiéramos hablar en estos términos, dado el gran desconocimiento de Jesucristo y de su Iglesia en nuestra sociedad. Una mirada esperanzada de la misión engendra optimismo e ilusión. No nos dejemos abatir por el pesimismo y por la desesperanza.
De entrada, la misión que nos espera es, a la vez, apasionante y difícil. El anuncio de la Verdad y de la Vida, nuestra misión, no puede ni ha de pretender forzar la adhesión, sino suscitar una libre adhesión. Las ideas se proponen, no se imponen, nos recuerda el Papa.
«No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias...» (Lc 10,4): la única fuerza del misionero ha de ser Cristo. Y, para que Él llene toda su vida, es necesario que el evangelizador se vacíe totalmente de aquello que no es Cristo. La pobreza evangélica es el gran requisito y, a la vez, el testimonio más creíble que el apóstol puede dar, aparte de que sólo este desprendimiento nos puede hacer libres.
El misionero anuncia la paz. Es portador de paz porque lleva a Cristo, el “Príncipe de la Paz”. Por esto, «en la casa en que entréis, decid primero: ‘Paz a esta casa’. Y si hubiere allí un hijo de paz, vuestra paz reposará sobre él; si no, se volverá a vosotros» (Lc 10,5-6). Nuestro mundo, nuestras familias, nuestro yo personal, tienen necesidad de Paz. Nuestra misión es urgente y apasionante.

30 de Septiembre - Sofía

Sofía, Santa
Mártir, 30 de Septiembre

Santa tradicional, no incluida en el Martirologio Romano actual

Martirologio Romano (1956)
: En Roma, santa Sofía, Viuda, madre de las santas Vírgenes y Mártires Pistis (Fe), Elpis (Esperanza) y Agape (Caridad). (c.s.II)
Etimológicamente: Sofía = aquella que posee sabiduría, viene del griego.

Sofía se veneraba juntamente con sus tres hijas: Pistis, Elpis y Agape, nombres que significan Sabiduría, Fe, Esperanza y Caridad.
Santa Sofía, sabiamente, enseñó a sus tres hijas en el temor de Dios. Cuando ellas tenían ocho, diez y once años respectivamente, su madre se mudó a Roma y las llevó con ella. Todos los domingos, las cuatro visitaban juntas las diversas iglesias de la ciudad.
Santa Sofía hizo amistad con muchas matronas romanas y logró convertir a varias de ellas. Alguien denunció este hecho ante el emperador Adriano, quien al conocer a las tres niñas quedó tan prendado de ellas y de su hermosura que intentó adoptarlas como hijas, pero como a este proyecto se enfrentaran firmemente tanto las niñas como su madre, el emperador las condenó a diferentes tormentos.
De torturar a Fe, la mayor, se encargaron treinta y seis soldados, quienes primero la azotaron, y luego, delante de una enorme multitud, le arrancaron de cuajo los pechos. Cuantos presenciaron tan terribles escenas fueron testigos de que mientras las heridas que los azotes produjeron en el cuerpo de la jovencita brotaba leche en vez de sangre, de las de sus senos manaba sangre en lugar de leche. En vista de este milagro, el público empezó a protestar y a insultar al césar, calificando su proceder de injusto. Fe, a pesar de que estaba contenta de padecer aquellos suplicios por Cristo, unió sus voces a las de la multitud e despreció también al emperador. Entonces éste ordenó que colocaran a la doncella sobre una parrilla de hierro incandescente. Ilesa salió la niña de tan terrible tormento, tercero de la serie de ellos a que fue sometida, e ilesa salió del cuarto que a continuación le aplicaron, que consistió en ser arrojada a una sartén llena de aceite y de cera hirviendo, visto lo cual Adriano mandó a sus verdugos a que la degollaran, y a través de esta quinta tortura la santa niña murió.
Inmediatamente el emperador hizo comparecer a Esperanza, y como no logró doblegar su voluntad para que sacrificara ante los ídolos, ordenó que la metieran en una caldera en la que hervía a borbotones un líquido compuesto de grasas, cera y resina derretidas. Al introducir a la muchachita en el recipiente, las gotas que de él saltaron produjeron quemaduras en los infieles que presenciaban el espectáculo; pero, como a Esperanza aquel baño no le producía ni la más mínima lesión, Adriano mandó que la sacaran de la caldera y que le cortaran la cabeza con una espada.
Mientras duraron los martirios de sus dos hijas mayores, Sofía permaneció al lado de Caridad dándole ánimos, y ésta, a pesar de ser tan pequeñita, ni trató de congraciarse con el emperador, ni cuando le llegó el turno hizo caso alguno de los halagos ni de sus amenazas, por lo cual el impío Adriano mandó que la tendieran en el suelo y que le descoyuntaran todos sus miembros; después, la apalearon, luego la azotaron con varas, seguidamente la arrojaron a un horno encendido del que salían aparatosas y prolongadas llamas que alcanzaron y abrasaron a muchos idólatras que se encontraban cerca, presenciando el macabro espectáculo. La niña, sin embargo, totalmente ilesa, y radiante como el oro, risueña y feliz, iba de un lugar a otro, paseando contenta, entre el fuego de la hoguera. Desde el exterior los verdugos le atravesaron el cuerpo con barras de hierro al rojo vivo; mas como tampoco esto hiciera mella en el ánimo de la pequeña, Adriano mandó que la degollaran, como a sus hermanas. De este modo, Caridad, que había sufrido alegremente las pruebas a las que fue sometida, conquistó también la corona del martirio.
La santa madre, ayudada por alguno de los presentes, enterró los cuerpos de sus santas hijas, y postrada ante la tumba común, exclamaba:
- ¡Hijas mías queridísimas! ¡Yo quiero reunirme con vosotras!
Algún tiempo después Sofía murió en la paz del Señor. Su cuerpo fue enterrado por los cristianos en la misma sepultura de sus hijas. También ella fue mártir, puesto que padeció en sus entrañas maternales cada uno de los tormentos que padecieron sus tres hijas.
Adriano acabó su vida roído de podredumbre y de remordimientos, reconociendo que se había comportado inicuamente con aquellas santas y cruelmente con los adoradores de Cristo.

martes, 29 de septiembre de 2015

Jeremías 47


1 Palabra del Señor, concerniente a los filisteos, que llegó al profeta Jeremías antes que el Faraón derrotara a Gaza.
2 Así habla el Señor: ¡Miren! Las aguas suben desde el Norte, se convierten en un torrente desbordado; inundan la tierra y lo que ella contiene, la ciudad y sus habitantes. Gritan los hombres, lanzan gemidos todos los habitantes del país.
3 Al fragor de los casos de sus corceles, al estruendo de sus carros de guerra, al tumulto de sus ruedas, los padres se desentienden de sus hijos, porque sus manos desfallecen.
4 Es a causa del día que llega para arrasar a todos los filisteos, para cortar a Tiro y a Sidón todo resto de ayuda. Porque el Señor arrasa a los filisteos, al resto de la isla de Caftor.
5 Gaza se rapó la cabeza, Ascalón está perdida. Asdod, resto de los anaquitas, ¿Hasta cuándo te harás incisiones?
6 ¡Ah, espada del Señor! ¿Hasta cuándo no descansarás? ¡Vuelve a tu vaina, quédate tranquila y cálmate!
7 ¿Cómo puede descansar, cuando el Señor le da una orden? Hacia Ascalón y hacia la costa del mar, hacia allí le ha dado cita.

El cambio en mi vida


“Y nadie echa vino nuevo en odres viejos, porque entonces el vino romperá el odre, y se pierden el vino y también los odres; sino que se echa vino nuevo en odres nuevos” Jesús.
El cambio es un tema que no acabará, vivimos en un mundo de cambio, hoy se habla del fenómeno del niño como ha afectado el clima en el mundo, recientemente de este lado del mundo vemos una nación en crisis afectada por un gran terremoto, pero y que de los “fenómenos” o “terremotos” que estás viviendo como persona en tu hogar o en tu trabajo.
¿Cuáles son esos cambios que siempre has querido que sucedan en tu vida? Estoy seguro de que la mayoría de nosotros tiene ese deseo de cambiar, cambiar su situación financiera, cambio de carreras o de trabajo, cambio de relaciones, hábitos o incluso cambiar el CD de los malos pensamientos, de la baja autoestima, de la inseguridad y de la desconfianza que hay en su vida. Todos tenemos ese deseo de cambio y quienes creen que pueden hacerlo solos, están frustrados porque no lo logran. Creo que el cambio viene de Dios y es Él quien produce e inicia el cambio.
“Nadie se baña dos veces en el mismo río” Heráclito
Pregúntate a ti mismo, ¿Estoy preparado para los cambios que vendrán? Muchos quieren cambios pero no se preparan, piensan que si Dios los quiere cambiar, Él lo puede hacer. Claro que Él lo puede hacer, pero no lo hace porque es una elección que a ti te toca y es tu responsabilidad asumirlo. Él produce el querer como el hacer, esto me dice que debo hacer algo al respecto, es decir yo tengo mi parte en el cambio. Y antes de hacer algo tenemos que prepararnos.
Quiero dejar contigo una lista bien sencilla de verificación antes de ir a la batalla de esos cambios.

1. Conoce tu razón. ¿Qué es lo que te lleva a ese cambio? La mayoría de nosotros queremos algo, pero realmente desconocemos por qué lo queremos. Te lo ilustro de la siguiente forma: La mayoría pensamos que queremos una casa, pero lo que realmente buscamos es “la comodidad” o hay otros que buscan “la seguridad”. Cuando consigues una razón poderosa ten por seguro que el cambio llega.
Otro ejemplo es el siguiente: algunas personas quieren renunciar a su trabajo para iniciar su propio negocio, ese negocio a su vez le dará lo que andan buscando que es libertad de tiempo y dinero para pasarla bien con su familia y amigos. Esto es lo que ellos llaman “felicidad” y algunos le llaman “paz”.
Lo que te lleva a un cambio en el matrimonio es la necesidad de sentirte amada, valorada y protegida, como también la necesidad de sentirte respetado, honrado y admirado.
Tómate el tiempo para reflexionar, pero no sólo pensar. Tú debes sentir lo que quieres ¿Qué quieres sentir? ¿Cuál es la sensación de estar allí? ¿Cómo está tu cuerpo ante la posibilidad de ese cambio? ¿Qué emociones se disparan ante ese inminente cambio que buscas?

2. Crear la intención de ganar. ¿Quieres ese cambio? Crear es un verbo que me encanta. Dios es creador y nos creó a su imagen y semejanza. Nos dio la capacidad de crear y no de destruir. Dios no quiere destrucción, Él no anda buscando la destrucción de hogares o negocios, Él no te creó para el fracaso. Siempre su intención es que ganemos en todas las áreas de la vida. Antes de comenzar un cambio debes preguntarte: ¿Quiero yo realmente esos cambios?
Antes de hacer algo acerca de las cosas que quieres en la vida pregúntate si realmente quieres. Antes de entrar en cualquier relación, cualquier empresa de negocio y en cualquier batalla en la vida asegúrate de realmente querer. No lo hagas porque otra persona lo quiera. Hazlo por ti. Sin la intención clara en lo que hacemos, será más difícil para poner nuestro corazón en él.
Si es realmente lo que quieres entonces debes tener al menos la intención de cumplirlo.
Recuerda que antes de entrar en cualquier batalla debemos saber que tenemos que ganar y la meta es ganar-ganar.
No hagas las cosas sólo por el hecho de hacerlas. Lo que hagas hazlo para ganar. Dios no patrocina fracasos.

3. Soltar lo que lo detiene. ¿Qué te detiene? Hay muchas cosas tratando de impedir que ocurran los cambios, necesitas despojarte de todo peso. Lo que te detenga tienes que dejarlo ir. Por ejemplo, si queremos  eliminar unos kilos de más que agarramos en el mes de diciembre, lo que necesitamos es soltar la pereza, los malos hábitos alimenticios y hacer ejercicios.
Mi mayor enemigo soy yo, no son las personas que me rodean, no es el diablo. A veces dormimos con el enemigo (malos hábitos, paradigmas, creencias o experiencias del pasado, actitud negativa, duda e incredulidad, miedos, temores, religiosidad,…) necesitas identificar lo que te detiene y te está robando fuerzas, y como dice el Apóstol Pablo, despójate de tu vieja manera de vivir. Recuerda que está en tus manos dejar ir lo que te está deteniendo.
No puedes pretender alcanzar tus sueños, viviendo acompañado de temores. No puedes cambiar cuando te resistes al cambio. Si deseas cambiar y ser otra persona, lo viejo tiene que irse, tienes que soltarlo, tienes que empezar a vestirte de la nueva persona. Hoy es un buen día para comenzar a desatar el cambio en tu vida.
“Tus sueños deben ser más poderosos que tus temores” PS

Evangelio del Miércoles 30 de Septiembre

Día Litúrgico: Miércoles XXVI (B) del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Lc 9,57-62): En aquel tiempo, mientras iban caminando, uno le dijo: «Te seguiré adondequiera que vayas». Jesús le dijo: «Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza». A otro dijo: «Sígueme». El respondió: «Déjame ir primero a enterrar a mi padre». Le respondió: «Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el Reino de Dios». También otro le dijo: «Te seguiré, Señor; pero déjame antes despedirme de los de mi casa». Le dijo Jesús: «Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás es apto para el Reino de Dios».

«Sígueme»

Comentario: Fray Lluc TORCAL Monje del Monasterio de Sta. Mª de Poblet 
(Santa María de Poblet, Tarragona, España)

Hoy, el Evangelio nos invita a reflexionar, con mucha claridad y no menor insistencia, sobre un punto central de nuestra fe: el seguimiento radical de Jesús. «Te seguiré adondequiera que vayas» (Lc 9,57). ¡Con qué simplicidad de expresión se puede proponer algo capaz de cambiar totalmente la vida de una persona!: «Sígueme» (Lc 9,59). Palabras del Señor que no admiten excusas, retrasos, condiciones, ni traiciones...
La vida cristiana es este seguimiento radical de Jesús. Radical, no sólo porque toda su duración quiere estar bajo la guía del Evangelio (porque comprende, pues, todo el tiempo de nuestra vida), sino -sobre todo- porque todos sus aspectos -desde los más extraordinarios hasta los más ordinarios- quieren ser y han de ser manifestación del Espíritu de Jesucristo que nos anima. En efecto, desde el Bautismo, la nuestra ya no es la vida de una persona cualquiera: ¡llevamos la vida de Cristo inserta en nosotros! Por el Espíritu Santo derramado en nuestros corazones, ya no somos nosotros quienes vivimos, sino que es Cristo quien vive en nosotros. Así es la vida cristiana, porque es vida llena de Cristo, porque rezuma Cristo desde sus más profundas raíces: es ésta la vida que estamos llamados a vivir.
El Señor, cuando vino al mundo, aunque «todo el género humano tenía su lugar, Él no lo tuvo: no encontró lugar entre los hombres (...), sino en un pesebre, entre el ganado y los animales, y entre las personas más simples e inocentes. Por esto dice: ‘Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza’» (San Jerónimo). El Señor encontrará lugar entre nosotros si, como Juan el Bautista, dejamos que Él crezca y nosotros menguamos, es decir, si dejamos crecer a Aquel que ya vive en nosotros siendo dúctiles y dóciles a su Espíritu, la fuente de toda humildad e inocencia.

29 de Septiembre - Juan de Montmirail

Juan de Montmirail, Beato
Monje Cisterciense, 29 de Septiembre

Martirologio Romano: En el monasterio cisterciense de Longpont, en Francia, beato Juan de Montmirail, que dejó su profesión de esclarecido caballero por la de humilde monje (1217).
Etimología: Juan = Dios es misericordia. Viene de la lengua hebrea.

Una persona cristiana es aquella que está llena de Dios y de su Espíritu. Y cuando esto sucede se siente querido por todo el mundo, y trabaja sin descanso por amor al Evangelio.
Desde niño tuvo la suerte de recibir una educación hondamente cristiana. Su padre, que tenía gran influencia, lo colocó en la corte del rey Luis VII.
El joven era de un espíritu alegre, vivaz, divertido, con valor tanto en el trabajo como en el juego. El rey de Francia, Felipe Augusto, lo nombró su consejero personal. Se casó con una joven de la alta nobleza. Desde este instante tan sólo pasaba por su cabeza la pasión de la gloria y de la fama. Se convirtió en el prototipo de la Edad Media. 
Era un señor con dinero en abundancia, buena educación, liberal, guerrero... todo esto y más le hicieron brillar a gran altura entre sus contemporáneos. Pero se encontró con un religioso que fue su director espiritual. Poco a poco su forma de ser fue cambiando. Pasó del orgullo a la humildad. Lentamente iba dejando los placeres de la corte por los del espíritu.
Salió para retirarse a sus propiedades en un primer momento; ya no escuchaba los consejos que le daba el rey y se pasaba grandes ratos en oración con los canónigos.
Se hizo una pequeña cabaña para vivir en soledad, sin por eso descuidar sus deberes, entre los que figuraban en primer lugar la educación de sus seis hijos, la administración de sus tierras. Después dejó sus bienes a su mujer y tomó el hábito de cisterciense en la abadía de Longpont. Su familia lo trató de loco, la corte lo rechazó y los mismos campesinos se reían de él. Había crucificado su vida con la de Cristo. Murió en el año 1217.

lunes, 28 de septiembre de 2015

Jeremías 46


1 Esta es la palabra del Señor que llegó al profeta Jeremías, acerca de las naciones.
2 Para Egipto, concerniente al ejército del faraón Necao, rey de Egipto, que se encontraba junto al río Éufrates, en Carquemis, y a quien Nabucodonosor, rey de Babilonia, derrotó en el cuarto año de Joaquím hijo de Josías, rey de Judá.
3 ¡Apronten el escudo y el broquel, y avancen para el combate!
4 ¡Ensillen los caballos y que monten los jinetes! ¡Formen con los cascos puestos, bruñan las lanzas, vistan las corazas!
5 Pero ¿qué es lo que veo? ¡Están aterrados, retroceden! Sus guerreros son derrotados, huyen a la desbandada, sin mirar para atrás. ¡Cunde el terror por todas partes! –oráculo del Señor–.
6 El más ágil no puede huir ni escapa el más valiente: al norte, a orillas del Éufrates, ellos tropiezan y caen.
7 ¿Quién es ese que sube como el Nilo y cuyas aguas se encrespan como los ríos?
8 Es Egipto el que sube como el Nilo y cuyas aguas se encrespan como los ríos. El decía: «Subiré, cubriré la tierra, haré perecer la ciudad y sus habitantes.
9 ¡A la carga, corceles, avancen enfurecidos los carros, salgan los valientes, gente de Cus y de Put que empuñan el escudo, y lidios que tensan el arco!».
10 Pero ese día es para el Señor de los ejércitos un día de venganza para vengarse de sus adversarios. La espada devora y se sacia, se abreva de su sangre. Porque el Señor de los ejércitos tiene un sacrificio en el país del Norte, junto al río Éufrates.
11 ¡Sube a Galaad, recoge bálsamo, virgen, hija de Egipto! En vano multiplicas los remedios, tu llaga no cicatriza.
12 Las naciones han conocido tu ignominia, la tierra está llena de tus gritos, porque un valiente tropieza contra el otro y caen los dos juntos.
13 Palabra que el Señor dirigió al profeta Jeremías, cuando Nabucodonosor, rey de Babilonia, llegó para atacar al país de Egipto.
14 ¡Anúncienlo en Egipto, proclámenlo en Nigdol, háganlo oír en Nof y Tafnis! Digan: ¡De pie, prepárate, porque la espada devora a tu alrededor!
15 ¿Por qué huye Apis, por qué tu Toro no ha resistido? ¡El Señor lo ha atropellado!
16 Tu muchedumbre tropieza y cae, y se dicen unos a otros: «¡Arriba, volvamos a nuestro pueblo, a nuestra tierra natal, lejos de la espada destructora!».
17 Den este nombre al Faraón, rey de Egipto: «Puro alboroto, pero a destiempo».
18 ¡Juro por mi vida –oráculo del Rey cuyo nombre es Señor de los ejércitos– que alguien vendrá, como el Tabor entre las montañas y como el Carmelo sobre el mar!
19 Prepara el equipaje para el destierro, hija que habitas en Egipto, porque Nof será una devastación, incendiada, despoblada.
20 Egipto era una ternera magnífica, un tábano del Norte la acomete.
21 Hasta sus mercenarios, en medio de ella, eran como ternos cebados; pero ellos también retroceden, huyen todos juntos, no resisten. Porque les llega el día de su ruina, el tiempo en que tendrán que dar cuenta.
22 ¡Escuchen! Son como una serpiente que silba, porque avanzan con ímpetu, llegan hasta ella con hachas como si fueran leñadores;
23 talan su bosque –oráculo del Señor– aunque era impenetrable. Porque son más numerosos que langostas y no se los puede contar.
24 ¡Está avergonzada la hija de Egipto, es entregada al pueblo del Norte!
25 El Señor de los ejércitos, el Dios de Israel, ha dicho: «Yo voy a castigar a Amón de No, al Faraón y a Egipto, a todos sus dioses y a sus reyes, al Faraón y a los que confían en él.
26 Los entregaré en manos de los que atentan contra su vida, en manos de Nabucodonosor, rey de Babilonia, y en manos de sus servidores. Pero después de esto, Egipto será habitado como en los tiempos antiguos –oráculo del Señor–».
27 ¡Y tú no temas, servidor mío Jacob, no te espantes, Israel! Porque yo te salvaré de un país lejano, y a tu descendencia, del país de su cautiverio. Jacob volverá y vivirá en calma, tranquilo y sin que nadie lo perturbe.
28 Tú no temas, servidor mío Jacob –oráculo del Señor–, porque yo estoy contigo. Sí, yo aniquilaré a todas las naciones adonde yo mismo te expulsé, pero a ti no te aniquilaré: te corregiré con equidad, aunque no te dejaré impune.

Acción de gracias de una maestra


¡Señor, Tú que enseñaste, perdona que yo enseñe; que lleve el nombre de maestro que Tú llevaste sobre la tierra!
Dame el amor único de mi escuela; que ni la quemadura de la belleza sea capaz de robarle mi ternura de todos los instantes.
Maestro, hazme perdurable el fervor y pasajero el desencanto. No me duela la incomprensión ni me entristezca el olvido de lo que enseñé.
Dame el ser más madre que las madres, para poder amar y defender como ellas lo que no es carne de mis carnes.
Muéstrame que es posible tu Evangelio en mi tiempo, para que no renuncie a la batalla de cada día y de cada hora por Él.
Hazme fuerte, aún en mi desvalimiento de mujer, y de mujer pobre; hazme desperdiciadora de todo poder, de toda pasión que no sea la de tu voluntad ardiente sobre mi vida.
Dame sencillez y dame profundidad; líbrame de ser complicada o banal en mi lección diaria. Dame levantar los ojos de mi pecho herido al entrar cada mañana a mi escuela. Que no lleve a mi mesa de trabajo mis pequeños afanes materiales, mis mezquinos dolores de cada hora.
Aligérame la mano en el castigo y suavízamela más en la caricia.
Reprenda con dolor para saber que he corregido amando.
Haz que haga de espíritu mi escuela de ladrillos. La envuelva en la llamarada de mi entusiasmo su atrio pobre, su sala desnuda.
Mi corazón le sea más columna y mi buena voluntad más oro que las columnas y el oro de las escuelas ricas.
Y, por fin, recuérdame desde la palidez del lienzo de Velázquez, que enseñar y amar intensamente sobre la tierra es llegar al último día con el lanzazo de Longinos de costado a costado. GM

Evangelio del Martes 29 de Septiembre

Día Litúrgico: Martes XXVI (B) del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Jn 1,47-51): En aquel tiempo, vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él: «Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño». Le dice Natanael: «¿De qué me conoces?». Le respondió Jesús: «Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi». Le respondió Natanael: «Rabbí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel». Jesús le contestó: «¿Por haberte dicho que te vi debajo de la higuera, crees? Has de ver cosas mayores». Y le añadió: «En verdad, en verdad os digo: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre».

«Veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre»

Comentario: Cardenal Jorge MEJÍA Archivista y Bibliotecario de la S.R.I. (Città del Vaticano, Vaticano)

Hoy, en la fiesta de los Santos Arcángeles, Jesús manifiesta a sus Apóstoles y a todos la presencia de sus ángeles y la relación que con Él tienen. Los ángeles están en la gloria celestial, donde alaban perennemente al Hijo del hombre, que es el Hijo de Dios. Lo rodean y están a su servicio.
«Subir y bajar» nos recuerda el episodio del sueño del Patriarca Jacob, quien dormido sobre una piedra durante su viaje a la tierra de origen de su familia (Mesopotamia), ve a los ángeles que “bajan y suben” por una misteriosa escalera que une el cielo y la tierra, mientras Dios mismo está de pié junto a él y le comunica su mensaje. Notemos la relación entre la comunicación divina y la presencia activa de los ángeles. 
Así, Gabriel, Miguel y Rafael aparecen en la Biblia como presentes en las vicisitudes terrenas y llevando a los hombres —como nos dice san Gregorio el Grande— las comunicaciones, mediante su presencia y sus mismas acciones, que cambian decisivamente nuestras vidas. Se llaman, precisamente, “arcángeles”, es decir, príncipes de los ángeles, porque son enviados para las más grandes misiones. 
Gabriel fue enviado para anunciar a María Santísima la concepción virginal del Hijo de Dios, que es el principio de nuestra redención (cf. Lc 1). Miguel lucha contra los ángeles rebeldes y los expulsa del cielo (cf. Ap 12). Nos anuncia, así, el misterio de la justicia divina, que también se ejerció en sus ángeles cuando se rebelaron, y nos da la seguridad de su victoria y la nuestra sobre el mal. Rafael acompaña a Tobías “junior”, lo defiende y lo aconseja y cura finalmente al padre Tobit (cf. Tob). Por esta vía, nos anuncia la presencia de los ángeles junto a cada uno de nosotros: el ángel que llamamos de la Guarda. 
Aprendamos de esta celebración de los arcángeles que “suben y bajan” sobre el Hijo del hombre, que sirven a Dios, pero le sirven en beneficio nuestro. Dan gloria a la Trinidad Santísima, y lo hacen también sirviéndonos a nosotros. Y, en consecuencia, veamos qué devoción les debemos y cuánta gratitud al Padre que los envía para nuestro bien.

28 de Septiembre - Fausto

Fausto, Santo
Abad y Obispo, 28 de Septiembre

Martirologio Romano: En Riez, de la Provenza, en la Galia, san Fausto, obispo y antes abad de Lérins, que, contra los arrianos, escribió sobre el Verbo Encarnado y el Espíritu Santo consubstancial al Padre y al Hijo y coeterno con ellos, siendo exiliado por el rey Eurico (post 485). 

A menudo, se hacen referencias a Fausto de Riez como al principal exponente y el defensor de lo que ahora se conoce como el semi-pelagianismo, pero con mayor frecuencia se olvida que fue un hombre justo y santo, cuyo nombre aparece en varios martirologios y cuya fiesta se observa en diversas iglesias del sur de Francia. Nació en los primeros años del siglo quinto, en las Islas Británicas, según afirman sus contemporáneos, San Avitio y San Sidonio Apolinar, aunque más probablemente vino al mundo en Bretaña. Se dice que inició su vida pública como abogado, pero, si así fue, no duró mucho en el ejercicio de la profesión, puesto que fue monje en Lérins, antes de que San Honorato, el fundador de aquel monasterio, lo abandonase, en el año 426. Después de haber sido ordenado sacerdote, pasó unos ocho años tranquilos y desprovistos de acontecimientos en el monasterio y entonces fue elegido abad, cuando San Máximo dejó vacante el puesto para hacerse cargo de la sede episcopal de Riez. San Honorato y San Sidonio no se quedan cortos cuando se trata de alabar las virtudes y los méritos de Fausto, y San Sidonio dice que su observancia de las reglas y su regularidad eran semejantes a las de los padres del desierto y que, además, tenía el don de la elocuencia y de la improvisación. El mismo santo relata en una de sus cartas cómo él mismo gritó entusiasmado durante uno de los sermones de Fausto. En aquellos tiempos, los aplausos y aun las aclamaciones en las iglesias, eran cosa corriente.
Así como había sucedido a San Máximo en el cargo de abad del monasterio, le siguió en la sede episcopal de Riez, después de haber gobernado a los monjes de Lérins durante veinticinco años. En el panegírico que pronunció durante los funerales de su predecesor, Fausto exclamó: "¡Lérins ha mandado dos obispos a Riez sucesivamente! Del primero, se enorgullece; del segundo se avergonzará". Por cierto que Lérins no tuvo de qué avergonzarse. Fausto fue un obispo tan bueno y eficaz, como antes había sido abad. Se esforzó por fundar nuevos monasterios en toda la extensión de su diócesis; mantuvo siempre las prácticas de mortificaciones y penitencias que acostumbraba en el claustro, sin dejar por ello de cumplir escrupulosamente todos sus deberes episcopales y sin cesar en su lucha por conservar la pureza de la fe, por lo que siempre se opuso vigorosamente al arrianismo y a los errores de Pelagio, a quien llamaba "el pestilente maestro".
Cierto sacerdote llamado Lúcido predicaba la doctrina herética que negaba a Dios la voluntad de salvar a todos los hombres y afirmaba que la salvación o la condenación dependen exclusivamente del juicio de Dios, sin que cuenten para nada las acciones del libre albedrío del hombre y sus méritos o perjuicios consecuentes. Para tratar de las herejías del sacerdote Lúcido, el obispo convocó en 475, a dos sínodos en Arles, y en el curso de los mismos el propio San Fausto convenció a Lúcido para que se retractase de sus errores y le indujo a que escribiese un tratado contra sus enseñanzas para demostrar que eran "erróneas, blasfemas, heréticas, fatalistas y conducentes a la inmoralidad". El obispo Fausto colaboró por su parte con dos tratados sobre el libre albedrío y la gracia para refutar tanto al pelagianismo como al predestinarianismo. Al escribir estas obras, tuvo que abordar algunos puntos de vista de San Agustín y, al hacerlo, se plegó al error semi-pelagiano de que, si bien la gracia es necesaria para el cumplimiento de las buenas obras, no lo es para emprenderlas. San Fausto erró de buena fe y lo propio hizo San Juan Casiano, pero, si bien fue violentamente atacado en cuanto aparecieron sus libros, no se le condenó definitivamente sino hasta la celebración del Concilio de Orange, en 529. Pero sus actividades teológicas le crearon un enemigo más brutal en otro terreno. Eurico, el rey de los visigodos arríanos, quien tal vez recibió cierto respaldo político por parte de Fausto, dominaba una buena parte del sur de las Galias. Ese monarca se sintió ofendido por los ataques de Fausto contra el arrianismo y, en consecuencia, el obispo fue expulsado de su sede, alrededor del año 478, y tuvo que vivir por fuerza en el exilio hasta la muerte de Eurico, pocos años más tarde. Entonces regresó para continuar en el gobierno de su grey hasta el día de su muerte, que ocurrió cuando ya había cumplido los noventa años. Su memoria fue muy venerada por parte del pueblo, y entre los fieles de su grey costearon la construcción de una basílica en su honor. San Fausto figura de manera prominente entre el grupo de escritores que dio fama a Lérins, y algunos de sus escritos, cartas y discursos, existen y se leen todavía.

domingo, 27 de septiembre de 2015

Jeremías 45


1 Palabra que el profeta Jeremías dirigió a Baruc, hijo de Nerías, cuando él, bajo el dictado de Jeremías, escribía estas palabras en un rollo, en el cuarto año de Joaquím, hijo de Josías, rey de Judá:
2 «Así habla el Señor, el Dios de Israel, acerca de ti, Baruc:
3 Tú dices: «¡Pobre de mí, porque el Señor añade aflicción a mi dolor! ¡Estoy cansado de gemir, y no encuentro descanso!».
4 Esto es lo que le dirás a Baruc: Así habla el Señor: Lo que había edificado, lo voy a demoler; lo que había plantado, lo voy a arrancar.
5 ¡Tú buscas para ti grandes cosas! No las busques más, porque yo haré venir una desgracia sobre todo ser viviente –oráculo del Señor– pero yo no haré que tú conserves la vida como botín dondequiera que vayas».

Mi papá está aquí


El padre que en realidad se preocupa es un padre que está dispuesto a dar aplausos. A los niños les encanta actuar si sus padres están entre el público, y si están presente no tan solo por su propio placer y disfrute. Esto también incluye a los preescolares.
Un grupo de niños de una guardería estaban hablando una vez acerca de esto:
Niño #1: Mi papá es doctor, gana mucho dinero y tenemos una piscina.
Niño #2: Mi papá es abogado, viaja a la capital y habla con el presidente.
Niño #3: Mi papá tiene su propia empresa y tenemos nuestro propio avión.
Niño #4: “Mi papá está aquí”, (para envidia de todos los demás).
Los niños consideran la presencia pública de sus padres como un símbolo físico de importancia y consideración, que es mucho más importante que cualquier otra cantidad de cosas materiales. Esté ahí para sus hijos hoy. Ellos recordarán mucho más sus presencias que sus presentes.
Aquel que quiera que su hijo lo respete y respete sus órdenes, deberá tener un gran respeto por su hijo.
Amaos los unos a los otros con amor fraternal; en cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a los otros. Romanos 12:10

Evangelio del Lunes 28 de Septiembre

Día Litúrgico: Lunes XXVI (B) del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Lc 9,46-50): En aquel tiempo, se suscitó una discusión entre los discípulos sobre quién de ellos sería el mayor. Conociendo Jesús lo que pensaban en su corazón, tomó a un niño, le puso a su lado, y les dijo: «El que reciba a este niño en mi nombre, a mí me recibe; y el que me reciba a mí, recibe a Aquel que me ha enviado; pues el más pequeño de entre vosotros, ése es mayor». 
Tomando Juan la palabra, dijo: «Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre, y tratamos de impedírselo, porque no viene con nosotros». Pero Jesús le dijo: «No se lo impidáis, pues el que no está contra vosotros, está por vosotros».

«El más pequeño de entre vosotros, ése es mayor»

Comentario: Prof. Dr. Mons. Lluís CLAVELL (Roma, Italia)

Hoy, camino de Jerusalén hacia la pasión, «se suscitó una discusión entre los discípulos sobre quién de ellos sería el mayor» (Lc 9,46). Cada día los medios de comunicación y también nuestras conversaciones están llenas de comentarios sobre la importancia de las personas: de los otros y de nosotros mismos. Esta lógica solamente humana produce frecuentemente deseo de triunfo, de ser reconocido, apreciado, agradecido, y falta de paz, cuando estos reconocimientos no llegan.
La respuesta de Jesús a estos pensamientos —y quizá también comentarios— de los discípulos recuerda el estilo de los antiguos profetas. Antes de las palabras hay los gestos. Jesús «tomó a un niño, le puso a su lado» (Lc 9,47). Después viene la enseñanza: «El más pequeño de entre vosotros, ése es mayor» (Lc 9,48). —Jesús, ¿por qué nos cuesta tanto aceptar que esto no es una utopía para la gente que no está implicada en el tráfico de una tarea intensa, en la cual no faltan los golpes de unos contra los otros, y que, con tu gracia, lo podemos vivir todos? Si lo hiciésemos tendríamos más paz interior y trabajaríamos con más serenidad y alegría.
Esta actitud es también la fuente de donde brota la alegría, al ver que otros trabajan bien por Dios, con un estilo diferente al nuestro, pero siempre valiéndose del nombre de Jesús. Los discípulos querían impedirlo. En cambio, el Maestro defiende a aquellas otras personas. Nuevamente, el hecho de sentirnos hijos pequeños de Dios nos facilita tener el corazón abierto hacia todos y crecer en la paz, la alegría y el agradecimiento. Estas enseñanzas le han valido a santa Teresita de Lisieux el título de “Doctora de la Iglesia”: en su libro Historia de una alma, ella admira el bello jardín de flores que es la Iglesia, y está contenta de saberse una pequeña flor. Al lado de los grandes santos —rosas y azucenas— están las pequeñas flores —como las margaritas o las violetas— destinadas a dar placer a los ojos de Dios, cuando Él dirige su mirada a la tierra.

La dislexia es la mayor causa de abandono escolar


Cuatro de cada 10 chicos que abandonan el colegio son disléxicos y, por lo general, no están diagnosticados, por esta razón la dislexia es la primera causa de abandono escolar dentro de las "Dificultades Específicas del Aprendizaje" (DEA). 
La dislexia es un trastorno neurobiológico que tiene un origen genético y altera la capacidad de lectura y comprensión, no posee características físicas, por eso se lo denomina "trastorno invisible". Entre el 10 y 15 % de la población sufre esta alteración, sin embargo, estas personas tienen las capacidades cognitivas suficientes para desarrollarse en forma correcta y no tener restricciones en su vida. 
La psicopedagoga Eleonora Lasala de la Asociación Dislexia y Familia (DISFAM), afirmó que "un pilar fundamental es la detección temprana (etapa pre escolar); por lo tanto padres, pediatras, docentes y especialistas debemos estar muy atentos al desarrollo del lenguaje de los niños pequeños y en caso de dudas no esperar para realizar una consulta". 
Cuando no se cuenta con las herramientas adecuadas para tratarla, "la dislexia, comienza entonces a socavar la autoestima de estas personas, excluyéndolas de los grupos de pertenencia, especialmente escolares", explicó el Dr. Gustavo Abichacra, médico pediatra y Presidente del Comité Científico de DISFAM; por esta razón la detección temprana mejora el pronóstico y previene trastornos emocionales. 
¿Cómo podemos ayudar a las personas con dislexia y qué no debemos hacer?
"La primera ayuda, y a mi criterio la más importante, es que tanto padres como educadores comprendamos la naturaleza de las dificultades de la dislexia. Ponernos en el lugar del que no aprende correctamente ya produce un cambio. Tanto educadores como padres, tenemos que darnos cuenta de que no solamente aprendemos a partir de la lectura, y es por eso que es fundamental transmitirles seguridad para que puedan sentir que a pesar de sus dificultades lectoras pueden aprender", recomendó la Lic. Lasala. 

Para la enseñanza se aconseja:
  • Incorporar el uso de la tecnología: lectores de textos, procesador de ortografía, libros digitalizados, utilizar grabadores, permitir el uso de la calculadora entre otros.
  • Lectura en voz alta: es muy importante no exponerlos frente al grupo de pares, en general, pedirles que lean en voz alta los avergüenza y les resulta muy estresante.
  • Trabajar explícitamente estrategias de comprensión lectora.

27 de Septiembre - Francisca Javier de Rafelbuñol

Francisca Javier de Rafelbuñol, Beata
Religiosa y Mártir, 27 de Septiembre

Martirologio Romano: En Gilet, en la provincia de Valencia, España, beatas mártires Francisca Javier (María Fenollosa Alcayna), religiosa de la Tercera Orden de Capuchinas de la Sagrada Familia, y Herminia Martínez Amigó, madre de familia, que confirmaron con su sangre su fidelidad al Señor durante la misma persecución religiosa. (1936)

La Beata Francisca Javier de Rafelbuñol (en el siglo, María Fenollosa Alcayna). Nació en Rafelbuñol (Valencia) el año 1901, en el seno de una familia numerosa y cristiana de sencillos labradores. Estudió en la escuela del pueblo y pronto empezó a trabajar para ayudar a su familia. En 1921 comenzó el noviciado en las Terciarias Capuchinas de la Sagrada Familia y en 1928 hizo los votos perpetuos. Estuvo destinada en las fraternidades de Altura (Castellón), Meliana, Benaguacil y Massamagrell (Valencia); en este último convento la sorprendió la guerra civil española. El 20 de julio de 1936 tuvo que dejar el convento y cobijarse en su casa paterna. Localizada, la obligaron a hacer las faenas en la casa del Comité, hasta que, el 27 de septiembre de 1936, fue detenida y asesinada en el cementerio de Gilet (Valencia), junto con la beata Herminia Martínez Amigó. «Que Dios os perdone como yo os perdono», le oyó decir quien se disponía a darle el tiro de gracia. Pertenece al grupo de los mártires beatificados por Juan Pablo II en 2001.

sábado, 26 de septiembre de 2015

Jeremías 44


1 Palabra que llegó a Jeremías para todos los judíos que habitaban en Egipto, los que habitaban en Migdol, en Tafnis, en Nof y en el distrito de Patrós:
2 Así habla el Señor de los ejércitos, el Dios de Israel: Ustedes han visto todo el mal que atraje sobre Jerusalén y sobre todas las ciudades de Judá: hoy ellas están en ruinas y sin habitantes,
3 a causa del mal que cometieron para agraviarme, yendo a quemar incienso en honor de otros dioses que no conocías ellos, ni ustedes, ni sus padres.
4 Yo les envié incansablemente a todos mis servidores los profetas, para decirles: No cometan estas cosas abominables que yo detesto.
5 Pero ellos no han escuchado ni han inclinado su oído, a fin de convertirse de su maldad dejando de quemar incienso a otros dioses.
6 Entonces se derramaron mi ira y mi furor, y abrasaron las ciudades de Judá y las calles de Jerusalén, que se han convertido en ruina y desolación, como sucede en el día de hoy.
7 Y ahora, así habla el señor, Dios de los ejércitos, el Dios de Israel: ¿Por qué se hacen un mal tan grande a ustedes mismos? ¿Por qué se hacen exterminar de en medio de Judá, hombres y mujeres, niños y pequeños, sin dejar para ustedes ni siquiera un resto?
8 Esto es lo que consiguen, agraviándome con las obras de sus manos y quemando incienso a otros dioses en el país de Egipto, donde han entrado para residir allí, a fin de hacerse exterminar y convertirse en maldición e ignominia entre todas las naciones de la tierra.
9 ¿Acaso han olvidado la maldad de sus padres, la maldad de los reyes de Judá y la de sus príncipes, la maldad de ustedes mismos y de sus mujeres, cometidas en el país de Judá y en las calles de Jerusalén?
10 Hasta el día de hoy, ellos no han sentido compunción ni temor y no han caminado conforme a mi Ley y a mis preceptos, que yo puse delante de ustedes y de sus padres.
11 Por eso, así habla el Señor de los ejércitos, el Dios de Israel: Yo vuelvo mi rostro contra ustedes para su mal, para exterminar a todo Judá
12 Tomaré al resto de Judá que se empeñó en entrar en Egipto para residir allí, y todos desaparecerán completamente en el país de Egipto: caerán bajo la espada, desaparecerán completamente por el hambre desde el más pequeño al más grande, morirán por la espada y el hambre, y se convertirán en imprecación, devastación, maldición e ignominia.
13 Yo pediré cuanta a los que habitan en el país Egipto como le pedí cuanta a Jerusalén por medio de la espada, el hambre y la peste.
14 No habrá fugitivo ni sobreviviente para el resto de Judá, para los que entraron el país de Egipto a fin de residir allí. En cuanto a volver al país de Judá, adonde ellos suspiran por volver, no, no volverán, salvo algunos fugitivos.
15 Todos los hombres que sabían que sus mujeres quemaban incienso a otros dioses, así como también las mujeres presentes –una gran asamblea– y todo el pueblo que habitaba en el país de Egipto, en Patrós, respondieron a Jeremías:
16 «En lo que respecta a la palabra que nos has dirigido en nombre del Señor, no te escucharemos.
17 Por el contrario, llevaremos a cabo la promesa que ha salido de nuestra boca: quemaremos incienso a la Reina de los cielos y le haremos libaciones, como lo hacíamos nosotros y nuestros padres, nuestros reyes y nuestros príncipes, en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén. Entonces nos saciábamos de pan, éramos felices y no veíamos la desgracia.
18 Pero desde que dejamos de quemar incienso a la Reina de los cielos y de derramarle libaciones, carecemos de todo y desapareceremos completamente por la espada y el hambre».
19 Y las mujeres añadieron: «Cuando nosotros quemamos incienso a la Reina de los cielos y le derramamos libaciones, ¿acaso hacemos tortas con su figura y le derramamos libaciones sin el consentimiento de nuestros maridos?».
20 Jeremías dijo entonces a todo el pueblo, a los hombres, a las mujeres y a toda la gente que le había dado esa respuesta:
21 «¿Acaso el Señor no recordó y tuvo bien presente ese incienso que ustedes quemaban en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén, ustedes y sus padres, sus reyes y sus príncipes, y también el pueblo del país?
22 Y como el Señor ya no podía soportar las malas acciones y las abominaciones que ustedes cometían, su país se ha convertido en un desierto, una devastación y una maldición, y ha quedado despoblado, como en el día de hoy.
23 Porque ustedes quemaron incienso y pecaron contra el Señor, porque ustedes no escucharon la voz del Señor ni caminaron según su Ley, sus preceptos y sus testimonios, por eso les ha sobrevenido esta desgracia, como en el día de hoy».
24 Jeremías dijo a todos los hombres y todas las mujeres: «Escuchen la palabra del Señor, todos ustedes, gente de Judá, que están en el país de Egipto:
25 Así habla el Señor de los ejércitos, el Dios de Israel: Ustedes, las mujeres, con su boca han declarado esto, y con sus manos lo han llevado a cabo: «Cumpliremos nuestros votos de quemar incienso a la Reina de los cielos y derramarle libaciones». Muy bien: ¡cumplan sus votos, hagan libaciones!
26 Pero escuchen la palabra del Señor, todos ustedes, gente de Judá que habitan en el país de Egipto: Juro por mi gran Nombre –dice el Señor– que mi Nombre no será más invocado por la boca de ningún hombre de Judá, y que nadie dirá: ¡Por la vida del Señor! en todo el país de Egipto.
27 Yo vigilo sobre ustedes para mal y no para bien: todos los hombres de Judá que están en el país de Egipto desaparecerán completamente por la espada y por el hambre, hasta ser exterminados.
28 Sólo unos pocos librados de la espada retornarán de Egipto al país de Judá. Y todo el resto de Judá, los que entraron el país de Egipto para residir allí, sabrán qué palabra se realiza, si la mía o la de ellos.
29 Y esta será para ustedes –oráculo del Señor– la señal de que yo voy a castigarlos, en este lugar, a fin de que sepan que mis palabras contra ustedes se cumplirán seguramente para su propio mal:
30 Así habla el Señor: Voy a entregar al faraón Jofrá, rey de Egipto, en manos de sus enemigos y en manos de los que atentan contra su vida, como entregué a Sedecías, rey de Judá, en manos de su enemigo Nabucodonosor, rey de Babilonia, que intentaba quitarle la vida».

Aborto, estadística y ética


Ha habido y hay debates continuos sobre el aborto clandestino. Debates que se mueven en dos dimensiones: sobre cuáles sean las cifras reales de esos abortos, y sobre cómo afrontar el fenómeno a nivel médico, social y jurídico.
La primera dimensión suele estar conectada con la segunda, pues en los debates sobre el aborto algunos piensan que afirmar que existen muchos abortos clandestinos forzaría a los políticos a legalizarlos, mientras que otros suponen que un número bajo de abortos clandestinos no apoyaría su legalización.
Estos planteamientos, sin embargo, no llegan al núcleo de la cuestión. Porque en el tema del aborto lo más importante es tener bien en claro qué ocurre en cada aborto, para luego plantearse la pregunta ética: si sea o no sea correcto despenalizarlo o legalizarlo.
Si reflexionamos seriamente sobre el aborto, reconoceremos varios aspectos centrales. El primero: una mujer ha iniciado un embarazo, lo que equivale a decir que en un seno hay una nueva vida, la de su hijo; que, además, es también hijo de un padre, que tiene sus responsabilidades respecto a esa nueva vida.
Reconocer lo anterior es básico para cualquier reflexión ulterior, porque en cada aborto una mujer (muchas veces también un hombre) ve cómo es eliminado su propio hijo, con o sin su consentimiento.
El segundo aspecto explica el motivo de un gran número de abortos en el mundo: porque la madre, o algunos adultos cercanos a la madre, no quieren que nazca ese hijo que ha empezado a vivir. Sobre esto habría mucho que decir, pues miles y miles de abortos se producen desde las presiones que familiares, amigos, conocidos, jefes de trabajo, funcionarios públicos, realizan sobre mujeres que desearían tener a sus hijos pero constatan cómo otros las empujan a eliminarlos.
Es cierto que hay abortos que son fruto de la decisión libre, sin presiones, de la madre. Pero también es cierto que muchas de esas madres que optan por el aborto no lo harían si encontrasen a su alrededor un ambiente de comprensión y apoyo que resulta de gran ayuda para seguir adelante en el embarazo.
Con estos dos aspectos ante nuestros ojos, volvemos la mirada a las estadísticas. Algunas de ellas son engañosas, precisamente porque pretenden conocer cifras sobre un fenómeno social clandestino. Es decir, porque intentan describir lo que pasa en una zona de oscuridad que impide tener datos precisos.
Es cierto que, a causa de las complicaciones que pueden producirse tras un aborto clandestino, las autoridades sanitarias intentan intuir cuál sea la posible frecuencia de los abortos clandestinos. Pero incluso en ese caso, las estadísticas no son el dato central a tener presente ante la pregunta sobre si sea correcto o no legalizar esos abortos.
Porque la atención debe estar puesta, volvemos a decirlo, sobre lo que ocurre en cada aborto. Si el aborto es la destrucción de la vida de un hijo en el seno materno, y si todo ser humano merece respeto en las diferentes etapas de su vida, una estadística nunca puede convertirse en un instrumento para presionar a favor de la legalización de un delito sumamente grave.
Por eso, en los debates sobre el aborto, las estadísticas nunca serán un argumento válido para llevar a un país a despenalizarlo o legalizarlo. Al contrario, esas estadísticas, en la medida en que sean verídicas y serias, deben servir para preguntarse qué ocurre en la sociedad para que cientos o miles de mujeres, por presiones de todo tipo, acepten que sus hijos sean eliminados.
Sólo entonces esas estadísticas (si son serias, lo repetimos, y sin manipulaciones ideológicas), llevarán a los agentes de salud, a los legisladores, a la sociedad entera, a buscar caminos para apoyar a las mujeres embarazadas.
Desde esos caminos, con buenas decisiones, el fenómeno del aborto disminuirá drásticamente. Entonces, miles y miles de mujeres gozarán de la inmensa dicha de abrazar a sus hijos después de los meses de un embarazo que habrán vivido con más paz y con apoyos concretos y solidarios. FP

Evangelio del Domingo 27 de Septiembre

Día Litúrgico: Domingo XXVI (B) del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Mc 9,38-43.45.47-48): En aquel tiempo, Juan le dijo: «Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre y no viene con nosotros y tratamos de impedírselo porque no venía con nosotros». Pero Jesús dijo: «No se lo impidáis, pues no hay nadie que obre un milagro invocando mi nombre y que luego sea capaz de hablar mal de mí. Pues el que no está contra nosotros, está por nosotros. Todo aquel que os dé de beber un vaso de agua por el hecho de que sois de Cristo, os aseguro que no perderá su recompensa.
»Y al que escandalice a uno de estos pequeños que creen, mejor le es que le pongan al cuello una de esas piedras de molino que mueven los asnos y que le echen al mar. Y si tu mano te es ocasión de pecado, córtatela. Más vale que entres manco en la Vida que, con las dos manos, ir a la gehenna, al fuego que no se apaga. Y si tu pie te es ocasión de pecado, córtatelo. Más vale que entres cojo en la Vida que, con los dos pies, ser arrojado a la gehenna. Y si tu ojo te es ocasión de pecado, sácatelo. Más vale que entres con un solo ojo en el Reino de Dios que, con los dos ojos, ser arrojado a la gehenna, donde su gusano no muere y el fuego no se apaga».

«No hay nadie que obre un milagro invocando mi nombre 
y que luego sea capaz de hablar mal de mí»

Comentario: Rev. D. Valentí ALONSO i Roig (Barcelona, España)

Hoy, según el modelo del realizador de televisión más actual, contemplamos a Jesús poniendo gusanos y fuego allí donde debemos evitar ir: el infierno, «donde el gusano no muere y el fuego no se apaga» (Mc 9,48). Es una descripción del estado en el que puede quedar una persona cuando su vida no la ha llevado allí adonde quería ir. Podríamos compararlo al momento en que, conduciendo nuestro automóvil, tomamos una carretera por otra, pensando que vamos bien y vamos a parar a un lugar desconocido, sin saber dónde estamos y adónde no queríamos ir. Hay que evitar ir, sea como sea, aunque tengamos que desprendernos de cosas aparentemente irrenunciables: sin manos (cf. Mc 9,43), sin pies (cf. Mc 9,45), sin ojos (cf. Mc 9,47). Es necesario querer entrar en la vida o en el Reino de Dios, aunque sea sin algo de nosotros mismos.
Posiblemente, este Evangelio nos lleva a reflexionar para descubrir qué tenemos, por muy nuestro que sea, que no nos permite ir hacia Dios, —y todavía más— qué nos aleja de Él.
El mismo Jesús nos orienta para saber cuál es el pecado en el que nos hacen caer nuestras cosas (manos, pies y ojos). Jesús habla de los que escandalizan a los pequeños que creen en Él (cf. Mc 9,42). “Escandalizar” es alejar a alguien del Señor. Por lo tanto, valoremos en cada persona su proximidad con Jesús, la fe que tiene.
Jesús nos enseña que no hace falta ser de los Doce o de los discípulos más íntimos para estar con Él: «El que no está contra nosotros, está por nosotros» (Mc 9,40). Podemos entender que Jesús lo salva todo. Es una lección del Evangelio de hoy: hay muchos que están más cerca del Reino de Dios de lo que pensamos, porque hacen milagros en nombre de Jesús. Como confesó santa Teresita del Niño Jesús: «El Señor no me podrá premiar según mis obras (...). Pues bien, yo confío en que me premiará según las suyas».