Virginio Pedro, Beato
Religioso y Mártir, 22 de Julio
Martirologio Romano: En territorio de la Arquidiócesis de Madrid, España, Beatos Alberto María Marco y Alemán y 8 compañeros de la Orden de los Carmelitas de la Antigua Observancia; Agustín María García Tribaldos y 15 compañeros del Instituto de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, asesinados por odio a la fe.
Fecha de beatificación: 13 de octubre de 2013, durante el pontificado de S.S. Francisco.
Nació en Miraveche, Diócesis de Burgos (España), el 27 de octubre de 1884. Un 15 de Diciembre se presentaba en el Noviciado Menor de Bujedo un adolescente robusto y rechoncho, de mirada brillante y de lengua poco expedita. Una enérgica voluntad dominaba su nerviosismo congénito y cierta atractiva sencillez realzaba su amable natural. Añadamos que su temperamento era ardoroso y fuerte. Toda su vida conservará estos rasgos físicos y morales. Vicente López, este es su nombre, manifestó un gran deseo de instruirse. De aquí nacería su atención constante a las explicaciones de los profesores y su aplicación animosa a todos los deberes escolares.
Dotado de inteligencia y memoria felices, recitaba a la letra sus lecciones, tartamudeando, pero con cierta gracia que deleitaba a sus condiscípulos. Pero Vicente nunca se molestó por estas risas, aceptadas por su temperamental bondad. Activo en los recreos, se entregaba a los juegos con entusiasmo; y en la oración, en la capilla y en clase, era recogido y aplicado.
Entró en el Noviciado en Julio de 1900, para prepararse a la toma de hábito. Y se convirtió en el Hno. Virginio Pedro, en la festividad de la Natividad de Nuestra Señora. Terminada su formación, la obediencia le designó como primer teatro de su celo la Escuela gratuita del Colegio internado de Ntra. Sra. de Lourdes, en Valladolid. A pesar de su defecto de lenguaje, el joven profesor se impuso rápidamente a sus alumnos pequeñitos, por su valía personal ante todo e igualmente por sus lecciones sustanciosas y seriamente preparadas.
El Hno. Virgilio Pedro edificó siempre a la Comunidad por una fidelidad a toda prueba a los ejercicios de piedad. Con ocasión de la preparación de exámenes oficiales, se vio obligado a trasnochar, pero a la mañana siguiente era invariablemente fiel en levantarse a la hora reglamentaria. Llamaba la atención su postura varonil y su recogimiento en la oración. En las plegarias vocales se destacaba su voz sobre el conjunto y recuerdan los Hermanos su edificación ante los esfuerzos que hacía en superar su tartamudez por una pronunciación cuidadosa.
Su devoción a la Santísima Virgen era sencilla y filial. Se le veía con su Rosario al ir de un sitio para otro. ¡Y con qué entusiasmo se esforzaba en inculcar a sus alumnos las prácticas de esta devoción, considerada por él como seguro de salvación!
El Hermano Virgilio Pedro era un profesor activo y metódico. Preparaba por escrito sus lecciones. Las notas excelentes de sus alumnos en los exámenes oficiales atestiguaban, con varios sobresalientes, la fecunda actividad de la clase. Contaba poco para él su esfuerzo personal, cuando la honra de la Escuela estaba en juego. Enseñaba con igual competencia matemáticas, literatura, lenguas, historia o geografía. Su tenacidad superaba todas las dificultades y aseguraba el éxito de sus alumnos en todas las disciplinas de que se encargaba. Las familias le apreciaban manifiestamente.
Después de regentar la “Clase especial” de la institución San Miguel, de Cádiz, el Hno. Virginio Pedro recibió la obediencia de Director de la Escuela de San José, de Jerez, la más antigua de las fundaciones del Instituto en esta ciudad andaluza. En 1882 estaba aún dirigida por prestigiosos profesores seglares, cuando Don Pedro Domecq, propietario de las bodegas más renombradas del famoso crudo local, decidió confiarla al instituto de La Salle.
El Hno. Virginio Pedro, noveno Director de la Escuela, se hizo cargo de su dirección cuando ya funcionaba a pleno rendimiento. Bajo su vigorosa dirección, las congregaciones de María Inmaculada y del Niño Jesús continuaron proporcionando un Hermoso contingente de vocaciones al Seminario de la Diócesis. También alcanzó notable esplendor la Asociación de Antiguos Alumnos. Sus relaciones con las autoridades eclesiásticas, civiles y sobre todo con los bienhechores de la Escuela, estaban siempre impregnadas de cordialidad y deferencia.
El 11 de Mayo de 1931, día ciertamente triste como anuncio de la tempestad que pronto se desencadenaría en España, demostró el Hno. Virginio Pedro su gran valor y sangre fría al defender la Escuela contra pretendidos incendiarios. Previamente, para evitar la posible profanación, se consumieron las Sagradas Especies mientras la chusma daba en el exterior gritos amenazadores y se preparaba al asalto del establecimiento. Él se quedó solo en la casa, mientras los Hermanos se escapaban por una puerta que daba a una calle desierta. El mismo día se restableció el orden. Los Hermanos pudieron volver y continuar su obra de cristianización en favor de los hijos del pueblo, que en momentos de extravío o locura parecen olvidar los beneficios recibidos de aquellos a quienes destierra.
Después de tres años de fructuoso trabajo, el valeroso Hermano recibió la obediencia de Subdirector de Cuevas, en la provincia de Almena. La persecución y la cruz, prueba inequívoca de la bendición divina, le siguió en su nueva residencia.
El Gobierno republicano había creado numerosos institutos en diversas ciudades para combatir la enseñanza de las Congregaciones Religiosas. Cuevas era una de ellas. El Alcalde de la Ciudad, no disponiendo de locales adecuados ni de fondos para la construcción de un inmueble ad hoc, provocó un conjunto de medidas vejatorias para confiscar la Escuela de los Hermanos, propiedad de la Curia Episcopal. El Hno. Virginio Pedro, buen abogado de una excelente causa, supo defender admirablemente los intereses de la Congregación, pero, en 1933, la fuerza bruta prevaleció contra el derecho y la Escuela fue cerrada. El Hno. Virginio Pedro quedó allí con otro Hermano para intentar mantener a lo menos una clase gratuita y liquidar el mobiliario escolar.
Cuando la casa de Cuevas quedó definitivamente cerrada, el Hno. Virginio Pedro fue nombrado cajero de la Procura del Distrito, empleo que desempeñó hasta el uno de Enero de 1935, en que se le confió el gobierno de los talleres del Asilo del Sagrado Corazón, en Madrid.
En el mes de Septiembre del mismo año asumió la dirección de la primera clase de la Escuela de Santa Susana, donde coincidió con su antiguo Director de Cuevas en el mismo cargo. Nuestro Hermano se entregó durante un año a una labor particularmente intensa y penosa. Pero el 21 de julio de 1936 las hordas rojas asaltaron el establecimiento.
Aprovechando un momento favorable en la invasión, el Hno. Virginio Pedro huyó precipitadamente y buscó refugio en casa de un antiguo alumno. Al día siguiente salió a la calle, deseando conocer lo que ocurría y no volvió más.
¿Qué había sucedido? Sólo más tarde se supo; como se encontraba en el barrio de su Escuela, fue visto por algunos alumnos que, faltos de discreción, fueron la causa de que los revolucionarios, buscadores de sacerdotes y religiosos huidos, le detuvieran y fusilaran en un montículo cercano al cementerio de la Almudena.
Falleció a los 52 años, 37 de vida religiosa y 24 de profesión perpetua. Fue fusilado, por odio a la fe, el 22 de Julio de 1936.
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