Echarse la culpa mutuamente en el matrimonio es una actitud altamente destructiva.
Todos los matrimonios tenemos conflictos, unos mas y otros menos; y no existe ninguna persona perfecta. Entonces siempre vamos a cometer errores y faltas, muchas veces conscientemente y muchas veces inconscientemente.
Los sistemas de creencias de cada uno de los cónyuges son generalmente muy diferentes porque vienen quizás de diferentes culturas, diferente educación, diferente modelaje, diferente temperamento, etc. Entonces cuando las cosas no salen bien, comenzamos a buscar a quien echarle la culpa. Hacer sentir culpable al cónyuge nunca ha resuelto una situación. Por el contrario, la culpabilidad genera un efecto destructivo sobre la relación de las personas, ya que provoca una tensión en la relación que puede producir indiferencia o venganza, y es altamente destructiva para el matrimonio.
La culpa muchas veces tiene el propósito de desviar la atención de la propia responsabilidad y ponerla sobre la otra persona. Otras veces tiene el propósito de mantener una imagen propia a salvo. Pero en ambos casos es una actitud egoísta que agrede los sentimientos del otro. La culpa es como un veneno que se derrama sobre la persona objeto de la acusación, ya que la hace sentirse inútil, incapaz, torpe y todo lo que atenta contra su autoestima.
La culpa es una especie de juicio o inclusive condenación sobre la persona que falló o que simplemente maneja las cosas diferentes a como las manejaríamos nosotros. La culpa contiene semilla de destrucción. Es necesario ir a la Universidad del Creador para ver cómo resolver esta situación. En el Manual de Vida del Fabricante (la Biblia), encontramos las respuestas para saber manejar el desafío del matrimonio, porque si aprendemos a controlar los conflictos, el matrimonio es una relación maravillosa.
Lucas 6:37 dice: No juzguéis y no seréis juzgados; no condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados. La ordenanza de Dios está absolutamente clara: No podemos juzgar, no podemos condenar y tenemos que perdonar. Pero, ¿qué hago entonces si mi cónyuge realmente está haciendo algo mal? Entonces debes usar la herramienta de la confrontación en amor. En el lugar correcto, en el momento justo, y a la manera de Dios con paciencia y amor, le expresas a tu cónyuge tu inconformidad o tu parecer. Por ejemplo: no es lo mismo decir: “Es que por tu culpa, por haber gastado más de la cuenta, ahora no tenemos dinero” a decir: “Mi amor, me siento mal porque creo que tomamos decisiones equivocadas con respecto al manejo del dinero y ahora nos hace falta”.
Aunque tú no hayas sido directamente responsable, el hecho de unirte a tu cónyuge a afrontar las consecuencias va a generar en el cónyuge un arrepentimiento sincero y la posibilidad de corrección es infinitamente mayor a que si se usa la culpa. ¡Pero, ya le he hablado muchas veces y sigue haciendo lo mismo! Hay costumbres y hábitos de vida que son difíciles de cambiar, y no por eso debemos juzgar ni condenar al cónyuge. Probablemente tú también tienes algunas actitudes y hábitos que te cuesta cambiar.
Necesitamos comprensión y paciencia. Lucas 21:19 Con vuestra paciencia ganaréis vuestras almas. Si tú has usado la actitud destructiva de la culpa con tu cónyuge, pídele perdón a Dios hoy mismo. Luego habla con tu cónyuge, pídele perdón y exprésale tus sentimientos con el propósito de juntos, buscar soluciones. Entonces el Dios de paz y de amor, les visitará y traerá soluciones sabias y la provisión necesaria para resolver las necesidades. LyHF
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