Cuando una mujer aborta lo hace por miedo, o por defender proyectos personales, o por un extraño rechazo hacia las responsabilidades ante la vida del hijo, o por otros motivos más o menos conscientes.
La opción por el aborto se convierte en una marcha desesperada hacia una meta, acabar con la vida del bebé no nacido, porque la madre piensa que tal vez así solucionaría tantos problemas...
Ese es uno de los más grandes engaños del aborto. Porque el corazón de cada hombre, de cada mujer, sabe que nunca un acto malo puede convertirse en la verdadera “solución” para algo. A lo sumo, “parece” terminar con un “problema”, ofrecer alguna ganancia (si “ganancia” puede ser llamado el acto con el que se elimina una vida humana).
En realidad, el aborto no es nunca solución, sino sólo el inicio de un drama profundo que puede durar años y años en lo más íntimo de las conciencias.
Las únicas “soluciones” que embellecen la vida humana son las que nacen del amor. Un amor que siempre acoge, defiende, cuida, da lo mejor de uno mismo al más débil, al más necesitado, al más frágil. Un amor que dice “sí” al hijo y a su existencia maravillosa. Un amor que encuentra energías para decir “no” a presiones miserables o a miedos profundos. Un amor que sabe asumir la propia responsabilidad y hacer todo lo humanamente posible en favor de la creatura que ha empezado a existir entre los hombres.
La mejor alternativa al aborto está en una sociedad más madura y más buena. Una sociedad que eduque a los adolescentes y a los jóvenes en la hermosa virtud de la pureza. Una sociedad que nunca permita el desprecio hacia los enfermos o los débiles. Una sociedad que sepa garantizar la igual dignidad del hombre y de la mujer, del niño o del anciano, del no nacido y del que nace con graves defectos físicos, del rico o del pobre.
Todos podemos hacer mucho para ayudar a la mujer embarazada a no dar un paso hacia ese aborto que produce tristezas tan profundas. Existen muchos medios para que su corazón materno se ensanche y viva en plenitud ese deseo que no puede ahogar: hacer el bien al más cercano, al más íntimo, al más inocente de entre los humanos: ese hijo que crece en sus entrañas gracias a la vida y a la esperanza de su madre. FP
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