martes, 4 de junio de 2013

Salmo 148

Salmo 148 – Alabad al Señor en el cielo y en la tierra

► Todo el universo -desde los ángeles hasta los seres inanimados- son invitados en este Salmo a entonar un canto de alabanza al Señor.
► El motivo de la alabanza es el admirable orden de la creación. El versículo final destaca los privilegios de Israel como Pueblo elegido de Dios.
► Este Salmo tiene una gran similitud con el Canto de las Criaturas, que figura en los suplementos griegos del libro de Daniel (3. 52-90).

1. CON ISRAEL
Invitación a la alabanza: el verbo "alabad", "cantad", se repite doce veces, incluyendo los dos "aleluia", al principio y al fin porque "Allelon-Yah" significa en hebreo "alabad a Dios".

2. CON JESÚS
¿No se expresa aquí el alma profunda de Jesús? Este pueblo a que Dios "da vigor" (en hebreo, "ha exaltado el cuerno de su pueblo''), este pueblo "sacerdotal" encargado de la alabanza, este pueblo "que está allegado"... este pueblo "fiel", era, seguramente, colectivamente, Israel. Ahora bien, Jesucristo, en su propia persona realizó plenamente este pueblo escogido.

3. CON NUESTRO TIEMPO
Alabar a Dios con la creación. Salmo para el verano, salmo para las vacaciones. Tenemos que aprender a "ver", a abrir los ojos antes las maravillas del universo. Montañas, Bosques, bestias, estrellas, flores, muchachos, niños, ancianos…

Alabad al Señor en el cielo, alabad al Señor en lo alto. Alabadlo, todos sus ángeles; alabadlo todos sus ejércitos. Alabadlo, sol y luna; alabadlo, estrellas lucientes. Alabadlo, espacios celestes y aguas que cuelgan en el cielo. Alaben el nombre del Señor,  porque él lo mandó, y existieron. Les dio consistencia perpetua y una ley que no pasará. Alabad al Señor en la tierra, cetáceos y abismos del mar, rayos, granizo, nieve y bruma, viento huracanado que cumple sus órdenes, montes y todas las sierras, árboles frutales y cedros, fieras y animales domésticos, reptiles y pájaros que vuelan. Reyes y pueblos del orbe, príncipes y jefes del mundo, los jóvenes y también las doncellas, los viejos junto con los niños, alaben el nombre del Señor, el único nombre sublime. Su majestad sobre el cielo y la tierra; él acrece el vigor de su pueblo. Alabanza de todos sus fieles, de Israel, su pueblo escogido.

«Alabad al Señor en el cielo, alabad al Señor en lo alto».
La alabanza es el lenguaje del cielo. Aprendámoslo en la tierra para ir ensayando la eternidad.
La alabanza es la oración que lo acepta todo. Alabemos al Señor por sus obras sin pretender enmendarlas.
La alabanza es la oración que hace contacto. No se escapa en petición o queja, sino que hace oración de la realidad.
La alabanza es la oración del momento presente. Ni perdón de pasado ni preocupación de futuro.
La alabanza es la oración del grupo. El coro de voces mixtas ante el altar de Dios.
La alabanza es oración de alegría. No puedo decir «¡Alabad al Señor!» con cara larga.
La alabanza es oración de amor. Me alegro al cantar alabanzas, porque amo a la persona a quien festejo.
La alabanza es obediencia. Mi estado de criatura hecho música y canto.
La alabanza es poder. Los muros de Jericó se desmoronan al sonido de las trompetas de la liturgia en manos de sacerdotes.
La alabanza es adoración. Alabar a Dios es tratar a Dios como Dios en la majestad de su gloria.
«Alabad al Señor en la tierra»

Dios del universo, que todas tus obras proclamen, al unísono, tu gloria y que nosotros seamos fieles intérpretes de su alabanza, hasta que toda la creación entone un cántico nuevo en tu presencia. Por Jesucristo, nuestro Señor.

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