En muchos lugares hay una auténtica obsesión para medir resultados, éxito, escuchas, audiencia.
Cada canal televisivo mide continuamente el nivel de seguimiento de sus programas. Si un locutor o un argumento aumentan el “rating”, es promovido. Si lo disminuye, es marginado de golpe, o poco a poco.
La prensa mide cuántos suscriptores hay, cuántas personas leen los periódicos, en qué lugar de la lista se encuentra este periódico concreto en comparación con otros.
En el mundo de Internet también hay fiebre por saber cuántos accesos se producen al día, a la semana, al mes, al año, en la propia página. Muchos artículos tienen, a la derecha o a la izquierda, un espacio para indicar cuántas veces han sido leídos. Existen secciones que llevan como título “lo más leído”, “lo más visto”, “lo más escuchado”,...
No faltan concursos donde la gente “vota” a favor de una idea o de otra, de un actor o de otro, de una canción o de otra. Cuando hay público, en festivales o programas televisivos, resulta posible medir el nivel de los aplausos gracias a un “aplausómetro”.
Los gobiernos y los políticos viven bajo la manía de las encuestas. ¿Qué nivel de aprobación otorga la gente a este político, a esta ley, a esta decisión del presidente o del ministro? Números y más números indican quién “asciende” y quién “desciende” en el nivel de aplausos y aprobaciones de la sociedad.
Lo mismo vale para las películas y los libros: el éxito se mide por el número de espectadores o por las ventas de la novela en los primeros meses de estreno. Lo máximo para un guionista y un productor es ver cómo su película llega a ganancias récord en el primer año en los cines.
En el cielo, ¿hay algo parecido? ¿Existe entre ángeles y arcángeles encuestas, aplausómetros, números, para valorar a las personas que vivimos en la tierra? ¿Hay allá algo parecido a Internet, donde se indique el número de accesos que los habitantes del mundo celeste realizan respecto de los seres humanos?
La respuesta, como es obvio, es negativa. Porque en el cielo no se piden opiniones, ni se vota si es mejor el señor X o la señora Y.
Pero si lo hubiera... notaríamos en seguida cómo en el cielo valoran lo que ocurre en nuestro planeta inquieto y emocionante de un modo mucho más profundo y más serio.
Porque entre los ángeles obtendría un “aplauso” muy bajo lo que realiza un deportista famoso en la tierra pero mediocre en su vida espiritual. Porque los “aplausos” se dispararían hasta el infinito ante esa señora pobre y olvidada en las estadísticas terrícolas pero que todos los días hace mil sacrificios llenos de cariño para atender a su hijo enfermo.
Si hubiera un “aplausómetro” en el cielo nos daría muchas sorpresas, y nos permitiría abrir los ojos a lo importante, a lo que sirve en el tiempo y en lo eterno.
Entonces dejaríamos de lado tantos asuntos pequeños, casi mezquinos, que nos obsesionan en nuestro mundo humano. Y descubriríamos los temas realmente importantes, los corazones grandes, las hazañas que merecen ser reconocidas, según la única medida que vale eternamente: el amor que tengamos hacia nuestro Padre Dios y hacia los hombres y mujeres que viven a nuestro lado. FP
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