La Esperanza es el mecanismo que mantiene al ser humano tenazmente vivo, soñando, planeando y construyendo.
La esperanza no es lo contrario del realismo. Es lo contrario del escepticismo y la desesperación. Los mejores especímenes de la humanidad siempre han albergado esperanza cuando no había salida, han conseguido sobrevivir a circunstancias imposibles y se las han arreglado para construir algo cuando no disponían de muchos elementos a partir de los cuales hacerlo.
«El corazón alegre es una buena medicina», afirman los Proverbios de Salomón. Esta sabia afirmación se ha comprobado una vez más en nuestros tiempos.
Después de la Segunda Guerra Mundial se verificó que los prisioneros de guerra estadounidenses que estaban convencidos de que vivirían para contarlo y centraban su actitud y sus pensamientos en el futuro salieron con muchos menos traumas que los que pensaban que no volverían.
El Dr. Martin E.P. Seligman de la Universidad de Pensilvania ha estudiado a fondo las causas de la depresión, que cada año afecta a millones de personas. Descubrió que los deprimidos consideran todo pequeño obstáculo una barrera infranqueable.
Les parece que no ganan nada reaccionando, piensan que todo lo que hacen es inútil. El Dr. Seligman dijo que cuando recuperamos la fe volvemos a ser eficientes y podemos llevar las riendas de nuestra vida.
Tener esperanza es tan natural como que germinen las semillas y salga el sol. Y puede que sea por las mismas razones.
Se podría decir que la esperanza ha dejado su firma escrita en la tierra, el cielo, el mar y todo ser viviente. Pero aun siendo tan natural y tan vital igual podemos perderla. Lo mismo que nos cansamos de la vida, a muchos se nos fatiga la esperanza. Precisamente porque la esperanza es un elemento normal de la vida se genera de modo natural al retirar los impedimentos anormales que la bloquean.
Aquí tiene algunas sugerencias:
Tenga esperanza en el presente. Hay veces en que es difícil creer en el futuro, en que por un tiempo nos falta valentía.
En esos casos, concéntrese en el presente. Cultive las pequeñas alegrías hasta que recupere el valor. Espere con ilusión la belleza del próximo momento, de la próxima hora, la promesa de una buena comida, el descanso, un libro, una película, la probabilidad inmediata de que mañana salga el sol. Hinque raíces en el presente hasta que tenga fuerzas para pensar en el mañana.
Actúe. Un desconocido me escribió hace años: «Cuando no encuentro salida, también hago algo». Este es un buen consejo para quien esté paralizado por la desesperación. Tenga fe en la esperanza. No se convenza de que los pesimistas tienen el monopolio de la verdad. Ellos prefieren vivir en la neblina del escepticismo antes que correr el riesgo de llevarse una desilusión. Es el adulto que llevamos dentro, no el niño, el que cuando cae en tierra se vuelve a levantar una vez tras otra y dice contra todo pronóstico: «Mañana me irá mejor».
La esperanza no es falsa; es la verdad misma. En conclusión, invoque la esperanza. Es tan necesaria como el sol en primavera. Es una meta en sí, un ejercicio de valor, un estado de ánimo, una opción de vida, una disposición del corazón.
Que el Dios de esperanza los llene de toda alegría y paz a ustedes que creen en Él, para que rebosen de esperanza por el poder del Espíritu Santo. Romanos 15:13
Si la esperanza muere, ¿qué puede sobrevivir? AAA
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