sábado, 8 de octubre de 2016

Células madre: hacia una investigación ética


Las células madre (también llamadas troncales, o estaminales) abren horizontes de gran interés al mundo de la medicina. Sobre todo porque se espera, gracias a las investigaciones sobre ellas, curar y reparar a seres humanos afectados por enfermedades y daños más o menos graves.
Por lo mismo, numerosas investigaciones giran en torno a estas células madre, que se pueden dividir en dos grandes grupos según el modo de obtención y según sus potencialidades: células madre de adulto, y células madre embrionarias.
Las primeras se obtienen desde tejidos ofrecidos por seres humanos adultos. También se pueden obtener del cordón umbilical. En ambos casos no habría dificultades éticas sobre el modo de obtener tales células de adultos, siempre que se evite provocar daños en el donador.
Otras veces las células madre de adulto se obtienen a partir de fetos que han fallecido. Si la muerte de tales fetos es el resultado de un aborto clínico, salta a la vista la inmoralidad del “procedimiento”: un ser humano (un hijo) ha sido eliminado y luego usado en sus partes para la investigación.
Las segundas, las células madre embrionarias, se obtienen normalmente a partir de las técnicas de reproducción artificial (menos en el caso que mencionaremos en seguida). Para ello, se producen en laboratorio embriones a través de la FIV (fecundación in vitro) para ser usados luego por los investigadores; o se pide a los padres o a las clínicas de reproducción artificial que “donen” embriones “sobrantes” para experimentar con las células de los mismos. Los embriones usados, en el proceso de extracción de sus células madre, quedan destruidos, al menos tal y como actualmente se trabaja sobre ellos.
Existe, además, una investigación de frontera que busca obtener células madre desde la reprogramación de algunas células “normales” (de adulto) hasta rejuvenecerlas a diversos niveles, incluso hasta hacer que tengan propiedades similares a las de las células madre embrionarias.
Es fácil intuir que estas investigaciones suscitan grandes expectativas y fuertes intereses. Por un lado, miles y miles de enfermos y familiares de los mismos esperan de la medicina nuevos caminos de curación en enfermedades degenerativas (Parkinson, Alzheimer, etc.) o de otro tipo que podrían ser afrontadas o incluso curadas a través del uso y de las investigaciones con células madre.
Por otro lado, laboratorios, médicos y organismos nacionales o internacionales tienen gran interés por hacer progresar un campo de estudios lleno de promesas. No faltan quienes anhelan conseguir, en este ámbito, beneficios en dinero, o buscan patentar los nuevos descubrimientos, como si se tratase de una técnica más, cuando en realidad se está trabajando con células humanas.
Los intereses, sin embargo, no garantizan la bondad ética de los métodos usados. Un experimento que provoque intencionalmente daños a un adulto para obtener células madre es claramente injusto: sobre este punto el acuerdo es casi total. Un experimento que implique daños o la destrucción de un embrión o de un feto es también injusto, pero sobre este punto no existe condivisión de puntos de vista, aunque el criterio ético sigue siendo válido: nunca se puede destruir la vida de un ser humano inocente para beneficiar a otros seres humanos.
Desde que se ha generalizado el uso de técnicas de fecundación in vitro (a partir de 1978), ha habido y sigue habiendo mucha presión para rebajar el reconocimiento de la dignidad de los embriones obtenidos en las clínicas de reproducción artificial. El motivo ha sido sencillo: se busca dejar campo libre a la acción a los técnicos, pues se dice a las parejas y a la sociedad que los embriones precoces no son todavía seres humanos, sino simplemente “pre-embriones”. Negado su estatuto humano, esos embriones quedan a merced de sus “propietarios”, se trate de los padres que los encargaron o del mismo personal del laboratorio.
Desde esta perspectiva errónea, algunos promueven el uso de los embriones para obtener células madre embrionarias como si se usasen tejidos humanos.
Es patente el engaño: el embrión no es un simple tejido, ni un puñado de células, sino un individuo humano en sus primeras fases de desarrollo. Negarle su identidad para que pueda ser “usado” es un acto sumamente injusto. Los beneficios que se puedan obtener del mismo no justifican el esfuerzo técnico ni los daños que sufrirá si queda desprotegido. Nunca, se ha repetido cientos de veces, un experimento se convierte en bueno simplemente por los resultados alcanzados, sino que su bondad ética radica en el respeto hacia todos los seres humanos implicados, incluyendo los mismos embriones.
En un documento publicado a finales del año 2008, la Congregación para la doctrina de la fe recordaba que la obtención de células troncales (madre) a partir de la destrucción de embriones era “gravemente ilícita” (cf. Instrucción “Dignitas personae”, n. 32). En cambio, aclaraba el documento apenas citado, extraerlas de seres humanos adultos, sin dañarlos, o de fetos fallecidos de modo natural, es algo lícito, dentro del marco de las normales reglas de una buena investigación clínica.
Benedicto XVI explicaba, al respecto, que la obtención y uso de células madre procedente de adultos, en el normal respeto de las personas implicadas, no conlleva problemas éticos. En cambio, sí hay graves problemas éticos en la experimentación con células madre embrionarias.
Las palabras del Papa fueron claras: “Quienes defienden la investigación con células madre embrionarias con la esperanza de alcanzar ese resultado cometen el grave error de negar el derecho inalienable a la vida de todos los seres humanos desde el momento de la concepción hasta su muerte natural. La destrucción incluso de una sola vida humana nunca se puede justificar por el beneficio que probablemente puede aportar a otra” (discurso a los participantes en la Conferencia internacional sobre células madre, 12-11-2011).
Una investigación ética sobre células madre no puede olvidar estos criterios. De este modo, la búsqueda de la salud de muchos seres humanos deseosos de ayudas técnicas se podrá realizar desde el respeto auténtico de todos, también de los seres humanos más pequeños e indefensos: los embriones. FP

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