—Todo el mundo tiene deseos y apetencias sexuales. Y como somos humanos, no podemos ignorar que lo natural es que tengamos debilidades. Muchos piensan que no se le debe dar mayor importancia.
Cuando se dice “somos humanos”, muchos parecen querer justificar que lo natural en el hombre es no tener dominio sobre las pasiones y los instintos.
Sin embargo, debemos esperar algo más de nosotros mismos. Somos seres dotados de inteligencia, voluntad y libertad. Dios nos ha otorgado el don de la sexualidad no para deshonrarlo, abusar de él y degradarlo, sino para darle un uso conforme a nuestra naturaleza de personas racionales.
Decir “somos humanos”, en ese sentido, conduce a un lenguaje equívoco:
He estado viendo una película pornográfica cuando mi mujer estaba fuera. ¿Qué quieres que te diga...? Somos humanos.
Mi novio me dice... lo que dicen todos. Que si es verdad que le quiero, que se lo demuestre. Que “eso” es necesario para el conocimiento mutuo. Que es muy importante para enamorarse de una persona “saber cómo funciona en eso”. Somos humanos.
La otra noche, en un congreso en otra ciudad, coincidí en el hotel con una rubia encantadora. Todo el mundo lo hace. Las cosas son diferentes, hoy día. Somos humanos.
Muchas revistas traen algunas páginas un poco fuertes. Las lee todo el mundo. Es verdad que son bastante morbosas, pero me gusta estar en lo que pasa y en lo que se ve en la sociedad de hoy. Somos humanos.
Dices que “lo hace todo el mundo”, que “somos humanos”, que todo eso no te afecta tanto, que ya eres adulto, que eres capaz de asimilarlo. No te engañes. Porque serás tú mismo quien recoja las consecuencias en tu propio corazón. Porque esas claudicaciones van levantando en tu interior un muro que va endureciéndose más y más, hasta que al final no hay piqueta que lo derribe. Un dique en el que, aunque te cueste reconocerlo, muchos bloques no son otra cosa que egoísmo, y el egoísmo es un refugio equivocado, que acabará por oscurecer esa relación tuya quizá antes transparente.
Algunos dicen que es imposible vivir hoy sin concederse de vez en cuando “un respiro” en cuestión de sexo. Parece una forma poco razonable de justificarse. Además, con ese planteamiento, a esas personas no debería molestarles que se dudara de la honestidad de sus padres, de su mujer, o de su marido. Considerar la lujuria o la infidelidad como unos simples caprichos que no se pueden dejar es una triste forma de engañarse. AA
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