Arcángel de Calatafino Piacentini, Beato
Presbítero, 10 de Agosto
Martirologio Romano: En Alcamo, en Sicilia, beato Arcángel de Calatafino Piacentini, presbítero de la Orden de los Hermanos Menores, insigne por su austeridad de vida y su amor a la soledad (1460).
Nativo de Calatafimi, Sicilia; Italia. Descendiente de la noble familia Piacentini o Piacenza.
Siendo aún “muy joven”, abandona su hogar para vivir como ermitaño en la soledad de las montañas. Es tal su vida de austeridad, oración y penitencia que -aun aislado- pronto acuden a conocerle y a recibir su bendición o un consejo numerosas personas. Para continuar en su soledad rindiendo tributo al Creador, se traslada a Alcamo; sin embargo, resulta inútil su deseo, ya que pronto su fama de santidad llega a las poblaciones vecinas, por lo que vuelve a recibir la visita de innumerables fieles.
Fue entonces que se enfrenta a la disyuntiva de permanecer aislado en oración o acompañar a los fieles y auxiliarles en sus necesidades espirituales y materiales, pues los vecinos del lugar le piden dirigir el abandonado hospital de la ciudad. Al optar por lo segundo, dedica todas sus fuerzas a reconstruir el nosocomio, el cual al poco tiempo es remodelado en su totalidad y empieza a brindar servicios de salud de calidad a quien a él recurre. Cuando el hospital está trabajando de forma más que adecuada decide, una vez más, retirarse a una cueva a continuar su vida de ermitaño; esta vez fue el decreto del Sumo Pontífice Martín V (1417-1431), el cual suprimía a los ermitaños de Sicilia, lo que le hace dejar su retiro e ingresar con los Hermanos Menores (franciscanos) de Palermo, donde cursa el noviciado.
Por su vida llena de virtudes, es electo ministro provincial en la Orden, labor en la que destaca. Al concluir este cargo, regresa a Alcamo para fundar el monasterio de Santa María de Jesús, anexo al hospital por él reconstruido. Sin precisarse fecha, se ordena sacerdote y continúa su ejemplar vida plena de oración, austeridad, penitencia y servicio al prójimo. Sus dotes de orador le llevan a recorrer gran parte de su país, cuando logra la redención de pecadores y la conversión de muchas almas. Entrega su vida al Creador en el monasterio citado. Por sus méritos, Gregorio XVI aprobó su culto en 1836.
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