miércoles, 9 de agosto de 2017

Tomar partido por Jesús y hablar francamente

Si le negamos, Él también nos negará. Tenemos que superar el temor a hablar francamente de Jesús y ponernos de su lado ante los hombres, pues de ello depende que Él interceda por nosotros ante Dios y en presencia de sus ángeles.

Tomar partido por Jesús.
“Al que me confiese delante de los hombres, le confesaré también yo delante de mi Padre celestial; pero al que me niegue delante de los hombres, yo también lo negaré delante de mi Padre celestial” (Mateo 10,32-33).
“Os digo además: Al que me confiese delante de los hombres, el Hijo del Hombre lo confesará delante de los ángeles de Dios; pero al que me niegue delante de los hombres, él lo negará delante de los ángeles de Dios” (Lucas 12,8-9).
Estas dos breves lecturas de los evangelios nos enseñan, de labios de Jesús, lo que un día ocurriría en el Juicio final y en otros momentos si en esta vida rechazamos a Jesús, por ejemplo, cuando un hermano nos quiere decir algo sobre Él: también Jesús nos rechazaría. O bien si en esta vida le confesamos, es decir, si no ocultamos nuestra fe en Jesús ante otras personas: también Él nos confesará ante Dios y sus ángeles.
¿Qué ocurrirá si ante los hombres negamos a Jesús, y su palabra no llega a ser practicada por nosotros en nuestra vida? Sería otra manera de negar a Jesús en las obras, y su respuesta sería negarnos ante el Padre y sus santos ángeles.
Pero Jesús tiene misericordia de nosotros, pues dice que al que le confiese delante de los hombres, Él también le confesará delante del Padre y de sus santos ángeles. Quien corrija a su hermano atendiendo a la palabra de Jesús, confiesa a Jesús ante su hermano. Y haciéndolo a varios hermanos individualmente y en privado, como enseñó Jesús en la corrección fraterna (Mateo 18,15-17; Lucas 15,7), ése confiesa a Jesús ante los hombres y Jesús le confesará y se pondrá de su parte ante Dios y sus santos ángeles. Lo cual será causa de gran alegría.

Hablar francamente y sin temor.
“No les tengáis miedo. Pues no hay nada encubierto que no haya de ser descubierto, ni oculto que no haya de saberse. Lo que yo os digo en la oscuridad, decidlo vosotros a la luz; y lo que oís al oído, proclamadlo desde los terrados” (Mateo 10,26-27).
Lo que hay que hacer es, primero, practicar lo que enseña Jesús, y segundo, enseñar a practicarlo a otros. Pues el que guarde y practique los mandamientos más pequeños y así lo enseñe a otros, ése será grande en el Reino de los cielos.
Así, pues, estemos advertidos. Como escribió San Pablo en una de sus cartas, “si le negamos, Él también nos negará”. Seamos coherentes con esto y demos espacio y tiempo a Jesús en nuestra vida con los demás. De ello depende incluso nuestra salvación. MRE

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