Amigo y Amelio, Santos
Mártires, 12 de Octubre
Etimológicamente: Amigo = “amable”. Viene de la lengua latina.
Amigo y Amelio fueron dos nobles paladines, confidentes del rey Carlomagno. Pertenecen a la época carolingia.
En el tiempos de Pipino III nacieron dos niños extraordinariamente similares, uno hijo de un conde, el otro hijo de un soldado. Se conocieron en Lucca y, después de forjar una profunda amistad, se encaminaron a Letrán para ser bautizados por el Papa, al hijo del conde pusieron el nombre de Amelio, mientras que al hijo del soldado lo llamaron Amigo. El recuerdo del bautismo fue unas tazas de madera, adornadas con oro y piedras preciosas. Se separaron cuando cada uno tuvo que regresar a su casa.
Amigo, después de la muerte de su padre, se fue de su casa con la intención de reencontrarse con Amelio. Cuando llegó, su amigo no se encontraba allí. Amigo continuó su viaje y llegó a Roma, donde enfermó de lepra. Pasaron tres años, pero finalmente Amelio lo encontró, fue recibido por el Papa Constantino. Después de tres años, y ya curado de la enfermedad, continuó buscando a Amelio, hasta que finalmente pudieron reencontrarse.
Tras la amenaza de los lombardos, en el año 773, Carlomagno enfrenta al rey Desiderio en Mortara. Amelio y Amigo, quienes además de sus deberes militares practicaban las virtudes cristianas y llevaban una vida de penitencia, murieron en esa batalla.
La tradición cuenta que el emperador decidió honrar a los dos mártires, y ordenó enterrar a Amelio en la iglesia de San Pedro, mientras que Amigo fue enterrado en la iglesia de San Eusebio (hoy San Albino). Pero al día siguiente, sin que nadie supiera cómo, los dos féretros aparecieron juntos, su amistad había sido tan sincera que eran inseparables incluso tras la muerte.
A principios del siglo XX, bajo el altar de la abadía de San Albino, se encontró dos nichos que contienen huesos humanos que deben pertenecer a los dos mártires. Los huesos fueron tapiados de nuevo. Durante las obras de restauración de 1999 fueron expuestos nuevamente y posteriormente colocados en una urna, que se conserva en la misma iglesia.
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