Nos encontramos hoy con el Bartolomé, nacido en Rossano (Calabria, Italia) en el año 980 y muerto en 1055.
Provenía de una familia de Constantinopla. Le pusieron por nombre Basilio. Desde pequeño tuvo una inclinación muy marcada por el estado religioso. Les encomendaron su educación a los monjes de un monasterio. Al poco tiempo de hacer sus votos, lo enviaron a Monte Casino. El abad de entonces era Nilo.
Los dos juntos se fueron a Roma para ver a Papa Gregorio V, y ver la forma de solucionar los enfrentamientos a que dio lugar el autoproclamado papa Juan XVI.
Al poco tiempo murió Nilo. Le sucedió Bartolomé. En seguida mandó construir una iglesia a la Virgen; estuvo en el concilio lateranense del 1044, en el que demostró sus dotes diplomáticas aplacando las rencillas entre el duque Adenolfo y el príncipe de Salerno.Entabló una gran amistad con los Papas Benedicto VIII y IX, logrando que Benedicto IX abdicara y se fuera al monasterio.
Bartolomé murió en el año 1055.
Fue una persona muy inteligente. Escribió un excelente libro titulado “Tipicón”, que es un código litúrgico-disciplinar para regir los monasterios. Y junto a esta obra hay que citar también la magnífica biografía de su amigo san Nilo.
Pío XII, en el noveno centenario de su muerte, lo llamó “luminaria de la Iglesia y ornamento de la sede apostólica”.
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