Anímese a revisar la puesta de límites en su hogar.
¿Ha tenido alguna vez que tragarse las palabras…? Unos padres me contaban que días atrás le habían quitado una excursión organizada por la escuela a su hijo de nueve años, pues había llevado OTRO mensaje de mala conducta… Ambos padres se pusieron de acuerdo en quitarle algo que realmente le doliera porque los otros castigos que le habían puesto parecía que no le hacían el más mínimo efecto.
Pues sí; el niño reaccionó tal y como ellos esperaban. Lloró, suplicó, ofreció tratos con tal de que le cambiaran el castigo… Pero los padres se mantuvieron.
Lo que ellos no se esperaban, era que al día siguiente llegará una nota de la escuela, firmada por la directora, en la cual les decía que la asistencia del niño a la actividad era obligatoria, pues ésta actividad tenía un objetivo educativo y de socialización que el niño no podía perder. En la nota, también se les recordaba a los padres que al matricular a su hijo en ésta escuela, ellos habían firmado un compromiso como padres en el cual apoyarían todas las actividades extracurriculares programadas desde principio de año; y en efecto, esta actividad estaba programada en el calendario anual que se entrega a los padres al inicio del curso lectivo.
Obviamente, el niño llegó a casa con una sonrisa pícara, diciéndole a su mamá que traía un mensaje muy importante de la directora el cual ella debía devolver firmado.
¡Hay momentos en donde los padres y las madres pueden tener el deseo de ser tragados por un hoyo negro! Estos padres por ejemplo. En la conversación ambos me contaban la frustración que habían experimentado tras esta situación. Sin embargo, después de conversar pudimos comprender cómo ellos mismos se tendieron una trampa.
¿Trampa por qué?
Primero, castigaron sobre un privilegio del cual no tenían control. Las actividades escolares son de necesaria participación. No es recomendable intentar modificarlas o utilizarlas como castigo, pues son planteadas para formación y es necesario que los niños y las niñas participen en estas.
Segundo; resulta que este niño en particular estaba teniendo dificultades para socializar con sus compañeros. Esta actividad se prestaba para compartir, pues estaba planificada con el objetivo de promover espacios de trabajo en equipo y de juego. Era necesario que participara.
Los padres tuvieron que hacer algo que les resultaba realmente difícil… ¡Retractarse!
Uno de ellos sustentaba cuan inconveniente resultaría el prometer algo y no cumplirlo. Otro comprendía que se habían equivocado en la escogencia del castigo.
Después de conversar un buen rato; ambos sacaron a relucir sus patrones de crianza. Uno aportaba: “En mi casa el que tenía la última palabra era mi papá y siempre se hacía lo que él decía”; al final aportó a la conversación el resentimiento que sentía por este tipo de disciplina, cuántas veces se vio privado injustamente de actividades y recordó con amargura los castigos a los que fue sometido.
Creo que es importante que revisemos esto de la disciplina y cómo encontrar una forma de corrección un poco más asertiva. Para esto no hay una receta mágica, pero tal vez a alguien le sirva lo que a continuación voy a compartir. La disciplina es necesaria para ejercitar al niño y a la niña en la postergación de sus demandas excesivas, esto sin dejar de proporcionarle vías aceptables para el descargo emocional. La disciplina es el entrenamiento necesario para poder desarrollar mecanismos de autocontrol.
Los límites también son necesarios. La persona que no sabe respetar límites está destinada al fracaso y al sufrimiento. Sin embargo, es importante tener presente que los límites no pueden ser eternos, inaccesibles o inquebrantables… Hay momentos en donde como padres y madres es necesario sentarse a revisar la puesta de límites que hay en el hogar. De pronto nos encontraremos que algunos no son lo suficientemente claros, o que son muy rígidos y que pueden generar lejos de corrección, más bien dolor.
Hay padres y madres que siempre han tenido los mismos límites. Aquellos que habían establecido para cuando los hijos estaban en la niñez y que ahora estando en la adolescencia no son muy razonables (límites eternos). También existen aquellos que les ponen a sus hijos la condición de que para ganarse algo deben ser excelentes académicamente; y con esto me refiero a papás que solo esperan de 98 para arriba… (límites inaccesibles porque en algún momento quizás no llegue a cumplir con este parámetro) y por último aquellos que permanecen aún y cuando está visiblemente comprobado que generan sufrimiento.
Un día de estos, conversaba con un chiquitín de ocho años que me contaba que lo habían castigado por tres semanas sin televisor y sin jugar. Después de que hacía la tarea debía sentarse en el sillón a esperar. Cuando le pregunte cuánto tiempo pasaba en el sillón me respondió: – depende- si hago la tarea despacio entonces poco tiempo, pero si la tarea es fácil y duró poco, entonces muuuuucho tiempo… ¡SIN palabras!
Cuando establezca límites, podría tomar en consideración las siguientes recomendaciones:
• Que los límites sean claros y concisos.
• Las medidas de corrección deben guardar relación con la falta. A falta pequeña, corrección pequeña, a falta grande mayor corrección… Pero cuidado; no se extralimite.
• Nadie dice que usted debe poner una corrección inmediata. Después de la falta; hable con el niño/a de lo sucedido y si es necesario dígale que hablarán de la consecuencia al día siguiente o en la noche.
• Tome en cuenta a la hora de poner una consecuencia que no toda la familia debe ser castigada por la acción de uno. Procure que estas medidas no intervengan con actividades familiares ya planeadas, paseos, fiestas…
• Evite quitar privilegios como el deporte. Estos espacios propician disciplina y son una forma de canalizar energía.
• Nunca ponga una consecuencia cuando el enojo le domina… Evite corregir cuando la irritación del momento suprime la serenidad de juicio: es mejor dejarlo para más tarde
• Es importante que el niño/a tenga muy claro porque es que está siendo disciplinado.
• Recuerde que los estímulos positivos son más eficaces que los negativos.
• Si la acción hirió física o emocionalmente a alguien, pídale al niño/a que haga algo para reparar su falta, por ejemplo una nota de disculpa con un chocolate.
• Para corregir no es necesario recurrir a los jalones de orejas, bofetadas, sacudidas, gritos… esto a la larga empeorará la relación porque genera fuertes sentimientos de enojo.
• Evite utilizar el término castigo. En su lugar utilice términos como corrección o disciplina.
• De vez en cuando es bueno sentarse a revisar los límites que hay en la casa. Escríbalos, discútalos con su pareja y luego comuníquelo a sus hijos/as
• ¿Quién dice que no nos podemos equivocar a la hora de poner una consecuencia o cuando pusimos un límite? Tal vez su hijo/a reciba una mejor lección al ver que papá/mamá fueron lo suficientemente valientes y sensibles como para aceptar que no lo hicieron de la mejor manera. Enséñeles que es de valientes rectificar.
La corrección disciplinaria es un proceso. Hay momentos en que es más difícil porque hay etapas que nos cuestan más que otras, sin embargo no debemos desesperarnos. Si es necesario, busque ayuda de un profesional; no se permita llegar a tener la fea sensación de que sus hijos/as se le han salido de las manos. Cierro con un extracto de sabiduría; la Biblia dice: “Instruye al niño en su camino y aún cuando fuere viejo no se apartará de él”. Prov. 22-6 - TCG
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