Muchas personas se encuentran con que la imagen que en su interior tienen del sexo está distorsionada. Notan que sus ojos se han enturbiado. Que se ha dañado su afectividad, y su imagen del sexo no es precisamente la de un modo de expresar amor tierno y profundo a la persona amada. Que su imaginación y su memoria están artificial y enfermizamente polarizadas hacia el deseo sexual.
— ¿Y qué crees que deben hacer?
Para descubrir la riqueza del amor pleno, para llegar a conocer y a enamorarse de verdad, y no simplemente desear a otro para saciar el afán de sexo, necesitarán un notable esfuerzo para que su atención no quede absorbida por los aspectos externos y meramente sexuales de la otra persona.
De entrada, conviene no asombrarse demasiado al ver lo intenso que puede llegar a ser el instinto sexual sobrealimentado por esa omnipresencia de lo erótico. Ese tirón puede ser en efecto muy fuerte, y por momentos presentarse incluso de modo agobiante. Encauzarlo rectamente será indudablemente costoso, pero no un esfuerzo permanente, pues se presenta solo en algunos momentos puntuales. Para quien aprende a mantenerse a una prudente distancia de las ocasiones más claras, puede decirse que es solo un pequeño conjunto de esfuerzos aislados que no cuestan tanto.
Además, abandonarse al mal uso del sexo suele resultar aún más fatigoso, y con facilidad lleva a angustias y conflictos psicológicos. Basta pensar, por ejemplo, en la ansiedad del chico o la chica que, en vez de disfrutar de la amistad o del noviazgo, pasa la noche probando estrategias diversas, con todo su cortejo de tensiones y frustraciones, hasta conseguir seducir a su presa..., para comprobar después que aquel placer tan anhelado... no era para tanto.
En cambio, la lucha por vivir la castidad brinda al hombre una oportunidad de ganar mucho precisamente en su dignidad como persona, pues una de las cosas que nos distinguen de los animales es que somos capaces de educar nuestros impulsos. AA
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