‘El
primer destello’.
Algunos días comienzan sin avisar. No traen promesas nuevas ni cambios
visibles, sólo esa sensación tenue —como un susurro— de que algo se está
acomodando por dentro.
Hoy fue uno de esos días.
Abrí la ventana y la ciudad seguía igual que siempre: tráfico, prisas,
voces mezcladas. Pero en medio del ruido había una calma rara, casi antigua,
que no venía de afuera sino de una rendija muy pequeña dentro de mí.
Pensé entonces que, quizá, los días importantes no llegan con estruendo.
Llegan despacio.
Como una luz que apenas se atreve a entrar por debajo de la puerta.
Y me descubrí agradeciendo. No por grandes cosas, sino por las pequeñas que
pasan desapercibidas: el aire fresco, una llamada pendiente, el pan caliente,
la mirada de alguien que no me olvida.
Agradecí incluso lo que dolió este año, porque entendí que no me dejó
igual. Y a veces no ser el mismo es una forma de empezar.
No sé si este día significa algo. A lo mejor no. Pero también podría ser
el primer destello de
algo que está por nacer. Y por si acaso, decidí estar
atento. RM
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