sábado, 17 de octubre de 2015

Gracias…


Hoy vengo a darte las gracias de parte de todas aquellas personas a las que has servido, día a día o de vez en cuando.
Si eres padre de familia: gracias por esas horas de trabajo, por esforzarte cada día, por los minutos dedicados a tus hijos, por jugar con ellos, por dedicarles tiempo, por enseñarles de Dios, por darles valores… has ayudado a cambiar una nación.
Si eres madre de familia: gracias por cada comida preparada, por cada prenda lavada, por cada caricia y cuidado, por hacer que 24 horas del día alcancen para trabajar fuera y dentro de casa organizando todo, por tu esfuerzo en mantener un hogar en armonía y calidez para los tuyos, por el amor, por tu fe compartida… has ayudado a hacer generaciones fuertes.
Si eres hijo: gracias por estudiar, por compartir tus conocimientos con tus hermanos y con tus amigos, por cada regla que has respetado, por cada enseñanza que das a tus padres con tu inocencia, con tu bondad, con tus reflexiones de la vida, por perdonar los fallos de los que te educan sabiendo que no son perfectos… te estás convirtiendo en un ciudadano que vale la pena.
Si eres un servidor público: gracias por cada duda que has resuelto, por la amabilidad que dispensas a cada persona que atiendes, por hacer tú trabajo con respeto e integridad… fortaleces la confianza de quienes te rodean.
Si trabajas como obrero, como empleado en cualquier sitio: gracias por tu puntualidad, por hacer las cosas con excelencia, por convivir con tus compañeros sanamente y por los minutos que has dedicado para escucharlos, para animarlos, para compartir las experiencias laborales y aun familiares… te has convertido en una parte importante de la humanidad que brilla.
Si eres médico, creativo… o cualquier tipo de profesionista: gracias por poner tu corazón en lo que haces a favor de otros, por las horas, los desvelos, las angustias, las horas que has estado lejos de los tuyos dándote a otros… has colaborado en engrandecer a la humanidad.
Si eres amigo: gracias por el tiempo compartido, por estar cuando se te necesitaba ya de lejos o de cerca; por los mensajes de aliento que has enviado y aún por los chistes que contaste para alegrar a otros, por tu calidez, por tus oraciones… has hecho que permanezca la esperanza en un mundo mejor.
Si has dado comida, ropa, sonrisas, abrigo, cualquier cosa que alguien necesitaba… ¡gracias, muchas gracias porque te has convertido en los brazos, los pies, los ojos, la sonrisa y el corazón de Dios!
Quizá nadie te ha visto, quizá crees que nadie lo ha valorado pero no es así: Dios lo ha visto y Él no es injusto para olvidar lo que has hecho y sigues haciendo cada día y nada queda sin recompensa.
Porque Dios no es injusto para olvidar vuestra obra y el trabajo de amor que habéis mostrado hacia su nombre, habiendo servido a los santos y sirviéndoles aún. Hebreos 6:10 RAD

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