jueves, 17 de marzo de 2016

Aborto y salud de la mujer


Para defender la legalización del aborto se usan diversos argumentos. Nos fijamos ahora en uno: explicar que la legalización del aborto quirúrgico permitiría proteger la salud de la mujer.
¿Cómo elaboran este argumento los defensores del aborto legal? El aborto quirúrgico implica una intervención acompañada de peligros importantes y con posibles consecuencias inmediatas o a largo plazo en la mujer. Si las leyes prohíben el aborto, las mujeres que deseen abortar, especialmente las que viven en situaciones de pobreza, tenderían a buscar la ayuda de algún centro clandestino. De este modo, correrían riesgos mayores, incluso la posibilidad de morir en la operación o después de la misma.
El argumento “atrae” porque se fija en algunos graves peligros del aborto clandestino. Por eso algunos consideran que sería no sólo necesario, sino incluso obligatorio evitar tales peligros, en función del derecho a la salud que toda mujer tiene.
Pero el argumento cae en un doble error. El primero: considerar el aborto desde un punto de vista unilateral. Porque el aborto no es un asunto privado de la mujer, algo entre ella y ella. En cada aborto una madre busca (o ha sido obligada a buscar) la muerte de su hijo. Es decir, estamos ante el caso en el que un ser humano desea provocar la muerte de otro ser humano.
El derecho a la salud de la mujer no puede ir contra el derecho a la salud del hijo. Mucho menos puede ser usado contra el derecho a la vida del hijo. Por eso hay que denunciar que en todo aborto se viola gravemente uno de los derechos fundamentales de todo ser humano: el derecho a la vida. Nunca será justo usar un derecho humano para pisotear otro derecho humano.
El segundo error es pensar en el aborto clandestino como si fuese algo inevitable. “Si una mujer quiere abortar, tarde o temprano lo hará, y lo mejor sería ayudarla a hacerlo bien”, repiten los defensores del aborto. Pero el fatalismo no existe: nadie hará lo que “está escrito” en las estrellas. Los actos humanos nacen de la libertad: ningún ser humano está obligado a optar en favor de la injusticia.
El punto central no es, por lo tanto, cómo ayudar a las mujeres a realizar abortos seguros, sino cómo disuadirlas (y librarlas) de un acto tan injusto. La pregunta necesita orientarse en ese sentido: ¿cómo ayudar a las mujeres, a los médicos, a la sociedad, para que ninguna mujer se siente impulsada, presionada o instigada a terminar con la vida de su hijo?
La respuesta implica toda una revolución cultural. Porque grupos de poder bien financiados han presionado durante años y siguen presionando para presentar el aborto como solución, cuando en realidad es uno de los crímenes más radicales de las sociedades mal llamadas “modernas”.
Sólo cuando reconozcamos que todo aborto es siempre una violación de los derechos humanos empezaremos a construir una sociedad realmente justa. De este modo pondremos los presupuestos necesarios para trabajar en favor del respeto de la vida de cualquier ser humano, sin discriminaciones.
Será posible, entonces, ayudar, acompañar y ofrecer tratamientos y consejos a todas las mujeres que tengan problemas durante el embarazo. Será posible responsabilizar a los hombres para que no se desentiendan nunca de sus hijos (detrás de cada nueva vida hay también un padre) y apoyen en todo a las mujeres embarazadas. Será posible combatir la pobreza y la falta de higiene que tantos riesgos implican para la vida de la madre y del hijo. Será posible, en definitiva, trabajar en serio por la salud de dos seres humanos muy necesitados: una madre y un hijo. FP

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