martes, 29 de marzo de 2016

II Crónicas 5


1 Así fue terminado todo el trabajo que hizo el rey Salomón para la Casa del Señor. Salomón llevó todas las ofrendas que había consagrado su padre David: la plata, el oro y los demás utensilios, y los depositó en los tesoros de la Casa de Dios.
2 Entonces Salomón reunió en Jerusalén a los ancianos de Israel, a todos los jefes de las tribus y a los príncipes de las casas paternas de los israelitas, para subir el Arca de la Alianza del Señor desde la Ciudad de David, o sea, desde Sión.
3 Todos los hombres de Israel se reunieron junto al rey durante la Fiesta del séptimo mes.
4 Cuando llegaron todos los ancianos de Israel, los levitas levantaron el Arca,
5 y la subieron con la Carpa del Encuentro y con todos los objetos sagrados que había en la Carpa. Los que trasladaron todo eso fueron los sacerdotes levíticos.
6 Mientras tanto, el rey Salomón y toda la comunidad de Israel reunida junto a él delante del Arca, sacrificaban carneros y toros, en tal cantidad que no se los podía contar ni calcular.
7 Los sacerdotes introdujeron el Arca de la Alianza del Señor en su sitio, en el lugar santísimo de la Casa –el Santo de los santos– bajo las alas de los querubines.
8 Los querubines desplegaban sus alas sobre el sitio destinado el Arca, y recubrían por encima el Arca y sus andas.
9 Las andas eran tan largas que sus extremos se veían desde el Santo, por delante del lugar santísimo, aunque no se las veía desde afuera. Allí han estado el día de hoy.
10 En el Arca se encontraban únicamente las dos tablas de piedra que Moisés, en el Horeb, había puesto allí: las tablas de la Alianza que el Señor había hecho con los israelitas a su salida de Egipto.
11 Mientras los sacerdotes salían del Santo –porque todos los sacerdotes que se hallaban presentes se habían santificados, sin distinción de clases –
12 los levitas cantores en pleno –Asaf, Hemán y Iedutún, con sus hijos y sus hermanos– vestidos de lino fino, estaban de pie al oriente del altar, con címbalos, arpas y cítaras. Junto a ellos había ciento veinte sacerdotes que tocaban las trompetas.
13 Los que tocaban las trompetas y los cantores hacían oír sus voces al unísono, para alabar y celebrar al Señor. Y cuando ellos elevaban la voz al son de las trompetas, de los címbalos y de los instrumentos musicales, para alabar al Señor «porque es bueno, porque es eterno su amor», una nube llenó el Templo, la Casa del Señor,
14 de manera que los sacerdotes no pudieron continuar sus servicios a causa de la nube, porque la gloria del Señor llenaba la Casa de Dios.

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