El encuentro con la verdad exige conformar la propia vida con esa verdad, y en ese sentido puede decirse que la verdad se nos impone. Pero el encuentro con la verdad es lo más liberador que puede haber en la vida de una persona.
Por el contrario, quien pretende “liberarse de la verdad”, no se libera, sino que cae en el autoengaño. Y un engaño, aunque lo cause uno mismo, no puede liberar nada. Liberarse de la verdad atenta además contra los mismos fundamentos de la democracia, pues la verdadera democracia se apoya en el respeto a una gran verdad: la dignidad humana, que debe considerarse como algo innegociable.
Es necesario establecer normas por consenso si se quiere que haya democracia. Y ese consenso puede ser la vía más adecuada para acercarse a la verdad. Pero -como ha explicado Andrés Ollero- ha de asumirse con realismo que, pese a nuestros buenos deseos, podemos equivocarnos al intentar captarla. Y solo si ese consenso coincide con la verdad puede convertirse en instancia ética. No es el consenso quien nos dice lo que es éticamente adecuado, sino la ética la que nos exhorta a consensuar sus exigencias. AA
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