El adjetivo inglés «light» en su sentido originario viene referido a cierto tipo de productos alimenticios: la gaseosa light sin cafeína ya no será la «chispa de la vida», la cerveza light sin alcohol, la mantequilla light sin grasa, la sacarina light o azúcar sin glucosa.
Al decir hombre «light» queremos definir a ese tipo de hombre sin sustancia, ligero, casi vacío, hueco por dentro, con mucha fachada y escaso fondo, que vive de impresiones, de fogonazos, sin ninguna resonancia interior, sin brío y sin brillo. Esta palabra se puso de moda en USA hacia los años ochenta y después llegó a Europa y a todo el mundo.
I. Perfil espiritual del hombre light
1) Horizontalista: sin esa verticalidad que dan las virtudes teologales que oxigenan el espíritu y conectan inmediatamente con Dios, que nos ponen en su misma onda y sintonía hertziana. El hombre light vive la hipertrofia de lo material, de lo inmediato para satisfacer las necesidades más elementales y primarias (comer, divertirse, dormir, vestirse) y no busca satisfacer las necesidades íntimas: su hambre de Dios, de eternidad, de sentido. Ya su mente no busca la verdad suprema... ni su voluntad se adhiere al bien supremo... ni su corazón se enamora del amor supremo. Es una flota sin asideros, una casa sin cimientos, un piso sin columnas.
2) Desorientado: no sabe a dónde va, qué quiere, qué anhela en la vida de consagración. Va a la caza de espejismos que encuentra en la cuneta de la vida, cuando camina por la vereda de su egoísmo. Cuando lo urgente sería ponerse en el camino de Dios y de su voluntad santísima. Hombre sin orientación clara: no sabe exactamente a dónde va, qué pretende con esta formación que está recibiendo. Ha perdido el rumbo. No tiene a Dios como última referencia de su pensar, querer, obrar.
3) Desorganizado: Hombre sin programas serios, comprometidos que camina a la deriva; no se ha sentado para hacerse su mapa de ruta: no tiene programa de meditaciones, ni de exámenes prácticos, ni de lecturas espirituales, ni programa de primavera ni de verano ni de otoño ni de invierno. Vive al «ahí se va», «a lo que se tercie».
4) Desmotivado: La motivación en general siempre es energía, fuerza, resorte, incentivo, estímulo interno, impulso para reaccionar frente a una situación determinada. Por ejemplo, ante la sed se siente uno movido a buscar algo que le sacie esa sed. Por tanto la motivación viene a ser como un mecanismo interno de defensa, de autoconservación en la vida. El hombre light es un hombre sin motivaciones espirituales: no estudia por motivos espirituales, sino por motivos espúreos: acrecentar su ciencia y fama, sus intereses y curiosidades intelectuales. No trabaja sino para conseguir más dinero.
5) Descrucificado: el hombre light ha tirado a la cuneta la cruz. Y cuando no puede, la ha dulcificado, amortigua la aspereza de esa cruz: el hombre light pone cojines, terciopelo, algodón de su comodidad. Ya la cruz no pesa, no raspa, no hiere, no se hunde en nuestra carne, no corta nuestras pasiones, no purifica nuestro corazón, no nos madura, no nos da peso interior, no nos convierte en corredentores junto con Cristo. Me contaba ayer un señor que él no entiende lo del sufrimiento y que está dispuesto a hacer que sus hijos no sufran, como él ha tenido que sufrir en esta vida.
II. Perfil humano del hombre light
1) Sentimentalón: Vive atrapado en la malla de los sentimientos, emociones e impresiones. No emplea los sentimientos como fuerzas bien encauzadas y valiosas para ponerlas al servicio del ideal por el que lucha y sufre. Los sentimientos le llevan y le traen como a esa hoja seca en día de vendaval. No se da cuenta de que el sentimentalismo destruye nuestra vida, aniquila fuerzas, desgasta el alma.
2) Abúlico: Hombre sin voluntad. Su lema, “me gusta, no me gusta; me apetece, no me apetece”. No es el hombre de voluntad recia, robusta, firme, abnegada, fiel. Tiene una voluntad de chicle, de paja, comodona, de caramelo, acomplejada.
El hombre Light: (a) No tiene claros los motivos y convicciones y por eso no los presenta a su inteligencia. (b) Y como la inteligencia no los tiene claros, tampoco da la orden de información a la voluntad; y ésta no se lanza a quererlos, a amarlos. La voluntad, al contrario, se deja llevar de la inconstancia (eterno flojo), del desaliento (el eterno sentimentalón), del simple deseo (el eterno platónico: “yo quisiera”), pero nunca quiere con firmeza. Cada hombre debe tener dentro una mina de motivaciones fuertes que le mantienen en pie en los momentos difíciles.
3) Soso: su sal se ha desvirtuado, no sazona. Su café no estimula, es descafeinado. ¿Han probado ustedes el descafeinado? El descafeinado ni le espabila a uno ni le quita el sueño ni le da sopor. Es neutro. ¿A qué sabe? Le han quitado las propiedades del café cargado que despierta a uno y le estimula. El hombre light es soso, sin garbo en las relaciones con los demás, con su equipo. No estimula, no incide, no le mueve nadie. No es ni agrio ni suave, ni salado ni dulce. Es soso.
4) Hombre descomprometido: desvinculado del equipo, descomprometido en la comunidad y la sociedad. Vive en una atmósfera de indiferencia total a su alrededor. Desligado de todo y de todos. Si juega, no colabora; si trabaja, no mete el hombro a fondo.
III. Perfil intelectual del hombre light
1) Hueco y huero: Hombre sin contenidos serios, profundos, ni verdades sólidas y resistentes capaces de resistir los envites inesperados: quiere, tal vez, mucha información, leer muchos periódicos y revistas para saber qué está pasando. Pero esta información no es formativa, no le ayuda a ser una persona mejor, más completa y humana. Se trata sólo de recibir noticias, pero sin más pretensiones y por supuesto, sin capacidad para hacer una síntesis de lo que le llega de aquí y de allá. Campana sin badajo.
2) Hombre escéptico y aburrido: No busca la verdad, no corre tras ella. Ya ni los consejos de amigos, ni las buenas lecturas, pueden derribar esa estructura light. Casi ha formado en sí como una segunda naturaleza. Le aburre todo: lo espiritual, lo intelectual. Le da igual que le pasen un programa sobre animalitos o pájaros tropicales; o que le pasen un programa sobre el infierno de las drogas, o del mundo de los marginados palestinos; conferencias sobre temas de actualidad. Le aburre, no porque le sobren contenidos hondos, sino por sobredosis de carencia de contenidos y verdades. No quiere pensar ni reflexionar.
3) De pensamiento confuso y débil: No sabe sintetizar ni resumir los datos que van recibiendo. De pensamiento inconsistente, porque está cogido por unos hilos demasiado poco resistentes: tres datos que rebotan en la campana vacía de una mente sin estructura.
4) Hombre frívolo y superficial: sin preocupaciones ni inquietudes culturales, con vistas a mi misión. Alguien ha dicho que estamos “en el siglo de la seducción y de lo efímero”. Es el hombre que no se potencia en todos los campos. Su ideología es el pragmatismo: “me sirve y me aprovecha el latín y la literatura... echo mano de ello; si no, ¡fuera!”. Tiene piel de camaleón: ahí no entra el agua, ni aunque se desencadene el diluvio universal.
IV. Perfil apostólico del hombre light
1) Hombre permisivo: no sólo hace todo a su aire, sino que deja y permite hacer todo en su vida. Claro, sin programa, sin guía y sin calendario en su apostolado, ¿qué va a exigir? Prefiere dejar hacer. Esta permisividad desemboca en una tolerancia, no ciertamente humana, sino en una tolerancia que esconde una pereza impropia de una persona seria y madura.
2) Lúdico: Hombre que divierte, más que evangeliza: Vacío de contenidos, ¿qué se puede esperar del apóstol light? Prefiere estar con la gente para divertirla y pasarla bien. No la compromete, no la lleva a Dios, no la mistifica.
3) Hombre frágil, evanescente: si no recibe una buena inyección de papaína espiritual, de contenidos sólidos, de convicciones profundas, este hombre light corre el peligro de romperse ante los golpes del apostolado. El mundo nos tirará muchas piedras a nuestra obediencia, a nuestra castidad, a nuestra pobreza... Y sin el escudo protector de nuestros hábitos adquiridos en la casa de formación, de seguro que nos rompemos.
Conclusión
Espero no haber pergeñado un panorama macabro. Mi intención era todo lo contrario: adquirir en nosotros el perfil del hombre maduro y responsable.
Quizá haciendo el contraste con los peligros en que podemos caer, puede quedar más claro lo positivo que he querido realzar. AR
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