De acuerdo a una antigua fábula, tres hombres en una ocasión decidieron entrar en la práctica religiosa de absoluto silencio. Ellos, de forma mutua, acordaron mantener un día de silencio, desde el amanecer hasta la medianoche, momento en que se esperaba la aparición en el horizonte de la luna llena.
Se sentaron con las piernas cruzadas durante horas, concentrándose en el distante horizonte, ansiosos de que la oscuridad los envolviera.
Uno de ellos sin querer observó: -Es difícil no decir nada en absoluto.
El segundo respondió: -Silencio. ¡Estás hablando durante el tiempo de silencio!
El tercer hombre suspiró y luego alardeó: -¡Ahora yo soy el único que no he hablado!
Un cantante de rap ha puesto al día algunos de los consejos dados por el libro de Eclesiastés: Hay tiempo para hablar y tiempo para callar. Hay tiempo para tener hambre y tiempo para ir al centro de la ciudad. Hay tiempo de conversar y tiempo de caminar. Hay tiempo para ser meloso y tiempo para no ser miedoso.
El silencio puede ser bueno, pero nunca si es el resultado de puro temor o falta de fibra moral. Hay momentos en que el silencio es oro, en otras ocasiones es solo dorado.
Hay tiempo señalado para todo... tiempo de callar y tiempo de hablar. Eclesiastés 3:1,7
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