El médico firmó la receta. Fuimos a la farmacia. Compramos la medicina. Tenemos ante nosotros una caja y unas pastillas. ¿Qué hay detrás de las mismas? Hay investigación, hay dinero, hay normas más o menos precisas.
Decir lo anterior es correcto, pero queda a un nivel muy abstracto. Si bajamos a los hechos, detrás de unas pastillas hay hombres y mujeres concretos que han pensado, que han decidido, que han trabajado.
Unos han sido investigadores. Habrán observado fenómenos y reacciones. Habrán elaborado una o varias hipótesis. Luego iniciaron un camino largo y complejo de experimentos.
Esos investigadores, sin embargo, necesitaban dinero. Por eso habrán pedido ayuda a los directivos de un gran laboratorio, a los encargados de una compañía farmacéutica, a organismos públicos o a alguna universidad.
Tras la hipótesis y los experimentos, hubo momentos de dudas. ¿Funcionará esta medicina? ¿Provocará algún daño colateral? ¿Qué ocurre si no resulta eficaz?
Las dudas fueron superadas con nuevos estudios, con más controles, con decisiones a veces arriesgadas. Al final, se llegó a un resultado aceptable: parece con bastante certeza que las pastillas funcionarán. Así, un producto farmacéutico pudo conseguir los permisos de las autoridades sanitarias y ser vendido a quienes tengan necesidad del mismo.
Todo lo anterior describe en grandes líneas algunos aspectos de la realidad, pero deja de lado otros. ¿Se hicieron bien los experimentos? ¿No hubo abusos por parte de algún investigador? ¿De dónde obtuvo la empresa farmacéutica el préstamo para financiar los estudios? ¿Quiénes consiguieron y cómo los ingredientes necesarios para producir esas pastillas?
Detrás de unas pastillas hay una historia difícil de conocer. Hombres y mujeres tomaron decisiones que permitieron un resultado que, esperamos, nos curará o aliviará en los días de nuestra enfermedad. Pero no siempre ese resultado bueno ha sido conseguido por caminos éticos.
En el mundo de los laboratorios, como en cada ámbito humano, hay bondad y maldad, grandeza y pequeñez. En ocasiones tendremos que reconocer que un resultado se consiguió desde la oscuridad: decisiones injustas, ambiciones y trampas con las que se buscaba aplastar a la “competencia”, incluso robos de información o experimentos claramente inmorales (por ejemplo, los que se realizan a partir de la destrucción de embriones humanos).
En otras ocasiones, quizá son la mayoría, domina la luz y la bondad. Un resultado positivo es conquistado, entonces, gracias a los actos ponderados de hombres y mujeres con una conciencia fina, con un auténtico amor a la justicia, dispuestos a decir no a todo lo que implique dañar a otros seres humanos, y muy firmes para superar cualquier ambición innoble.
Abro la caja de las pastillas. Detrás de ellas intuyo algo de ese misterio humano, en el que resulta posible lo malo y lo bueno, lo miserable y lo noble.
Con la salud que espero alcanzar en poco tiempo yo también estaré en condiciones de sembrar la historia humana con nuevos actos. Si renuncio al mal, a la avaricia, al pecado, con fuerzas renovadas podré unirme a tantos corazones buenos que trabajan por un mundo más justo y más acogedor. FP
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