miércoles, 6 de noviembre de 2013

Lamentaciones 2

Capítulo 2: Lamentaciones 2

La indignación del Señor contra Israel
Alef
2 1 ¡Cómo cubrió de nubes el Señor, en su enojo, a la hija de Sión! 
Precipitó del cielo a la tierra la gloria de Israel; 
no se acordó del estrado de sus pies, en el día de su ira.
Bet
El Señor devoró sin piedad todas las moradas de Jacob; 
derribó en su indignación las fortalezas de la hija de Judá; 
echó por tierra y profanó el reino y sus príncipes.
Guímel
3 Abatió, en el ardor de su ira, toda la fuerza de Israel; 
retiró su mano derecha frente al enemigo; 
encendió en Jacob una llama como de fuego que devora a su alrededor.
Dálet
4 Tendió su arco como un enemigo, afirmó su mano derecha; 
como un adversario, dio muerte a lo más apuesto de la juventud; 
en el campamento de la hija de Sión derramó como un fuego su furor.
He
5 El Señor se portó como un enemigo y devoró a Israel: 
devoró todos sus palacios, destruyó sus fortalezas; 
multiplicó en la hija de Judá las lamentaciones y los lamentos.
Vau
6 Desmanteló su morada como una huerta, arrasó el Lugar de los encuentros. 
El Señor hizo olvidar en Sión las fiestas y los sábados; 
despreció, en el ímpetu de su ira, al rey y al sacerdote.
Zain
7 El Señor rechazó su propio altar, repudió su Santuario; 
entregó en manos del enemigo los muros de sus palacios; 
se lanzaron gritos en la Casa del Señor como en un día de fiesta.
Jet
8 El Señor decidió arrasar la muralla de la hija de Sión: 
tomó sus medidas y no retiró su brazo hasta dejarla derruida; 
cubrió de luto el antemural y el muro, que se desmoronaron juntamente.
Tet
9 Sus puertas se hundieron en la tierra, él quebró sus cerrojos; 
su rey y sus príncipes están entre las naciones, ¡no hay más Ley! 
Tampoco sus profetas obtienen visionesde parte del Señor.
Iod
10 Están sentados en el suelo, silenciosos, los ancianos de la hija de Sión; 
se han cubierto la cabeza de polvo, se han vestido con un sayal. 
Dejan caer su cabeza hasta el suelo las vírgenes de Jerusalén.
Caf
11 Mis ojos se deshacen en llanto, me hierven las entrañas; 
mi bilis se derrama en la tierra por el desastre de la hija de mi pueblo, 
mientras desfallecen sus niños y pequeños en las plazas de la ciudad.
Lámed
12 Ellos preguntan a sus madres: "¿Dónde hay pan y vino?", 
mientras caen desfallecidos como heridos de muerte en las plazas de la ciudad, 
exhalando su espíritu en el regazo de sus madres.
Mem
13 ¿A quién podré compararte? ¿A quién te asemejaré, hija de Jerusalén? 
¿A quién te igualaré, para poder consolarte, virgen hija de Jerusalén? 
Porque tu desastre es inmenso como el mar: ¿quién te sanará?
Nun
14 Tus profetas te transmitieron visiones falsas e ilusorias. 
No revelaron tu culpa a fin de cambiar tu suerte, 
sino que te hicieron vaticinios falsos y engañosos.
Sámec
15 Al verte, golpean las manos todos los que pasan por el camino; 
silban y mueven la cabeza sobre la hija de Jerusalén: 
"¿Es ésta el dechado de toda hermosura, la alegría de toda la tierra?".
Ain
16 Abren sus fauces contra ti todos tus enemigos; 
silban, rechinan los dientes, diciendo: "¡La hemos devorado! 
Sí, este es el día que esperábamos: ya lo alcanzamos, lo estamos viendo".
Pe
17 El Señor ha realizado su designio, ha cumplido su palabra, 
la que había decretado hace tiempo: demolió sin compasión, 
hizo que el enemigo se alegrara de tu suerte, exaltó el poder de tus adversarios.

Exhortación a Jerusalén
Sade
18 ¡Invoca al Señor de corazón, gime, hija de Sión! 
¡Deja correr tus lágrimas a raudales, de día y de noche: 
no te concedas descanso, que no repose la pupila de tus ojos!
Cof
19 ¡Levántate, y grita durante la noche, cuando comienza la ronda! 
¡Derrama tu corazón como agua ante el rostro del Señor!
¡Eleva tus manos hacia él, por la vida de tus niños pequeños, 
que desfallecen de hambre en todas las esquinas!
Res
20 ¡Mira, Señor, y considera a quién has tratado así! 
¿Puede ser que las mujeres se coman a sus hijos, a los pequeños que antes mimaban? 
¿Puede ser que se asesine en el Santuario al sacerdote y al profeta?
Sin
21 En las calles están tendidos el niño y el anciano;
mis vírgenes y mis jóvenes cayeron bajo la espada; 
tú has sembrado la muerte en el día de tu ira, has degollado sin piedad.
Tau
22 Convocaste como para un día de fiesta los terrores que me rodean; 
en el día de la ira del Señor no hay escapados ni sobrevivientes. 
¡A los que yo había mimado y hecho crecer los aniquiló mi enemigo!

TERCERA LAMENTACIÓN
En el estilo de las Lamentaciones individuales, semejantes a las de algunos Salmos, el poeta expresa los sentimientos del pueblo que permaneció en Jerusalén después de su caída. "Ríos de lágrimas brotan de mis ojos, por el desastre de la hija de mi pueblo" (3. 48). A esa amarga Lamentación que recuerda las quejas de Job y las "Confesiones" de Jeremías, sigue una reflexión sapiencial. El autor reconoce la omnipotencia y la justicia de Dios, y mantiene su esperanza a pesar de todo, porque él "nunca rechaza a los hombres para siempre" (3. 31)

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