Veneraron la tumba de San Francisco, de cuya Orden Tercera eran miembros, y las de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo en Roma. Concluida la estancia en la Ciudad Eterna, toman el camino de Ancona, donde pensaban embarcar para Tierra Santa, pero cuando estaban en Monte Santo, cerca de Fano, Gerio enferma y se ven obligados a detenerse, alojándose en una cabaña. El mal de Gerio se agrava, y su hermano decide ir a Monte Santo a buscar ayuda. Cuenta su historia y pide a la gente ayuda para su hermano. Vuelve con algunos vecinos a la cabaña y halla a Gerio muerto. Era el 25 de mayo de 1299.
La renuncia del joven peregrino a su noble cuna, su vida eremítica y la santa peregrinación que había emprendido, hicieron propagarse entre el pueblo la fama de santidad, que fue confirmada por milagros obrados en su tumba. Este culto «ab inmemoriali» fue confirmado por la Santa Sede el 1 de agosto de 1742.
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