Todos sufrimos altibajos en nuestra vida y, en
ocasiones, es necesario acudir al psicólogo. ¿Cuáles son las líneas rojas que
nos indican que necesitamos ayuda profesional?
Aunque los momentos complicados se alternen con los
plácidos, el problema surge cuando una sensación de malestar se mantiene de
forma constante y puede que sea cuando necesitemos acudir al psicólogo antes de
que nuestra salud mental se resienta.
«En este sentido, cuando los síntomas que estamos experimentando se
prolongan en el tiempo al menos durante dos semanas consecutivas y crecen en
intensidad, de tal forma que empieza a aparecer una incapacidad a la hora de
realizar tareas de nuestra vida cotidiana, deberíamos empezar a preocuparnos», según
los expertos de TherapyChat, servicio online de psicología.
Reconocer este malestar y pedir ayuda psicológica «no es un signo de
debilidad, sino una forma de autocuidado y de toma de conciencia de nuestro
propio organismo, que va a ayudarnos a conseguir un mayor desarrollo personal»,
apuntan.
De hecho, ir al psicólogo no tiene que estar siempre acompañado de una
sintomatología negativa específica. La terapia psicológica no solo es una forma
de ayudarnos a reducir un malestar, sino que también es un recurso perfecto
para el crecimiento personal y el autocuidado, que incrementa nuestro
bienestar.
Los
signos que nos alertan para acudir al psicólogo
Antes de acudir al psicólogo debemos tener claro si
hay un evento desencadenante (cambio de domicilio, un divorcio o una separación
de la pareja, el abandono de los hijos de la casa... etc.) o si, por el
contrario, aparentemente no parece tener que ver con un ámbito en concreto.
En cualquiera de las dos situaciones, estas son las señales de alerta:
1. Dificultad
en las tareas de la vida diaria.
No poder desarrollar actividades que antes hacíamos con normalidad suele
ser uno de los primeros síntomas en aparecer. Cuando tenemos un bajo estado de
ánimo que se prolonga en el tiempo, aparece la apatía. En ese momento solemos
dejar de hacer cualquier tipo de actividad, empezando a tener la sensación de
que todo se hace cuesta arriba, bien sea por falta de concentración, por falta
de motivación o, quizá, por no ser capaces de encontrarle un sentido al hecho
de realizarla. Esto se verá reflejado en
la aparición de una incapacidad para desarrollar con normalidad las actividades
académicas, laborales o cualquier tarea doméstica cotidiana. Normalmente, esta
incapacidad irá apareciendo gradualmente, agravándose con el paso del tiempo.
2. Cambios
bruscos en el estado de ánimo.
Tener un carácter especialmente irritable, estar siempre de mal humor o
pasar de la risa al llanto de manera muy rápida, son señales de que algo no va
bien. Estos
cambios bruscos en el estado de ánimo, que nos hacen sentir que las emociones
nos desbordan y no podemos controlarlas, pueden ser la forma que tiene nuestro
cuerpo de canalizar la frustración al no entender de manera precisa lo que está
ocurriendo en nuestra mente. Hay que
prestar especial importancia a emociones como tristeza, enfado o a los estados
de desgana o ansiedad, sobre todo si son intensas y mantenidas en el tiempo. Lo
importante es darse cuenta de que este malestar emocional nos quiere decir algo
y que hay un mensaje que necesita ser atendido detrás de esas emociones.
3. Problemas
en las relaciones personales.
Cuando existe algún problema en nuestro bienestar emocional es normal
que las relaciones personales se vean afectadas, ya sea porque se dará una
tendencia al aislamiento social, porque la sensación de apatía nos impedirá
querer realizar planes sociales o porque no seremos capaces de disfrutar de
ellos tanto como antes. Es
importante resaltar que este cambio en el comportamiento social suele darse de
manera brusca y poco usual y no debe estar asociado a rasgos de personalidad,
como la introversión, o a acontecimientos externos, como una enfermedad.
4. Alteración
en el sueño y la alimentación.
Esta es una de las áreas que más afectadas suelen estar y uno de los
principales indicadores de que hay algo que falla. En lugar de conciliar el
sueño con normalidad, podremos experimentar dificultades para dormir (insomnio)
y nos desvelaremos con mayor facilidad. Esto suele ser un indicador de la
existencia de preocupaciones constantes que nos impiden relajarnos. Con respecto a la
alimentación, suele ser una de las principales estrategias para canalizar las
emociones. Se puede dar el caso en el que dejemos de comer debido a un gran
estado de nerviosismo o, por el contrario, en el que comamos en exceso o
consumamos más hidratos o azúcares perjudiciales para nuestra salud (hambre
emocional), según TherapyChat.
5. Aparición
de señales físicas.
La salud física y mental, van de la mano, de tal forma que la afectación
de una de ellas tendrá repercusiones en la otra. En muchas ocasiones, los
síntomas físicos pueden ser grandes indicadores de que existe un malestar
psicológico y nos serán de gran ayuda para poder detectar procesos psicológicos
que aún no se han manifestado al completo. BP
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