En el corazón
de la fe cristiana, encontramos una figura que, con su sencillez y profundidad,
ha guiado a los fieles a través de los siglos hacia una comprensión más íntima
de Jesucristo: la Santísima Virgen María. En una de sus catequesis, el Papa
Francisco nos invita a contemplar a María no solo como la Madre de Jesús sino
también como la Odighitria, aquella que señala el camino hacia su Hijo, el
Mediador entre Dios y los hombres.
La devoción a
María, lejos de ser un fin en sí misma, es un medio para acercarnos más a
Cristo. En las representaciones de Oriente, donde María es mostrada indicando a
Jesús, se refleja la esencia de su misión: guiar a los creyentes hacia el
Salvador. Este rol de María es fundamental en la oración y en la vida del
cristiano, pues ella ocupa un lugar privilegiado, no por méritos propios, sino
por su íntima relación con Jesús.
El Papa
Francisco nos recuerda que la presencia de María en la iconografía cristiana,
aunque prominente, siempre está en función de Jesús. Sus manos, sus ojos y su
actitud son un catecismo viviente que apunta hacia el centro de nuestra fe:
Jesús. María es, ante todo, discípula, y su mayor enseñanza es la indicación
que da en las bodas de Caná: “Haced lo que Él os diga”. Esta frase encapsula la
esencia de su mediación: ella no busca protagonismo, sino que dirige a los
fieles hacia la obediencia y seguimiento de Cristo.
La vida terrena
de María fue un testimonio de humildad y servicio. Aunque en los Evangelios su
presencia parece desvanecerse en ciertos momentos, siempre vuelve en los
instantes cruciales, como en Caná y al pie de la cruz en el Gólgota. En estos
episodios, María no solo está presente físicamente, sino que su intervención es
clave para la revelación de la divinidad de Jesús.
Reflexionar
sobre María es, por tanto, reflexionar sobre una fe que se centra en Cristo,
sobre una vida que es espejo de la luz de Jesús. María, como la Odighitria, nos
recuerda que nuestro camino como cristianos es seguir a Jesús, aprender de Él
y, sobre todo, amar como Él amó. En este sentido, María es más que una madre;
es un modelo de discipulado, una maestra de la fe que, con su ejemplo, nos
enseña a ser humildes siervos del Señor.
Miremos a María
no solo con devoción, sino también con el deseo de emular su fe y su entrega.
Que al contemplar su figura, podamos encontrar inspiración para profundizar en
nuestra relación con Cristo y vivir una vida que refleje su amor y su gracia. CN
No hay comentarios.:
Publicar un comentario