Un informe de ONUSIDA revela que, en
general, los países latinoamericanos han logrado
importantes avances en la expansión y acceso al tratamiento del VIH, pero
fueron menos los avances en la prevención.
El número de muertes relacionadas con el SIDA ha
disminuido un 32% desde 2010, pero el número anual de nuevas
infecciones por VIH ha aumentado un 8%. Diez países de la región han visto
aumentos en el número de nuevas infecciones desde 2010, indica el
análisis.
Existen marcadas disparidades en la prevención del
VIH. Las infecciones por VIH disminuyeron un 14% entre las mujeres pero
aumentaron un 17% entre los hombres entre 2010-2022. La prevalencia
media del VIH entre determinadas poblaciones es significativamente mayor
que en la población general, alcanzando el 9,5% entre hombres homosexuales
y otros hombres que tienen sexo con hombres.
Las personas transgénero tiene una prevalencia de
infección alta, del 22%.
En definitiva, a más de 40 años de los
primeros casos registrados de lo que con el tiempo se llamaría VIH, la epidemia
en Latinoamérica está lejos de su recta final.
En 2023, 2.5 millones de personas vivían con VIH en la
región, con 120.000 nuevas infecciones y 37.000 muertes en 2020. El acceso
a los tratamientos y a PrEP, la medicina preventiva, siguen siendo un desafío.
Hacia 2005, la región había alcanzado un tasa de
acceso al tratamiento del 20%, alta comparada con el 3% en el África
Subsahariana. Pero en la última década, el progreso se ha desacelerado, y entre
2010 y 2020, el número de casos ha aumentado en un 21%, en comparación con una
baja de 23% a nivel mundial.
Este aumento se concentra en un 50% en áreas urbanas a
lo largo de la región. Y hay poblaciones específicas que tienen la mayor carga
de infección. Los hombres que tienen sexo con hombres representaron el 44% de
las infecciones en 2019.
La mayor parte de la transmisión se explica por
disparidades sociales en las que las intervenciones locales para abordar los
factores sociodemográficos y de infraestructura podrían reducir su
impacto.
La falta de un diagnóstico oportuno del VIH se debe
más a la falta de educación e información sobre el virus, pruebas ofrecidas o
la falta de acceso a la atención que a la negación de las personas a acercarse
a los servicios de salud.
La mayor dificultad a la que se enfrentan los médicos
al ofrecer la prueba del VIH es la necesidad de hablar sobre la actividad y las
preferencias sexuales. La integración de la prueba del VIH en la atención de
rutina podría reducir esta barrera, reduciendo el estigma que todavía domina la
reacción al VIH en la región. HD
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