viernes, 6 de noviembre de 2015

Aborto ¿qué se puede hacer?


El aborto elimina, cada año, millones de hijos. Destruye los corazones de millones de madres. Fomenta entre muchos una mentalidad según la cual el aborto no sería algo malo por ser tan frecuente y por estar garantizado por leyes de países democráticos.
Frente a una situación así, ¿qué se puede hacer? Alguno encogerá los hombros y dirá: poco, pues la “sociedad” ya ve el aborto como algo aceptable, incluso como un derecho. Además, existen grupos de presión y asociaciones con una enorme capacidad de influjo que hacen casi imposible cualquier trabajo serio para disminuir el número de abortos en el mundo.
Sin embargo, ante la eliminación masiva de millones de hijos, no vale la indiferencia ni el derrotismo. Cualquier gesto concreto, desde la justicia, a favor de esas víctimas inocentes, tiene sentido más allá de los resultados que puedan alcanzarse.
Porque un acto bueno no deja de serlo si no consigue nada. La lucha por la justicia a veces produce frutos casi nulos. Pero en sí misma tiene un sentido: el de mover los corazones hacia metas buenas.
Ante quienes sucumben al pesimismo, es necesario recordar que miles de hombres y mujeres que trabajan por la vida de los embriones consiguen resultados. Cada hijo salvado de una muerte injusta es una victoria que da sentido al esfuerzo realizado; un esfuerzo, hay que repetirlo, que vale en sí mismo y que deja una huella en la historia humana, también si todo culmina en un “fracaso”.
Entonces, ¿qué se puede hacer contra el aborto? Se puede actuar a nivel familiar y local, a nivel regional y nacional, a nivel internacional y mundial. Se puede trabajar a nivel cultural y divulgativo, a nivel popular y científico, a nivel religioso y laico: la justicia no es monopolio de ningún grupo.
Se pueden buscar modos concretos para apoyar a las madres en dificultad y ayudarlas en los meses del embarazo y tras el parto. Se puede convencer a los médicos para que recuperen su compromiso profesional a favor de la vida, especialmente de los hijos, sin descuidar a las madres. Se puede influir en los empresarios para que no marginen a las mujeres embarazadas y para que las apoyen justamente. Se puede presionar a los políticos honestos para que den pasos concretos que permitan cambiar leyes inicuas y que sirvan para promover la defensa de la vida de los hijos.
La tarea es enorme, pero el fin merece lo mejor de nuestros esfuerzos. Un día lo agradecerán miles, ojalá millones, de hijos rescatados de la destrucción que se produce en cada aborto, y también el corazón de tantas y tantas mujeres que habrán encontrado a su lado manos amigas para acoger, amar y cuidar a cada uno de sus hijos. FP

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