Necesitamos ayuda y consuelo. Los buscamos entre los hombres, sin resultados, en muchas ocasiones.
La vida golpea continuamente. Ayer fue un compañero que nos cerró la puerta. Hoy es un “amigo” que no quiere saber nada de nuestro problema. Mañana... da miedo pensar cuál será la próxima sorpresa.
Sé, sin embargo, que hay Alguien que me apoya siempre, que está a mi lado, que me ofrece su brazo, que me levanta en las caídas, que me consuela plenamente.
Dios es fiel. Lo sé desde que leí el Evangelio, desde que escuché las palabras de ternura del Hijo del Padre. Su presencia, sus milagros, su agonía, su triunfo, son también míos.
Ya no camino en la incerteza. Está abierta la gran puerta de la esperanza. Tengo un Consolador que no me deja. Puedo confiar y seguir adelante.
Cuando solamente me quedas Tú, aprendo a desprenderme de las falsas “seguridades” humanas. He comprendido lo débil que es el corazón humano, su terrible capacidad de cobardías y traiciones.
En cambio, Tú eres fiel y bueno. Tú eres el verdadero Amigo que das la vida, también por el débil, por el pecador, por el necesitado.
Jesús, llega el momento de dar un paso hacia el abandono. Me pongo en tus manos, como tantos hombres y mujeres del pasado y del presente.
Ya no hay noche en mi corazón. Camino apoyado en Ti, Buen Pastor que me sostienes entre tus brazos... FP
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