martes, 5 de enero de 2016

06 de Enero - Julián, Basilisa y compañeros

Julián, Basilisa y compañeros, Santos
Mártires, 06 de Enero

Martirologio Romano: En Antinoe, de la Tebaida (hoy Egipto), santos Julián y Basilisa, mártires (s. IV).
Etimología: Julián = Aquel que pertenece a la familia Julia, es de origen latino. Basilisa = aquella que reina, es de origen griego.

Nació san Julián en Antioquía, de padres cristianos, a fines del siglo tercero. 
Habiéndose desposado con una honestísima doncella llamada Basilisa, guardaron los dos, de común acuerdo, perfectísima continencia. Porque el mismo día de la boda, a la que había concurrido la nobleza de la ciudad, estando los desposados en su tálamo, se sintió en el aposento un olor suavísimo de rosas y azucenas. Quedó maravillada Basilisa de aquella extraordinaria fragancia y preguntó a su esposo, qué olor era aquel que sentía y de dónde venía, porque no era tiempo de flores. Respondió Julián: El olor suavísimo que sientes es de Cristo, amador de la castidad, la cual yo de su parte te prometo, como le he prometido a Jesucristo, si tú consintieres conmigo y le ofrecieres también tu virginidad. Respondió Basilisa que ninguna cosa le era más agradable que imitar su ejemplo. 
Poco después llevó el Señor para sí a los padres de Julián y Basilisa, dejándolos herederos de sus haciendas riquísimas; y ellos comenzaron luego a gastarlas con larga mano en socorrer a los pobres. 
Él se consagró a instruir en la religión cristiana a los hombres y ella a las mujeres en diversa casa. Arreciaban por este tiempo las persecuciones de Diocleciano y Maximiano, pero Basilisa pudo librarse de ellas, y acabó su vida santa y preciosa de muerte natural. 
Su marido Julián fue quien alcanzó la palma de un glorioso martirio. 
El bárbaro gobernador Marciano mandó prender al santo y abrasar su casa y a Julián le pasearon por la ciudad cargado de cadenas, y precedido de un pregonero que decía: Así se han de tratar a los enemigos de los dioses y despreciadores de las leyes imperiales. Le encerraron después en oscuro y hediondo calabozo, a donde fueron a visitarle siete caballeros cristianos, que, con un sacerdote llamado Antonio, lograron ser compañeros de su martirio. 
Llegado el día de la ejecución, mientras el gobernador, sentado en público tribunal, interrogaba a Julián, acertaron a pasar por allí unos gentiles, que llevaban a enterrar a un difunto. En tono de mofa le dijeron que resucitase al muerto. Entonces Julián, en nombre de Jesucristo, le resucitó lo cual llenó a todos de grande espanto, y más, cuando oyeron que aquel hombre resucitado, públicamente confesaba a Jesucristo. 
Atribuyó el gobernador tan estupendo suceso a la poderosa magia de Julián, y condenó al resucitado a los mismos suplicios. Los encerraron a todos en unas cubas encendidas, mas los condenados salieron de ellas sin la menor lesión; los arrojaron después a las fieras del anfiteatro, y las fieras no osaron hacerles daño alguno. Finalmente, avergonzado el cruel tirano, les hizo degollar, y así entregaron en este día sus almas purísimas al Creador.

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