Pero tú, Señor, me rodeas cual escudo; tú eres mi gloria; ¡tú mantienes en alto mi cabeza! Salmos 3:3
Cuando escuchamos las noticias o consultamos los periódicos de otras partes del mundo, el común denominador es el avance de la violencia y el estado de inseguridad en que se encuentran otras sociedades de América Latina. No sorprende a nadie hablar de desaparecidos, de muertes en enfrentamientos, de secuestros o víctimas de violencia de estado. Tanto miedo que duele en el alma.
David sabía de persecuciones, conocía el miedo que generan los enemigos, tuvo muchos adversarios a lo largo de su vida. Cuando escribe el Salmo 3 estaba prófugo, huyendo de la violencia y amenaza de uno de sus hijos. Qué momento tan desolador que alguien de los tuyos te persiga.
La Palabra de Dios nos enseña en muchas ocasiones, que justo en esos momentos de incertidumbre y temor tenemos a disposición el escudo de Dios para protegernos. En medio de la desolación, cuando nuestras fuerzas se terminan, y no podemos mantenernos en pie, Él levanta nuestra cabeza.
Si la tristeza nos invade y no encontramos la salida es necesario que nos tomemos un tiempo con Dios, Él hoy quiere hacer un milagro, rodearnos de su favor de una manera que supera cualquier razonamiento. Nunca lo entenderemos pero así funciona su amor.
Señor, estoy asustado pero sé que me rodeas con tu escudo, se que estás conmigo entonces seguiré adelante. MdeB
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