La vida es como un pórtico. Lo importante está tras la puerta. Lo presente prepara la entrada, mientras esperamos la llegada del Esposo.
En el pórtico se suceden días de ventura y días de desgracia. Nada es estable en el mundo de lo terreno. Todo puede cambiar en un instante.
La mirada se dirige hacia la puerta. Cuando se abra, si seré aceptado al banquete de bodas del Cordero, la alegría será completa.
¿Cómo vivir ahora? ¿Cómo afrontar las dificultades de cada día? ¿Cómo resistir a las tentaciones del Maligno? ¿Cómo promover el bien entre mis hermanos?
No resulta fácil mantenerse fieles. Mil voces de sirenas nos aturden y nos invitan a una vida de engaños y de falsas alegrías. La tentación nos acecha sin descanso.
Por eso, necesito recordar que existe un Amor verdadero. Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, ha desvelado el maravilloso designio de su misericordia. La fe se convierte en maní que alimenta durante el tiempo de la espera.
Un día se abrirá el pórtico y empezará el banquete de la vida eterna. Ese día la alegría de Dios será nuestra alegría, y será una alegría plena y verdadera. Jn 18,1-13 – FP
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