En una marcha de lobos a través del bosque, los primeros de la fila son los animales más viejos o enfermos, y de esta forma ajustan y calibran el ritmo de la marcha del grupo.
Si éstos caminaran al final de la fila sería un grave problema, podrían perder contacto con el resto y nadie se daría cuenta. Detrás de los primeros se ubican los más fuertes y al centro los otros miembros de la manada.
Al final, después de los más fuertes y del grueso del grupo, el Lobo Alfa con mirada vigilante, controla todo.
En esta posición el Lobo Alfa puede vigilar la marcha de la manada, decidir la dirección a seguir y anticiparse a los ataques de los oponentes. El grupo sigue tranquilamente el ritmo de los ancianos y el líder da la orden que impone el espíritu de solidaridad, es decir sin dejar a nadie atrás.
El verdadero sentido de la marcha no está en llegar primeros, sino llegar... juntos... y esta es la lección que todos deberíamos aprender.
Los humanos, en nuestra infantil soberbia, hacemos al revés… ponemos a los más fuertes adelante y los más débiles al final.
En total muestra de desconsideración, pensamos que si éstos pierden el tren de la marcha… no importa.
Podemos reflexionar en consecuencia, que no siempre la naturaleza sigue la teoría de Darwin. Más bien somos nosotros los humanos quienes solemos tomar actitudes zoológicas.
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