Texto del Evangelio (Jn 14,1-12): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «No
se turbe vuestro corazón. Creéis en Dios: creed también en mí. En la casa de mi
Padre hay muchas mansiones; si no, os lo habría dicho; porque voy a prepararos
un lugar. Y cuando haya ido y os haya preparado un lugar, volveré y os tomaré
conmigo, para que donde esté yo estéis también vosotros. Y adonde yo voy sabéis
el camino».
Le dice Tomás:
«Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?». Le dice Jesús:
«Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí. Si me
conocéis a mí, conoceréis también a mi Padre; desde ahora lo conocéis y lo
habéis visto».
Le dice
Felipe: «Señor, muéstranos al Padre y nos basta». Le dice Jesús: «¿Tanto tiempo
hace que estoy con vosotros y no me conoces Felipe? El que me ha visto a mí, ha
visto al Padre. ¿Cómo dices tú: ‘Muéstranos al Padre’? ¿No crees que yo estoy
en el Padre y el Padre está en mí? Las palabras que os digo, no las digo por mi
cuenta; el Padre que permanece en mí es el que realiza las obras. Creedme: yo
estoy en el Padre y el Padre está en mí. Al menos, creedlo por las obras. En
verdad, en verdad os digo: el que crea en mí, hará él también las obras que yo
hago, y hará mayores aún, porque yo voy al Padre».
«Yo soy el Camino, la Verdad
y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí»
Comentario: Pbro. Walter Hugo PERELLÓ
(Rafaela, Argentina)
Hoy, la escena que contemplamos
en el Evangelio nos pone ante la intimidad que existe entre Jesucristo y el
Padre; pero no sólo eso, sino que también nos invita a descubrir la relación
entre Jesús y sus discípulos. «Y cuando haya ido y os haya preparado un lugar,
volveré y os tomaré conmigo, para que donde esté yo estéis también vosotros» (Jn 14,3): estas palabras de Jesús, no
sólo sitúan a los discípulos en una perspectiva de futuro, sino que los invita
a mantenerse fieles al seguimiento que habían emprendido. Para compartir con el
Señor la vida gloriosa, han de compartir también el mismo camino que lleva a
Jesucristo a las moradas del Padre.
«Señor, no sabemos a dónde vas,
¿cómo podemos saber el camino?» (Jn 14,5).
Le dice Jesús: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino
por mí. Si me conocéis a mí, conoceréis también a mi Padre; desde ahora lo
conocéis y lo habéis visto» (Jn 14,6-7).
Jesús no propone un camino simple, ciertamente; pero nos marca el sendero. Es
más, Él mismo se hace Camino al Padre; Él mismo, con su resurrección, se hace
Caminante para guiarnos; Él mismo, con el don del Espíritu Santo nos alienta y
fortalece para no desfallecer en el peregrinar: «No se turbe vuestro corazón» (Jn 14,1).
En esta invitación que Jesús
nos hace, la de ir al Padre por Él, con Él y en Él, se revela su deseo más
íntimo y su más profunda misión: «El que por nosotros se hizo hombre, siendo el
Hijo único, quiere hacernos hermanos suyos y, para ello, hace llegar hasta el
Padre verdadero su propia humanidad, llevando en ella consigo a todos los de su
misma raza» (San Gregorio de Nisa).
Un Camino para andar, una
Verdad que proclamar, una Vida para compartir y disfrutar: Jesucristo.
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